20 de noviembre de 1999
1
-¿Dónde está el sacerdote?! -Se escuchó gritar al comisario mientras tocaba con insistencia el timbre en el asilo del pueblo.
-¿Comisario que sucede? Son las seis de la mañana por Dios santo. - Preguntó sorprendida la monja, abriendo mínimamente la puerta. Pero el comisario no tiene tiempo para dar explicaciones. Irrumpe violentamente empujando la puerta provocando que la anciana por poco se caiga.
Totalmente furioso se dirige hacia la habitación del anciano sacerdote.
-No puede hacer eso! -Reclamaba la hermana Etelvina inútilmente.
Cuando Tomás llegó a la habitación del Padre Juan lo encuentra mirando por la ventana hacia el sol que se elevaba por sobre los árboles.
-¡A quien más ha contado esa historia ridícula! -Preguntó gritando con una furia difícil de contener.
-Es algo que debía hacerse hijo mío.
-¿De qué está usted hablando?! ¡Por su culpa una niña ha muerto! ¡Ahora mismo va a decirme quien es ese malnacido que envió al hospital!
-No puedo hacerlo hijo. Su tarea aún no ha finalizado. Y la tuya tampoco.
-¡Maldito sea! ¡Usted está loco! ¡Acaba de mandar a matar a una inocente!
-Fue lo mejor para ella. Créame que siento en el alma el dolor de esa pequeña, pero había de hacerse. Muy pronto lo entenderá. Cuando la luna llena vuelva a salir la bestia aparecerá y entonces usted deberá hacer las cosas más terribles.
No pudiendo contener más su enojo se abalanza sobre el anciano y tomándolo del cuello lo empuja contra la pared. Su mano aprieta con más fuerza, pero el anciano no se inmuta, ni siquiera trata de sacarse.
-¡Dígame quien mató a la pequeña!
-No puedo hacerlo. Haz lo que tengas que hacer. Yo estoy preparado. -Fue la respuesta del Padre Carlos. -Mi misión es advertirte. Cuando la luna salga debes estar preparado. Debes protegerlos a todos. Debes matar a la bestia y al guardián del abismo. Es la única manera.
-Usted no es más que un viejo loco y un asesino. No vale la pena seguir hablando con usted.
Al soltar al sacerdote, el comisario aprieta su puño con fuerza intentando soportar el impulso de golpearlo en el rostro. -Voy a averiguar quién es ese maldito y cuando lo haga, le haré desear jamás haber escuchado sus patrañas.
Al salir del asilo, sube al patrullero donde lo esperaba el conductor. -¿Se encuentra bien Jefe? -Le pregunta el Sargento Vicente Vega, mientras devoraba un bizcocho de grasa.
-Si lo estoy Vega. Solo tuve que pasar a hablar con un viejo loco. - Al ver que el suboficial continuaba comiendo a pesar de que era un sujeto muy obeso, y que, con su cabeza calva y sus cachetes regordetes y colorados, los muchachos de la estación lo habían apodado "el marrano" intenta evitar que siga con esa conducta. -Sabes Vega, deberías tratar de comer menos. Ya tienes más de 40 años, estas en zona de riesgo cardíaco. De ser tú me cuidaría un poco más.
-Tiene razón usted jefe, quizás mañana empiece a hacer dieta. -Le contestó y se apuró en poner el ultimo bizcocho en su boca para encender el vehículo.
Mientras se iban alejando Tomás pudo ver como el sacerdote continuaba parado en la ventana de la planta alta siguiéndolo con la mirada. -Vamos rápido vega. Este lugar me saca de quicios. Vamos rápido hasta el hospital.
2
Cuando el teléfono sonó, Carolina fue adormilada a atenderlo. Encendió la televisión para ver la hora. Grande fue su sorpresa al ver que eran las seis y cuarto de la mañana.
-Hola? -Atendió algo adormilada.
-Hola Carolina. Necesito que vengas al hospital lo más rápido que puedas. -Se escuchó decir al Doctor Pérez por la bocina del teléfono.
La joven enfermera se tapa la boca de impresión mientras el doctor le relataba lo sucedido. -Por supuesto doctor, enseguida salgo para allá.
-Oigan chicos! ¡Necesito que vengan un momento! -Llamaba a su hija y a Franco que se había quedado con ellas.
Cuando los niños se levantaron completamente adormilados, Carolina ya estaba cambiada con su ambo azul de enfermera y se apresuraba en servirles un vaso de chocolate a cada uno y unas tostadas casi quemadas.
-Lo siento niños. Debo irme al trabajo de manera urgente. ¿Creen que puedan ir solos hasta la escuela?
-Claro mamá. No te preocupes. No es tan lejos y ya somos grandes.
-Gracias hija. Cuídense mucho. -Le pidió mientras le daba un beso en la frente a Melisa.
-Espera. ¿Ha pasado algo en el hospital? ¿Mi hermano se encuentra bien? -Pregunta Franco preocupado.
Carolina duda por unos instantes en decirle la verdad, pero comprende que es peor ocultársela. Tomándolo del hombro le cuenta lo ocurrido.
-Anoche ha habido un ataque en el hospital.
-¿Que sucedió? ¿Mi hermano está bien?
-Tu hermano está bien. No te preocupes por él. Pero en el hospital se encuentra trabajando la policía en estos momentos. Cuando todo esté más calmo podrás ir a verlo. Ahora necesito que te quedes con Melisa. ¿Puedes hacer eso por mí?