Me separé de su abrazo y elevé la mirada para mirarlo directamente a los ojos.
—No pienses mal. Me sentiría más tranquilo si pasas unos días lejos de donde pueda encontrarte Elías. No me fío de él.
—No puedo esconderme de él; trabajamos en el mismo lugar, estudiamos en el mismo salón y vivimos en el mismo edificio. Tarde o temprano me lo voy a encontrar.
—Te prometo que no será por mucho tiempo. —Dijo, y lo miré extrañada por sus palabras.
—¿Cómo piensas impedirlo?
—Tengo mis medios, pequeña. —Tocó mi nariz con su dedo índice y me guiñó el ojo— Salgo del trabajo a las tres de la mañana. Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, solo un favor, no te vayas a ir sin despedirte.
—Hablaré con mis amigos para ver cómo van las cosas en casa. Aquí estaré.
—De acuerdo.
Se despidió con un beso en mi mejilla y me dejó sola de nuevo en esa oficina. Aproveché ese momento de soledad para llamarle a Alessandra.
—Casandra, ¿cómo estás? ¿Dónde te encuentras? Nos tienes preocupados. —Hablaba tan rápido que me costó un poco de trabajo entenderle.
—Siento mucho los embrollos que he causado. —Comencé a llorar de nuevo.
—¿Estás bien? Dime dónde te encuentras; Hugo y yo podemos ir a buscarte.
—Aún estoy escondida en el restaurante donde cené con Elías.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—Se comportó como un verdadero patán, Alessandra. Me pidió que fuera su novia solo para acostarse conmigo. —Le relaté lo sucedido y solo escuchaba improperios de su parte— ¿Cómo están las cosas en casa?
—Tensas. Todos estamos a la defensiva; no sabemos si dejarán salir pronto a Elías. Vino a hacer un escándalo, quería romper la puerta y gritaba cosas muy feas de ti, nos asustamos mucho. Los chicos salieron a calmarlo y comenzó a agarrarse a golpes con todos.
—¡Ay no! Segundo escándalo que armo, estoy segura de que esta vez sí me van a expulsar.
—¡Tranquila! No debes preocuparte. Estoy segura de que todo se va a resolver. ¿Quieres que vayamos por ti al restaurante?
—Mateo se ofreció a llevarme a casa o esconderme en la suya. ¿Qué debo hacer?
—Haz lo que creas que te hará sentir más tranquila. Confía en tus instintos, ya veo que funcionan; tuvieron razón en cuanto a Elías.
—Si se pasa de aprovechado ese Mateo, vamos y le rompemos la cara. —Dijo Hugo; Alessandra tenía el teléfono en altavoz y él escuchó toda nuestra conversación. Escuché como mi amiga reprochó al metiche de nuestro roomie.
—¡Que gusto escucharte, Hugo! Así no tengo que contar la historia dos veces. —Comencé a reír— Los mantendré informados. Gracias por defenderme. Los quiero, amigos.
Terminé la llamada y me puse a revisar todos los mensaje que tenía. Había mensajes preguntándome cómo me encontraba, tanto en los grupos como en chats privados de mis compañeros de beca. Respondí los mensajes agradeciendo sus atenciones.
Sin darme cuenta, me quedé dormida en esa oficina que me transmitía paz y tranquilidad.
Sentí un cosquilleo en mi nariz, de fondo comencé a escuchar música Bossa Nova, pronto recordé todo lo que había sucedido y abrí los ojos de manera repentina.
Mateo estaba frente a mi haciéndome cosquillas con una pluma, al ver la manera en que me desperté se disculpó por asustarme.
—¿Qué hora es? —Pregunté estirando los brazos.
—Siento si me tardé un poco más de la cuenta, son las 4 a.m. ¿Qué quieres hacer?
—Hablé con mis amigos; están preocupados de que vuelva a casa. Creo que lo mejor será que me vaya contigo. —Me sonrió con ternura. Mi estómago hizo un ruido extraño.
—¿Tienes hambre? —Me sonrojé ante su pregunta.
—La verdad, sí. Es un restaurante muy elegante y la comida es deliciosa, pero las porciones que sirven son muy pequeñas. —Comenzó a reírse ante mi confesión.
—La verdad es que yo también tengo hambre, vamos a la cocina, prepararé algo de comer antes de irnos.
Bajamos a la cocina. Observé la maestría con la que se desenvolvía Mateo en aquel lugar. Preparó un par de baguettes dignos de una fotografía, guardó la cena en una bolsa y salimos del lugar.
El restaurante se encontraba en un área con mucha seguridad, y según me explicó mi acompañante, su departamento se encontraba a unas cuadras de ese lugar.
—¿Por qué debes ser tú quien cierre el restaurante? —Pregunté mientras caminábamos hacia su casa.
—Es un favor que le hago al dueño. Él tiene varios negocios y no se puede hacer cargo de todos; me contrató porque nos conocemos desde hace mucho tiempo, y a cambio me ofreció un lugar donde quedarme.