ADAM.
he estado cansado, el vuelo de hace unas horas me ha dejado estresado. Y he venido a recoger a un amigo al aeropuerto horas después, pudo haber venido mi chófer o él irse directamente, pero aquí estoy por una extraña razón Esperándolo.
Miro el celular y texteo con algunos clientes. Las chicas me miran, pero las ignoro, después de Caroline no he estado con nadie ni mucho menos lo he intentado y eso para mí es un gran logro, solo que ahora tengo cosas en que pensar, lo del tema de adoptar se ha atrasado un poco el pequeño que tenían para mí su madre se arrepintió y fue por él, así que ahora tengo que esperar además aunque lo niegue lo de Caroline me dejo marcado.
La persona que espero me pone un mensaje diciendo que ya ha aterrizado y que me ve en unos minutos.
Me pongo de pie y camino con seguridad a la entrada.
pasados los minutos lo veo que se dirige hacia mí; con su peculiar forma de ser, me abre los brazos y siento vergüenza por ello. Pero por otra razón ignoro eso y me acerco con cautela, me da un abrazo cálido y yo solo lo palmeo.
—Que gusto verte, muchacho. —me sonríe y le ayudo con el equipaje. —ya extrañaba estar aquí, aunque los nervios me consumen.
—Bienvenido a casa.
Hace un gesto de poca importancia con las manos.
—¿qué no trabajas hoy? —me mira apenado.
Niego. Soy el jefe y puedo darme ciertos privilegios.
—Vamos a almorzar y ya después vemos que nos depara el destino. —le sugiero.
—Por supuesto, muchacho.
Nos dirigimos a un pequeño Buffet y almorzamos cómodamente.
—hace un buen clima, frío pero bueno.
—no lo niego ¿qué propone?
Piensa y después de unos minutos de ver la ventana habla.
—¿Estás disponible? —me mira y asiento, —vamos a los Bolos y nos bebemos unas cervezas, aún no quiero ir a casa, no debe de haber nadie.
Asiento, mientras termino de beber mi café.
He hecho un espacio en mi agenda, también necesito una pequeña distracción y la compañía de la persona que tengo al frente me agrada, aunque no estoy acostumbrado a sus locuras.
Llegamos a los Bolos y rápidamente lo reconocen, tarda hablando un buen tiempo con el encargado y yo aprovecho para mandarle unos documentos a Bruno.
—listo, vamos a patearle el trasero a esos chicos alzados. —me dice.
No puedo obviar que su gesto siempre esta marcado por una sonrisa, mientras que yo solo hago el mínimo intento por sonreír. y no sé porque las buenas personas me siguen o yo las sigo a ellas, pero siempre estaré agradecido de poder tener el afecto de esas personas a mi lado.
Chocamos las palmas antes de comenzar y los otros chicos nos van ganando, obviamente no lo voy a permitir, mi lado competitivo sale a flote y ganamos la primera partida. Él se emociona y chocamos las manos de nuevo.
—Eso es. —dice mientras bebe de su cerveza.
Repetimos rondas y en la tercera perdemos, pero él y yo nos miramos cómplices y planeamos algo para ganar en la cuarta ronda.
Se le empiezan a subir un poco las cervezas y eso me comienza a preocupar, la verdad.
—Vamos, muchacho. Pero si solo me he bebido diez. —me dice con sus mejillas sonrojadas.
—yo sé que sí, pero tiene que llegar bien a casa. —en mi vida me he preocupado por otro ser humano, como ahora.
—No me hables de usted, dime Tom.
—muy bien, Tom, vamos a llevarlo, para que descanses antes de que tu hija te vea así y quiera matarme.
Y no puedo evitar pensar en lo que me dijo “la última vez que te vi así, casi te matan” casi me mata una bala, después la migraña, la tercera es la vencida y tal vez sea ella la que me de el tiro de gracia. Sonrío al pensarlo Y como ya dije también moriría feliz por ella.
Pero su padre me baja de la nube.
—tienes razón, Caroline no merece lidiar con su padre ebrio. —pone cara de preocupación. —nunca me ha visto así. No me gusta preocupar a mi hija, ni que otros abusen de su confianza, como otros…
Y ahora él que pone cara de preocupado soy yo.
—Ya lo hablamos Tom, no deseo tocar ese tema de nuevo.
—Lo hablaste conmigo, no con ella por eso esta tan molesta contigo. Hay que ceder y negociar en las relaciones. Nada más no te pateo el trasero porque me caes bien, porque la quieres de verdad y porque sé que te ha pesado haberla dejado. Ese es tu mayor castigo.
—Bien vamos a dejarte en tu casa, que ya se te ha soltado la verdad.
—Quiero ir a verla a su trabajo, pero los hospitales nunca me han gustado, ni a ella, me sorprende que trabaje en uno.
—de hecho, no le gusta, pero tu hija es terca. —suspiro—a decir verdad, tampoco me gusta que trabaje en ese sitio, merece más.
—Bastante terca. —resopla. —y claro que merece más, no la traje al mundo a que se conformará, ni le di mis mejores herramientas para que se quedara pasmada haciendo lo que no la satisface, pero es un adulto y ella sabe lo que hace.
nos dirigimos al auto.
—se pondrá furiosa, porque no le he avisado que venía.
Asiento.
—No le digas que yo te convencí de venir, ya sabes que no estamos bien, pero le haces mucha falta y tal vez contigo aquí, se alegre más. —le digo mientras me rasco la cabeza, —Intento componer las cosas aunque no parezca.
—No te preocupes, no diré nada. Yo también la he notado un poco distraída Además de que ya me hacía falta volver acá.
Asiento y me detengo a comprar un ramo floral para ella.
—Ten, para que le saques una hermosa sonrisa. —le entrego las flores a su padre.
—que buena estrategia, mandarle flores con su padre. —se ríe, —te hace falta ser más abierto, arriesgar más por lo que te interesa, porque sé que hay interés y también comprendo el dolor que conlleva eso, te entiendo hijo. —me palmea el brazo y bajamos a la casa, qué por cierto, nunca había entrado.
Saca las llaves debajo de una maceta y las vuelve a dejar en su sitio.
#10530 en Otros
#1516 en Humor
#2250 en Novela contemporánea
amor romance humor, jefe empleada celos comedia romantica, amor celos
Editado: 04.03.2024