Promesas de papel: cuando tus manos rozaron la mía.

Capitulo 28

Después del eco

(Alice narrando)

La tormenta había terminado, pero el ruido seguía dentro de mí. No eran truenos esta vez, era ese tipo de silencio que grita… el que se queda cuando ya no hay nada más que decir.

Después de la confesión de Thiago, todos se dispersaron del salón común del campamento. Nadie podía mirarme a los ojos. Algunos por lástima, otros por culpa. Pero todos, sin excepción, parecían aliviados de que la verdad hubiera explotado por fin.

Yo no.

Salí de la cabaña sin decir una palabra. Caminé entre los árboles empapados, dejando que la llovizna me cayera en la cara como si pudiera borrar algo, limpiar algo. Pero nada se iba. No el temblor en mis manos. No el hueco en el pecho. No el recuerdo de todos los ojos sobre mí cuando Thiago lo dijo.

> “Sí, estuve con ella. Pero no fue como dicen. Fui yo quien jugó con los dos.”

Cada sílaba todavía resonaba. Cada mirada, cada respiración contenida.

No sé cuánto caminé. Tal vez unos minutos, tal vez horas. Me detuve cuando llegué a una zona alejada del campamento, donde los árboles formaban una especie de refugio natural. Ahí me dejé caer sobre la tierra húmeda, respirando con dificultad. Sentí cómo las lágrimas se mezclaban con la lluvia.

Por primera vez en mucho tiempo, no traté de detenerlas.

Pensé en Ethan. En cómo me miró antes de soltar el golpe. En cómo no me dijo nada después. Esa mezcla de dolor y decepción en sus ojos dolía más que cualquier palabra. Y, sin embargo, también había algo distinto ahí: una especie de comprensión muda. Como si entendiera que, aunque lo que Thiago dijo era verdad, ya no importaba del todo.

Porque yo ya no era la misma de antes.

Me abracé las rodillas y cerré los ojos. El eco de las voces en la cabaña se mezclaba con el sonido distante del viento. Me sentía vacía… pero, de un modo extraño, también libre.

Libre de las mentiras.
Libre del miedo.
Libre de fingir que no me duele.

Por un momento creí estar sola. Pero escuché pasos detrás de mí, suaves, dudosos.

—¿Puedo sentarme? —preguntó una voz que no esperaba oír.

Levanté la vista. Era Thalía.

Tenía el cabello mojado, pegado al rostro, y los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando. Aun así, se veía contenida, más tranquila que de costumbre.

—Haz lo que quieras —dije sin fuerzas.

Se sentó a mi lado, dejando un espacio prudente entre las dos. Ninguna habló al principio. El sonido de la lluvia cayendo sobre las hojas llenaba el silencio.

—Nunca quise que llegara a esto —dijo al fin, con la voz baja, temblorosa.

Reí, amarga. —Claro que no. Solo querías que me humillaran, ¿no?

—Sí —admitió sin dudar. —Pero no pensé que dolería tanto verlo pasar.

Eso me desarmó. No porque fuera una disculpa, sino porque era honesta. Giré la cabeza y la miré. Por primera vez, Thalía no parecía segura ni altiva. Parecía… humana.

—Siempre creí que me odiabas —dije.

Ella bajó la mirada. —Yo también lo creí. Pero no era odio. Era… envidia. —Tragó saliva con dificultad—. Envidiaba la forma en que la gente te miraba, cómo podías ser tú sin pedir permiso.

Me reí, casi sin aire. —¿Yo? ¿Ser yo? Thalía, he pasado años fingiendo que no me duele existir.

Ella me miró sorprendida, como si nunca hubiera considerado que detrás de mi silencio hubiera algo más que debilidad.

—Mi mamá… —empezó ella, y su voz se quebró—. Siempre me dice que tengo que ser perfecta. Que no puedo mostrarme frágil, que debo mantener la imagen. A veces siento que no sé quién soy sin su voz en mi cabeza.

Nos quedamos calladas. Era raro, casi surrealista, compartir vulnerabilidad con alguien que había sido tu peor enemiga. Pero en ese momento no éramos eso. Éramos solo dos chicas rotas tratando de entenderse.

> “No éramos enemigas, solo dos chicas intentando ser amadas en el mismo lugar equivocado.”

—Siento todo lo que te hice —dijo al fin. —De verdad, Alice. No lo hice porque fueras mala. Lo hice porque me recordabas todo lo que yo no era.

Sus palabras me hicieron un nudo en la garganta. Quise decir algo, pero no pude.

Ella siguió: —Y Thiago… —bajó la cabeza—. Supongo que me aferré a él porque me hacía sentir importante. No porque lo amara, sino porque creí que si él me elegía, valdría algo.

La lluvia caía más suave ahora, como si también se estuviera cansando.

—Yo tampoco lo amaba —confesé. —Solo fue una confusión, un error. Y después me dio miedo hablar, miedo de empeorarlo todo.

—Lo entiendo —susurró. —Yo también he callado por miedo.

Por un momento, la lluvia cesó del todo. El aire olía a tierra mojada y hojas frescas. Miré al cielo gris y sentí algo parecido a la paz.

Thalía se levantó, pero antes de irse me miró con los ojos brillosos.

—No sé si puedas perdonarme, pero gracias por escucharme.

Asentí. —No sé si puedo perdonarte todavía… pero sí te entiendo. Y eso ya es algo.

Ella sonrió apenas, con tristeza. —Eso es más de lo que esperaba.

Cuando se fue, me quedé mirando su silueta perderse entre los árboles. Pensé en todas las veces que quise ser invisible, en todos los días que me odié por no encajar. Y entonces lo entendí: no era que el mundo me odiara, era que yo no sabía amarme sin condiciones.

Me quedé un rato más, respirando hondo. Dejando que el viento se llevara lo que quedaba del dolor.

Hasta que escuché una voz familiar detrás de mí.

—Te he estado buscando por todas partes —dijo Ethan.

Me giré. Estaba empapado, con la camiseta pegada al cuerpo y los ojos llenos de preocupación.

—Tenía que estar sola un rato —respondí, secándome la cara con la manga.

—Lo sé —dijo acercándose—. Pero no quería que te sintieras sola.

Ese matiz, esa diferencia entre estar sola y sentirse sola, me tocó profundamente.

—Thiago dijo la verdad —susurré.

—Lo sé —respondió él sin dudar. —Y también sé que no eras la misma persona que ahora. Todos cargamos con algo, Alice. Yo con la pobreza. Tú con tus miedos. Él con su culpa. Pero eso no borra lo que tenemos ahora.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.