Cuando todo el salón quedo vacío Mike se paró frente a mi mesa dejando solo una pequeña distancia entre él y yo.
— ¿Tan mal estuvo? - pregunté nerviosa.
— No, solamente me sentí identificado - su voz suena más hermosa.
— ¿Usted ha hecho que alguien cambie?
— No, me trataron de cambiar a mí - me mira detenidamente y ya no soporto más la curiosidad.
— ¿Por qué me mira así?
— Así ¿cómo? - sonríe como si le hubiera hecho un chiste.
— Nada, ¿necesita que le deje el cuaderno?
— No.
— ¿Entonces? Usted indicó que necesitaba verlo de nuevo.
— Excusas Maya - suspira y no entiendo a que se refiere, pero sigue mirándome como en espera de que haga o diga algo.
— Me voy entonces - tomo mis cosas y me pongo en pie, dudo de si pasarle por el frente o darle la vuelta al salón, mi cuerpo se paraliza sin saber que hacer mientras él sigue sin decir nada.
— Puede, me deja - Dios estoy tan nerviosa que mi cerebro y mi boca no logran coordinarse.
— Claro - Mike se echa atrás dejándome un espacio para cruzar y lo hago sin dudar, pero en el momento menos esperado me detiene tomando mi mano, Dios la electricidad que mi cuerpo siente en este momento es indescriptible, sus manos tan suaves pareciera que nunca ha tenido que pasar trabajo, nos quedamos en silencio mirándonos más cerca de lo debido.
— No existe el Dios del amor Maya - su aliento choca con mi cara, ese olor a menta jamás lo olvidaré, mi corazón sin dudas quiere salirse de mí.
— Quizás para usted no - digo finalmente aun sosteniendo su mano y es que no quiero que la suelte debo de ser sincera con eso.
— Quizás.
Los minutos no avanzan para mí y si pudiera pedir algo es quedarme aquí en este momento justo ahora, con él. Luego de un rato sin movernos y únicamente mirándonos sin cesar Mike suelta mi mano.
— Después de todo si voy a necesitar su cuaderno - le extiendo el cuaderno sin decir nada y salgo del salón más nerviosa aun, estando afuera respiro como si no lo hubiera hecho durante todo el momento que estuve ahí frente a él, Dios tan cerca y tan lejos.
— Maya - escucho a Michelle grita de lejos corro hacia ella y me la llevo a lo más tranquilo del campus.
— Pero tranquila, no tienes que actuar así - grita detrás de mi mientras continuo casi arrastrándola.
— Lo siento - digo llevándome una mano a la frente la misma mano que sostuvo la de el.
— Que te pasa?
— No lo se.
— Como que no lo sabes? - sonríe esperado una respuesta clara por parte de mí.
— Me he enamorado - los ojos de Michelle se abre de par a par.
— ¿Que?
— Si.
— Pero, ¿de quien?
— Ese es un problema - confieso.
— ¿El estar enamorado es un problema?
— No Michelle, de quien lo estoy ese es el problema.
— Cuéntamelo.
— ¿Prometes no juzgarme? - el miedo se apodera de mí, Michelle nunca ha interferido en mi vida amorosa más que con Erick y en el momento en que le cuente de quien se trata quizás no vaya a ser la mejor idea.
— Mike Maslow - digo finalmente.
— ¿Y ese es?
— Mi maestro de literatura - Michelle no lo cree, se lleva una mano al pecho y se queda mirándome detenidamente.
— Di algo - le grito.
— Maya Ford, eso es algo serio.
— Lo sé.
— Y peligroso.
— Si.
— Incorrecto.
— Lo se Michelle no te estoy diciendo que me casaré con el.
— Te apoyo - dice dando un pequeño salto.
— ¿Que? - no esperaba esa reacción por parte de ella, pensé que me iba a mandar a pensarlo mejor o que se iba a negar en que sienta esto.
— Me di cuenta cuando estábamos en la cafetería.
— ¿Entonces? - pregunto esperando a que me indique el siguiente paso.
— ¿El té ha expresado algo?
— ¿Algo de que Michelle?
— Si siente lo mismo, Maya.
— No, no voy a estar preguntándole eso.
— Entonces te quedaras callada.
— Michelle es mi maestro, sabes lo que dijeron en la primera charla cuando llegamos esto es prohibido pueden expulsarme y él puede perder su carrera.
— ¿Que a pasado entre ustedes? - Michelle me conoce bastante bien y no puedo ocultarle nada.
— Me pidió quedarme en el salón y me tomo la mano - Michelle dio un grito que puedo jurar se escuchó casi en el campus completo, algunas personas que estaban un poco retiradas de nosotras voltearon para vernos.
— Michelle baja la voz - le exigí.
— Maya él siente lo mismo.
— Solo me tomo la mano Michelle.
— Deja de hacerte la estúpida.
— ¿Tú crees que si?
—Claro, aunque no debes decirle esto a nadie y mucho menos a Erick.
Estoy totalmente de acuerdo con Michelle, el que menos debe de enterarse de algo es Erick, durante el resto del día no volví a ver a Mike. Michelle, Erick y yo estamos de camino a casa y muy en el fondo no quiero llegar porque sé que mi madre me estará esperando.
— Hasta mañana chicos - me despido y camino a la casa, el olor a pollo inunda mi nariz inmediatamente y me dirijo a la cocina.
— Hola mama - saludo un poco nerviosa.
— Hola cielo, ¿cómo te fue?
— Todo bien ¿y tú?
— Bien, no te conté nada ayer por lo que paso.
— No te preocupes - la interrumpo.
— He renunciado - no podía creer lo que me decía mi madre llevaba toda su vida en ese trabajo de secretaria.
— ¿Por qué? ¿Qué pasara con nuestros gastos y la universidad?
— Julio me lo pidió, quiere que me preocupe más por él y por la casa y por los gastos no te preocupes él nos dará todo incluyendo tu universidad.
—Pero mama.
— Maya no empieces, mejor agradécele que no nos faltara nada.
No podía creer esto, ahora vamos a depender de él, ¿de ese mentiroso e infiel hombre?
— Arregla la mesa, ya la cena esta - me pongo de pie y tomo los platos organizo la mesa poniendo todo en su lugar, después de 15 minutos esperando a que todo este Julio aparece en la cocina besando a mi madre de una manera poco apropiada y sin importarles que estuviera ahí.