La fogata crepitaba, era el único sonido en aquel bosque.
- Entonces... ¿Qué haremos con ella? - Dijo Bhikz con su voz aguda como una bisagra oxidada.
Bhikz era un goblin, no pasaba del metro treinta, de piel grisácea y enormes ojos de lagarto. Sus dientes eran pequeños y muy agudos, lo que daba la impresión que siempre estaba sonriendo, aunque su boca estuviera cerrada, que ni sus gruesos labios cubrían. Vestía una tosca túnica de lino, pantalones de algodón, botas y un largo chaleco de cuero. Llevaba como capa la piel de lo que parecía un felino pequeño, pero de grandes orejas que cubrían su desordenado cabello castaño.
Cubrió a la chica con varias pieles a la vez que la mantenía cerca del fuego. Esta era rubia, de largo cabello y piel pálida. Era pequeña, incluso para ser una humana, a duras penas pasaría el metro y medio. Su cara era alargada, sus labios pequeños pero carnosos, y una nariz pequeña y respingada, le daban una apariencia infantil. Sus ojos de largas pestañas tenían un leve rocío sobre ellos.
- Deberíamos mejor dejarla morir. Igual le dará un infarto cuando despierte y nos vea - Dijo Zaul con voz profunda y vibrante, como el ronroneo de un gran felino.
Zaul era un naga, y era más alto que el goblin. Cualquiera lo era, pero al menos era de un tamaño menos humillante, como habría dicho él. Su piel era blanca como la cal, pero suave y sin un solo cabello, a excepción de su cabeza, que mostraba una melena larga y amarillenta. Su rostro era reptil, sin nariz y con enormes ojos rasgados de color verde. Al igual que Bhikz, tenía pequeños dientes agudos, pero su boca lucía más humana. Vestía con una camisa ajustada de cuero negro, pantalones anchos con muchos bolsillos, sus botas parecían más bien medias gruesas con dos dedos, y su capa era completamente de plumas negras.
- ¡Eso es demasiado cruel! - Exclamó el goblin mientras ponía compresas tibias en el rostro y pies de la chica - ¡Vrokak, di algo!
El enorme orco Vrokak se limitaba a escuchar mientras montaba la tienda. Su piel era verde grisáceo, y su largo cabello negro lo llevaba recogido en una trenza, con pequeñas trenzas delante de sus puntiagudas orejas. Su rostro era cuadrado, de mirada severa y colmillos inferiores que resaltaban su salvaje apariencia. Vestía con una armadura de piel, gruesos pantalones también de piel, botas y una capa hecha de un gigantesco can con cuernos de carnero.
- Zaul tiene razón, cuándo despierte seguro gritará hasta desmayarse, si es que no muere.
Igualmente, el goblin hacía lo posible por calentar el cuerpo de la chica. El naga se sentó a su lado, con gesto burlón.
- Por no decir qué pensará que la hemos violado.
Esto dejó pensando Bhikz, que sobresaltó al sentir una mano helada sobre la suya. La chica había abierto sus ojos, que eran verdes como esmeraldas, y con una leve sonrisa pronunció una palabra que ninguno de los tres halló coherente.
La chica comenzó a hablar, pero no entendían una palabra, después de un rato, supo que era inútil. Pero lo más increíble era que no solo no se asustó, sino que se mostró amable. Ella se incorporó, pero sin ponerse de pie, cubriendo su torso con las pieles mientras los miraba con nerviosismo y vergüenza, casi como si quisiera llorar.
- Zaul, dale algo de ropa - Ordenó el orco.
- ¿Eh? ¿Y por qué yo? Que lo haga el goblin, él fue quién la rescató.
Al final, la vistieron con una túnica de Bhikz que le quedaba corta, unos pantalones del naga, y con unas pieles le improvisaron unos zapatos. La chica solo sonreía agradecida.
- Delfina - Dijo ella señalándose a sí misma y luego fue poniendo su mano sobre el pecho de cada uno de sus salvadores que le dijeron su nombre, que la chica captó rápidamente - Bhikz, Zaul, Vrokak... Bhikz, Zaul, Vrokak... - Comenzó a repetir mientras los señalaba.
- No habla común, ni gigante, ni orco - Dijo Vrokak cruzando sus brazos.
- Tampoco abisal ni enano - Agregó Zaul.
- Ni goblin, ni élfico y mucho menos feérico - Finalizó Bhikz con preocupación.
- ¿Tal vez algún dialecto humano? - Se preguntó el naga.
- Su pronunciación no se parece a nada que conozca de este continente - Razonó el goblin.
- Tal vez haya escapado de esclavistas - Concluyó el orco.
Y hablando de humanos, escucharon como varios cascos venían a gran velocidad. Aquellos eran caminos poco recorridos, no podían ser simples viajeros. El bosque era tupido, sin ríos ni carreteras cerca, ideal para aquellos que no querían tropezar ni de casualidad con alguna otra persona. O peor aún: Héroes en medio de alguna misión.
Zaul desenfundó dos largos cuchillos, Bhikz sacó de su chaleco un pequeño libro lleno de runas, y Vrokak se equipó con un par de nudillos con gruesas y afiladas puntas y se colocaron todos en posición de combate.
Era un grupo de aventureros, liderados por un paladín. Un clásico. Este llevaba una armadura completa, que relucía como la hoja de una katana. Llevaba un casco con visera, pero se podía ver el largo cabello rojizo que caía por sus hombros y espalda. En su pecho llevaba una estrella de seis puntas rodeada por un círculo azul, símbolo de Oubros, dios de la justicia y la verdad.
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Editado: 10.04.2021