CAROLINE
Me despierto con un terrible dolor de cabeza y una extrema sensación pastosa en mi boca.
El tequila es para Dioses, no para una simple mortal, como yo.
Voy al baño el cual esta pulcramente limpio y ordenado.
Este hombre es un obseso del control, busco un cepillo de repuesto y lo utilizo.
—Buenos días, Adam. —le saludo y por alguna extraña razón lo abrazo por detrás y le regalo un beso en la mejilla.
Siento su cuerpo tensarse.
—¿Cómo amaneciste? —dice sin quitar la vista de su computadora.
me retiro al sentirlo incomodo con mi tacto. Pero yo soy la chica que abraza a todo el mundo, todo el tiempo.
Me mira por fin y su mirada esta ¿molesta?
—Adolorida.
—Efectos del alcohol, te deje dos aspirinas sobre la barra de la cocina.
—Y tuyos, no te hagas el inocente ahora.
Mueve sus cejas y una sonrisa orgullosa llenan su rostro.
—El desayuno llego hace unos minutos, ¿te apetece?
—Por favor.
—Amaneciste con hambre, por lo que veo.
—mucha, de hecho.
—espero que ese apetito este extendido a otras cosas.
—Tenlo por seguro.
—Y lo comprobaremos, ya sabes, siempre tengo que comprobar.
Pase todo el fin de semana en su casa, se las arreglo para que me quedara con él, con unos trucos algo sucios pero satisfactorios.
Debo admitir que su compañía, aunque es demasiado silenciosa me gusta demasiado, me da una cierta tranquilidad.
—Vamos Adam, ya mandé traer mi camioneta.
—¿Qué tiene de malo que lleguemos en el mismo auto? Vamos al mismo sitio.
—No tiene nada de malo, solo que deseo llegar en mi propio medio de transporte.
—si no tiene nada de malo ven conmigo al trabajo.
Niego, en verdad odio cuando no congeniamos en algo, he estado con él por dos días y se niega el que vaya a trabajar en mi camioneta, sin mencionar que mando traer mi ropa de hoy a su casa.
—al menos que no quieras que alguien nos vea juntos. ¿Es eso?
se me eriza la piel. no esta mal, pero no quiero que me vean diferente por ser la amante de mi jefe.
—¿toda la empresa tal vez?
—Me importa un carajo lo que la empresa opine de mí.
—creerán que tenemos algo y hablarán…
Se acaricia la sien, suspira pesadamente y niega.
—tenemos algo y es algo mas que solo jefe y colega. —toma su portafolio. — la gente se puede meter su crítica por donde deseen, ¿nos vamos?
—¿Tengo opción?
Niega.
—Bien, iremos juntos, pero será en mi camioneta; no puedo dejar que siempre te salgas con la tuya, Hoffmann.
—deja de llamarme Hoffmann, Caroline, aquí y en el trabajo.
—Está bien, Adam...
—Además si la gente quiere hablar de ti, tiene muchas otras cosas más de que hablar, como la gran profesional que eres y no con quién sales.
—Gracias, Adam.
me da felicidad, que me halague sobre mi trabajo, la gente puede decir lo que desea, eso no me hace peor persona.
Subimos a la camioneta enciendo el motor y Scorpions inunda nuestros oídos con You and I.
—No sabía que eras tan romántica.
—Todas las mujeres amamos el romanticismo y la que lo niegue; o tiene miedo o le ha ido muy duro en esa experiencia.
—Que gran pérdida de tiempo, eso opino yo.
Lo ignoro, porque no quiero ver la realidad, yo soy una romántica empedernida, mientras él se cierra.
Lo ignoro y al llegar a la cafetería habitual ya me tienen mi pedido.
—aquí está el tuyo. —se lo tiendo y lo toma.
—y aquí es donde preguntas cómo me ha ido.
—Adam, pase todo el fin de semana a tu lado.
Asiente y saca su celular.
Pasado los minutos llegamos a la empresa y apenas si estaciono y baja sin mediar palabra, azotando vilmente mi puerta.
¿A hora qué? Ese hombre tiene serios problemas de comportamiento.
O tal vez le informaron algo por el teléfono y eso lo hizo cambiar de humor. Pienso.
—Hola chicos, aquí esta su café disfrútenlo y que tengan excelente día.
Me hacen una reverencia y sigo al interior.
—La Ingeniero que le da color a este lugar y más guapa, llegó.
me abre los brazos y yo me le dejo ir.
—John, que cálido estás, hueles a miel de maple y eso es adorable.
—Ven porque adoro a esta chica.
los demás compañeros ríen.
—es increíble, Dios se confundió y mando a este precioso Ángel…
—¿Desean un momento a solas? —la voz de Adam me hace soltarlo. —a trabajar —deletrea cada palabra, me mira con indiferencia y se va.
—Hola Margot, ¿qué tal tu fin de semana?
—Encantador, pase cuatro horas en el spa.
—Vaya, el antiestrés perfecto.
Yo también tuve un antiestrés perfecto. siento como mis mejillas se sonrojan.
—Sí querida, les hice a mis hijos que lo pagarán. Que valga la pena tanto esfuerzo con ellos.
Nos reímos por un rato y así comienza mi mañana.
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Editado: 04.03.2024