Esa noche no dormí casi nada daba vueltas y vueltas a la cama pensando en todo.
Al día siguiente en la mañana una enfermera llegó a mi habitación, yo estaba terminando de arreglarme y empezó a revisar mi baño, mis basureros, los cajones, mi ropero, y todo lo que pudo, opté por mirarla confundida y cuando terminó me dijo.
-muy bien Andrea, no hay nada que te comprometa con tu tratamiento, no se encontró bolsas plásticas ni cosas con las que te pudieras hacer daño, muy bien-sonrió mirándome-
-¿me explicas?porque no entiendo nada- también la miré, pero esta vez frunciendo mi ceño-
-quizá por ser nueva no sepas aún las reglas de este centro, pero una de ellas es que los internados no tienen que tener nada que se relacione con su problema o cosas que se puedan hacer daño, el resto de reglas las irás conociendo en el transcurso de los días- puso una de sus manos en la cintura y con la otra hacía gestos mientras hablaba-
-a ver, a mí no me tienen que buscar nada, yo sé lo que hago.-dije casi molesta.
-si lo supieras no estarías aquí cariño- sonrió sin despegar los labios-
-me refiero a que yo soy consciente de lo que estoy haciendo no, estoy tan enferma como piensan-
-que bueno que pienses así, ojalá todo lo que digas te ayude a mejorar, ahora vamos a desayunar- ordenó.
Bajamos al comedor, en el camino me iba explicando algunos horarios, cuando llegamos busqué con la mirada a Camila, y ya estaba sentada junto a Santiago. A paso lento me acerqué a ellos, que estaban entretenidos conversando
-hola chicos, buen día- me senté a lado de ellos con una sonrisa normal-
-hola Andrea ¿como amaneciste?- esta niña era muy amable-
-bien súper bien-en seguida pregunté-una pregunta ¿cuando tu familia llama a preguntar por ti siempre te avisan?
-eeh sí, siempre te informan, de hecho hasta cuando llaman a reservar la visita, ¿porque lo dices? – dijo Camila.
-es que, no nada, no es nada.- ¿nada? Pues a mí no me habían llamado desde que entré y me tenía intranquila, impaciente y hasta algo molesta.
Empezamos a desayunar y no comí, rodeaba el plato con la cuchara, pensando y hasta buscandole excusas a mi mamá por su inactividad en llamarme, ¿porque no viene a verme? Me preguntaba muchas veces y hasta justificación le buscaba. Cuando empezaron a recoger sus platos Sara se acercó a mí y se sentó a mi lado.
-Andrea ¿qué pasa? ¿por qué no comes? ¿No te gusta la comida?- preguntó
-sí me gusta, solo que no tengo apetito- traté de sonar tranquila.
-Andrea, este es el primer paso para tu recuperación, ya te lo dije, si no pones de tu parte nada de esto va a funcionar- me observo muy detenidamente- bien, hay algo más dime que te pasa.
-¿mi mamá no llamó verdad?-la miré con los ojos que me ardían por la sensación de llanto que quería soltar-
-ha es eso, no cariño no llamó, pero solo por ahora, estoy segura que ya llamará, tienes que entenderla trabaja todo el día y llega cansada a tu casa, además solo vas algunos días recién- luego sonrió y dijo- cuéntame ¿cómo te tratan veo que ya tienes amigos?- respondió.
-sí, Camila es una niña muy linda muy buena amable y Santiago no me llevo muy bien con él, pero me cae bien, igual y ellos son los únicos con los que hablo.
-sí, Santiago es un poco complicado, pero es un buen chico y poco a poco se llevarán mejor y así consigues más amigos-acarició mi hombro- Andrea ¿te han dado ganas de vomitar estos días o has vomitado?
-el primer día no, ayer que intenté vomitar, pero alguien me ayudó y me pasó- respondí avergonzada
-cariño esto es poco a poco, ya verás que saldrás de esto- ella siempre sonaba relajada a todo- ahora come que tienes reunión a las 10 en la misma aula de ayer ¿si?.
-¿es necesario comer?-dije cerrando un ojo notando desagrado.
-Andreaa- me miró agrandando sus ojos y alargando mi nombre
-ok – me rendí ante la mirada de ella.
Terminé de desayunar no todo pero al menos lo que pude.
Para ese tiempo la comida no era el problema, era el miedo que yo misma me generaba al pensar que en un momento de desesperación votaría hasta lo que no tengo en el estomago.
Busqué el aula, llegué y la clase inició, la verdad es que sí, sus charlas eran muy buenas te explicaban a cerca de muchas cosas te ayudan a superar tus miedos tus temores te ayudan a reflexionar. Y tal vez eso era justo lo que la mayoría de nosotros necesitabamos.
-Andrea cuéntanos, como desarrollas en tu vida lo que aprendes en mi clase- preguntó pasando una pierna sobre la otra. Pero antes de que hablara...
-tal vez en superar el miedo a la comida- dijo Santiago y empezó a reír junto al resto. Eso me dolió, fue muy cruel de su parte decir eso, una sensación extraña de querer llorar me invadió, pero yo no soy débil y un tarado como él no me iba a dejar en verguenza.
-en tenerle paciencia a los idiotas y no estrangularlos- levanté la voz mirando a Santiago-
-ah! y no está aplicando el dejar de ser grosera- dejó de reír para mirarme-
-y tú no dejas de ser un imbécil creyéndose divertido- ambos nos desafiábamos con las miradas mientras contratacábamos.
-ya chicos se callan los dos- dijo con voz firme, y nosotros obedecimos, pero no dejábamos de matarnos con las miradas, en cada ocasión que podíamos, era algo atractivo mirándome serio, pero no dejaba atrás lo imbécil que era.
La charla acabó, salí de ahí esquivando a todos, crucé por dónde tenían a Camila en su quimioterapia, por un segundo intenté entrar a verla, pero me lo impidieron. Tuve otra sesión de yoga a la cuál no iban muchas personas y tampoco aguantaría los comentarios de Santiago.
Para la tarde fui a despedirme de Camila, quien estaba en la puerta junto a Santiago.
-hola Cami vine a despedirme- vine diciendo.
-Andrea hola- sonrió al verme- sí, ya vienen por mí- me miró con aquella mirada tierna que la caracterizaba- sabes te parecerá raro porque recién te conozco y todo eso pero te voy a extrañar.