Me encontraba sentada en el banquillo de los acusados siendo juzgada ante varias miradas de ¿reproche? ¿Compasión? ¿Enojo?
El lugar Io conocía muy bien, me encontraba en la oficina de Gina, siempre me gustó porque tiene buena iluminación, en otros momentos me transmitía paz y alegría, sin embargo, en estas circunstancias estar aquí no me hacía sentir cómoda.
Algunas de las personas que están ahí discutiendo son conocidas. El Sr. Castro, Mateo, Hugo y Gina, se encontraban de un lado de la oficina comunicándose en voz baja entre ellos, del lado contrario se encontraban unas personas que no recuerdo haber visto con excepción de Alberto, por mi parte, me encontraba sentada en el sofá sumida en mis pensamientos sin prestar atención a Io que ocurría a mi alrededor.
En ocasiones escuchaba que hablaban de mí como si no estuviera presente, unos me culpaban y otros me defendían, me sentía agobiada con todo lo que estaba sucediendo. Tenía sentimientos de culpa por encontrarme inmiscuida en disputas familiares relacionadas a mi lugar de trabajo.
Me puse de pie e intenté salir de ese lugar, necesitaba un poco de aire fresco, nunca me ha gustado ser el centro de atención, y por ahora Io era.
—¿A dónde vas, Cassie? ¿Te sientes bien? —Me preguntó Gina, con una sincera sonrisa, colocó su mano sobre mi hombro y me lancé a ella para fundirme en un abrazo.
Comencé a llorar, he intentado hacerme la fuerte desde que me rescató Mateo, pero ya no puedo más. Las lágrimas fluían mientras Gina me abrazaba más fuerte y me pedía que me calmara y me transmitía palabras de aliento. Las personas que estaban hablando a nuestro alrededor guardaron silencio y se limitaron a observarme.
Mateo se acercó a mí y me ofreció un pañuelo para secar mis lágrimas, algo que agradecí. Desde que llegamos a esta oficina me dejó sentada en el sofá y se fue hacia otro extremo de la habitación.
—¿Quieres tomar algo? —Me preguntó Hugo colocando amablemente su mano sobre mi espalda.
—Sí, pero prefiero salir a tomar algo. —Dije separándome de mi Ex-jefa, mientras me limpiaba las lágrimas y le dedicaba una sonrisa de agradecimiento— Gracias, Gina, necesitaba un abrazo, para saber que todo va a estar bien. —Volteé a ver a Mateo al decir estas palabras.
Gina y Hugo Io miraron con reproche.
—Yo, siento haberte dejado ahí sentada. —Se disculpó Mateo rascándose la cabeza y dedicándome una media sonrisa.
—Disculpa a mi hermanito, Cassie. Lleva tanto tiempo sólo que a veces se le olvida como ser un caballero. —Me quedé asombrada ante las palabras de Gina.
—¿Hermanos? —Pregunté confundida.
—Sí, Cassie, los tres somos hermanos. —Confesó Hugo.
Me volví a sentar apoyando mi cabeza en ambas manos, ¿cuántas mentiras más voy a descubrir? No tengo palabras para describir Io que estoy sintiendo en este momento. Los chicos se quedaron de pie observándome cerca de mí.
Me puse de pie y salí de la oficina, no podía seguir en ese lugar, fui en búsqueda de Alessandra, necesitaba encararla y descubrir si ella también me estaba engañando.
Nos vimos en un pintoresco restaurante italiano, localizado cerca del edificio en el que trabajamos, al verme me dio un abrazo, esta vez solo derrame una lágrima. Mi amiga aún estaba asustada, pues Hugo le había contado todo Io que había acontecido hace unas horas.
Escogimos una de las mesas decorada con mantel de cuadros blanco y rojo situada cerca de la ventana. El comedor tenía un agradable aroma a tomate, especias y café recién hecho.
Me relajé al respirar el olor a comida recién horneada, pedí un té de manzanilla y una lasaña. Al sentir mi estómago rugir, recordé que no había probado bocado en todo el día y ya casi eran las 5 de la tarde.
Le conté todo Io que aconteció en la mañana con Antonio y por la tarde con la familia de Mateo, omití contarle sobre sus hermanos. Durante mi relato se escaparon un par de lágrimas que corrían por mi mejilla. Aún estaba un poco vulnerable.
—Por Io que veo, ¿ya estás más tranquila? —Me preguntó mi amiga asombrada al verme engullir mi almuerzo.
Asentí con mi cabeza, tenía la boca llena y de seguro manchada de tomate.
—La verdad sí, necesitaba comer algo. Hoy he tenido un día de locos. Jamás pensé que ese hijo de puta fuera a tratarme de esa manera, ¡fui su alumna! ¡Soy una empleada de la compañía de su familia! —Evité alzar mucho la voz para no llamar la atención de otros comensales.
—No sé de qué te asombras, Hugo ya nos había advertido de él. —Mencionó con turbación.
—Hablando de Hugo, ¿conoces a su familia? —Mencioné cambiando de tema. No me apetecía seguir hablando de lo mismo.
—Aún no, se supone que en dos semanas iremos a cenar con ellos. Estoy un poco nerviosa por conocerlos. ¿Por qué preguntas?
Me quedé callada y bajé la mirada hacia mi plato vacío, no me corresponde darle la noticia sobre la familia de Hugo.
—¿Sucede algo? Te quedaste callada. —Preguntó Alessandra sonando confundida.
—Nada. —Le regalé una sonrisa— Aún me sorprende que siendo mejores amigas y roomies, nos hayan escogido para el proyecto. ¿Tienes alguna noticia? —Pregunté para cambiar nuevamente el tema de conversación.
—Aún no, sigo en espera de los detalles. Supongo que pronto se pondrán en contacto con nosotras. —Dijo convencida.
—Debe ser. Vamos a casa, quiero darme un baño y meterme a la cama. —Dije con voz cansina. Solo quería llegar al departamento, encerrarme en mi habitación y despertar mañana convencida de que todo fue un mal sueño.
—Vamos, ¿te apetece ver series? Hay una serie nueva de misterio en la plataforma, que estoy segura de que te va a encantar. —Dijo animada.
—Está bien, veamos series. —Dije sin sonar muy motivada.
Al salir del restaurante nos encontramos a Hugo y Mateo esperando por nosotras. Vi la mirada de amor que transmitían mis amigos, Alessandra sonrió y se acercó a su novio para darle un beso en los labios.