Prohibido para ambos

Capítulo 9

Al escuchar voces fuera, salgo, pero lo que no esperaba es que Jasper estuviera en mi casa, mirándome como si fuera una total desconocida. Sus ojos grises están fijos, petrificados, incapaces de creer lo que ven. Yo, por mi parte, estoy completamente sorprendida, y en ese momento caigo en cuenta de que él ya sabe demasiado sobre mí. Mi miedo se acumula con cada segundo que pasa.

Jasper es como Benjamín.

Debo estar equivocada, pero solo puedo pensar que debe ser como Benjamín, porque de alguna manera, lo encuentro aquí, como amigo de él. Jasper se muerde los labios y pestañea cuando los brazos de Benjamín me rodean. El rechazo que siento por él me provoca tensión, solo un poco, pero es suficiente para que me sienta incómoda. Agradezco que Benjamín no se dé cuenta de nada. No puedo controlar eso, es como si mi cuerpo reaccionara de forma nerviosa cada vez que Benjamín intenta acercarse. Mi cuerpo y mi mente le temen.

—Ella es mi esposa, Jasper —Benjamín sonríe, como si fuera lo más natural—. Cariño, él es Jasper Lewis, ya te había hablado de él antes.

Una sonrisa perezosa se forma en mis labios, esperando que nadie note lo incómoda que me siento. Fingir, tener miedo. Eso es parte de mi vida. Pero ahora que Jasper está cerca, no puedo actuar con la misma naturalidad de siempre. Porque él sabe demasiado sobre mí. Sabe que traté de suicidarme, y si ese psicópata se entera de todo lo que he hecho, será mi final y el de mi familia. Solo de pensarlo siento como si me desvaneciera.

—Claro —susurro, con una alegría que no siento, la mentira colándose en mi voz.

—Es un placer al fin conocerte —dice Jasper, y yo le paso la mano, la cual toma con delicadeza, dejando un beso en ella. Sus ojos, grises y profundos, son dos pozos oscuros e infinitos de preguntas no formuladas. Está claro que no puede hacerlas ahora, o eso espero. Mi mirada trata de delatar mi deseo de que entienda que no quiero ninguna pregunta en este momento.

—El placer es todo mío, señor Lewis —susurro, respirando aliviada cuando su mirada se aleja de mí, al menos por un segundo.

—Estás espléndida, cariño —dice Benjamín. Las náuseas atacan de inmediato, pero trato de controlarlas.

—Pasemos al comedor, que ya tengo todo listo —anuncio, y ellos asienten. Benjamín es el primero en caminar, dejándome atrás. Todos entran, menos Jasper.

—¿Quién demonios eres? —pregunta Jasper, apretando los labios y frunciendo el ceño. Mi cuerpo se tensa ante la molestia que emana de su voz, pero trato de respirar profundamente, calmar los alocados latidos de mi corazón. La adrenalina corre por mis venas, y me siento tan expuesta, tan vulnerable.

—Te lo explicaré, pero por favor, no digas que me conoces. Por favor.

Jasper asiente sin decir una palabra y entra al comedor. Suspiro profundamente, con la urgencia de querer llorar, pero contengo las lágrimas.

Ingreso al comedor y sirvo todo con manos temblorosas. Ellos hablan animadamente, y me sorprende que Benjamín tenga personas tan educadas y agradables entre sus conocidos, porque yo suelo ver esta casa como un verdadero infierno.

—Esto está delicioso, Allen —comenta Ana, la esposa de Ben, con una sonrisa encantadora.

Ana es una mujer hermosa, joven, de rasgos finos, con el cabello rubio y unos ojos azules que podrían hacerla parecer una modelo famosa. Sin embargo, lo que más destaca es su dulce sonrisa, que hace que me sienta un poco menos incómoda a su lado.

Ben, por otro lado, tiene un cuerpo fuerte, de un bronceado envidiable que probablemente vuelve locas a muchas mujeres. Sus ojos son negros y su cabello castaño.

—Muchas gracias —responde Benjamín, mientras acaricia mi muslo por encima del vestido. Mi cuerpo entra en tensión, sintiendo cómo el pánico me consume.

No quiero. Aleja tu mano, por favor.

—¿Por qué no invitaste a tu novia, Santiago? —pregunta Benjamín, limpiándose los labios con la servilleta.

Y así llegamos a Santiago. Un hombre con unos ojos azules que son los más bonitos que he visto, con el cabello oscuro y muy abundante, y una sonrisa que podría parecer encantadora si no fuera porque a estas alturas, temo a todos los hombres.

—Tenía asuntos que atender —responde Santiago, con una pequeña sonrisa.

—El único soltero aquí es Jasper —se burla Benjamín, y una risa escasa sale de su boca.

—¿En serio? —pregunta Benjamín, sorprendido. —¿Quién es, Jasper?

Jasper aprieta la mandíbula, como si hablar sobre esta chica lo molestara profundamente.

—Alguien —responde con voz distante.

—Es una chica a la que ayudó un día cuando intentó suicidarse —mi cuerpo se tensa de inmediato. Todos en la mesa se dan cuenta de ello.

—¿Una chica que intentó acabar con su vida? —pregunta Benjamín, mirando a su amigo con interés.

—No quiero hablar del tema —dice Jasper con tono tajante.

—Ben —es Santiago quien le advierte con la mirada, y Benjamín se queda en silencio.

—De seguro es una pobre infeliz que no sabe disfrutar la vida —dice Benjamín, relajado, como si fuera una opinión sin importancia—. No es como si fuera la primera, seguro su novio la dejó o la engañó, y ahora quiere matarse. Las mujeres son tan dramáticas a veces. Lo bueno es que tengo una esposa muy inteligente que jamás haría algo así. ¿Verdad, Allen?

La amenaza en su voz es clara, y solo yo puedo entenderla. Por eso le regalo una sonrisa preparada, como todas las que le doy a él.

—Exacto —miento descaradamente, y la sensación de culpa me recorre como una ola.

—Una esposa muy hermosa y sexy —Benjamín me besa, y me obliga a corresponder de manera entusiasta, como si fuera lo que se espera de mí.

—Creo que ya no puedo comer más. Eres una excelente cocinera, Allen —dice Jasper, con un toque de ironía que me desconcierta.

—Gracias por el cumplido —respondo, mientras todos terminan y se levantan para ir a la sala. Yo me quedo recogiendo la mesa.




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