Pre-destinados

COMO EL SOL Y LA LUNA

El resto de la tarde la pasaron jugueteando y practicando un poco, algunas canciones populares. Aun no decidían que era lo que tocarían en la presentación, pero esperaban poder ponerse de acuerdo en el transcurso de esa semana, para poder ensayar y dar una presentación decente. Estaban más que emocionados por presentarse y debutar como the Royal Grup. Todos se encontraban realmente animados con la creación de aquella banda. Y todos esperaban que su presentación fuera en verdad asombrosa, por lo que daban lo mejor de sí, para que esto se lograra.

Sin embargo, se hacía tarde y era hora de regresar a la normalidad. Cada uno se quitó su máscara y se la entregó a la profesora Satsuki, quien se encargaría de ocultarlas hasta el día de la presentación. Y uno a uno fueron abandonando el lugar hacia la salida, para esperar al chofer que los llevaría de regreso a la casa principal. Pero se llevaron una gran sorpresa, cuando al llegar a la entrada se encontraron con Rosalinda recargada sobre una hermosa y lujosa camioneta oscura. Llevaba ropa negra, botas y unas gafas de sol. Su look era muy parecido al que usaba Jacqueline todos los días, por lo que, al verla, esta de inmediato se le acercó con una sonrisa en el rostro.

──¿Rouse? ──le dijo algo asombrada──. ¿De verdad eres tú? ──la mujer se quitó las gafas y sonrió altaneramente. Se había maquillado los ojos, pero Marijo era capaz de notar que había estado llorando. Fue entonces cuando bajó la mirada y volvió a ver los hilos de ambas, regados en el suelo. Era claro que las cosas continuaban mal entre su tía y el profesor Kwon, pero aún no tenía ni idea de cómo ayudarla con eso. En realidad, no tenía ni idea de cómo ayudar a nadie. Pero confiaba en que la oportunidad pudiera presentarse pronto. Y tal parecía, que sus ruegos al fin habían sido escuchados.

──He venido por ustedes. No tienen ni idea de lo que tuve que hacer, pero les he conseguido un poco de tiempo libre. ──les dijo, tratando de sonar muy animada. El grupo de extranjeros (y Diego) de inmediato reaccionaron ante la noticia, pero Marijo se acercó discretamente con un semblante sereno.

──¿Estás bien? ──le preguntó en un susurro. Rosalinda la vio de reojo, tratando de que aquella sonrisa falsa no se borrara de su rostro.

──¡Claro que sí! ──mintió apretando los dientes. Marijo solo se encogió de hombros. Conocía muy bien ese tono condescendiente, y sabía que aquello era falso, pero tambien sabía que las razones podrían salir de su entendimiento, por lo que prefirió no preguntar nada más.  

──Si tú lo dices ──dijo, fingiendo que no le importaba──. ¿Qué planes tienes para nosotros ahora? Supongo que planeas llevarnos a algún lugar, ¿cierto? ──agregó al ver la camioneta.

──En realidad ──dijo de pronto Lucia──. ¿Te importa si hago una parada rápida en el centro? Me gustaría visitar algunos museos.

Los demás reaccionaron un tanto sorprendidos, y se puede decir que un tanto aburridos con la idea de pasar su tarde de sábado visitando museos. Sin embargo, Luca se acercó de inmediato a la italiana con una amplia sonrisa.

──¡Cierto! Habrá una exposición fotográfica de un viejo amigo, ¿crees que podamos ir? ──dijo, uniéndose a Lucia, quien lanzaba miradas suplicantes. Rosalinda sonrió forzadamente.

──En realidad ──comenzó diciendo con cuidado──, tenía la intención de llevarlos a una discoteca.

──¿Discoteca? ¿Aún existen esas cosas? ──preguntó Hari, mientras se cruzaba de brazos y la observaba enarcando una ceja──. Olvidalo, no me vestí y arreglé así de linda, como para estar en un maldito cuarto oscuro sin que nadie pueda verme.

Kohaku, quien se encontraba junto a su hermana, solo puso los ojos en blanco, un tanto fastidiado por la actitud que presentaba esta, aunque estuviera acostumbrado a presenciarla con frecuencia.

──Yo tambien quiero ir ──dijo de pronto Marijo, llamando la atención de todos. Sin embargo, su única intención era poder intervenir entre esos dos y de esa manera cumplir con su estúpida misión. Diego se acercó a ella, viéndola un tanto ansioso.

──Espera, Marijo, ¿recuerdas que día es hoy? ──le preguntó, esperando que aquel lenguaje visual que mantenían desde hace años hiciera efecto──. Hay un lugar al que debemos ir, ¿recuerdas? ──agregó luego de ver que no fue suficiente. Sin embargo, Marijo giró levemente, ignorando por completo sus palabras. Se acercó con rapidez a Lucia y la tomó con fuerza del brazo, columpiándose en este como una niña pequeña.

──¡Oh, por favor! ──le dijo con voz infantil──. ¿No puedes ir con alguien más? ──Diego abrió los ojos, sorprendido por aquello, pues jamás había actuado de semejante manera con él.

No obstante, las intenciones de Marijo no eran lastimarlo. Deseaba ir con él, a donde sea que fuera, pero era consciente de que el tiempo se le estaba terminando y debía cumplir con la estúpida misión que Agatha le había encomendado. Debía hacerlo, aun si odiara la idea de dejarse manipular por una anciana decrepita como aquella. Estaba harta de esos hilos, y más que nada, de tener que verse involucrada en la vida de los demás de manera involuntaria. Por ello, aun en contra de su propia voluntad, tuvo que rechazar a su amigo.

──Yo lo haré ──se ofreció de pronto Hatori alzando la mano, mientras se acercaba a ellos──. A donde sea que vayas estoy segura de que será mejor que ir a un aburrido museo, o a una patética discoteca. ──agregó torciendo los ojos. Los demás la vieron un tanto ofendidos, pero eso no le importó y volteó hacia Jeann, quien jugaba dibujando con su zapato en el suelo──. ¿Vendrás con nosotros, cierto cielo? ──le dijo con una sonrisa. Jeann alzó la vista y asintió sonriendo, aunque la verdad no tenía ni idea de lo que había querido decir su amiga. Aquella situación molestó a Marijo, pues observó con cuidado y se dio cuenta de que aquellos hilos que los unían estaban brillando con más intensidad de la que ella deseaba.




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