La gigantesca casa tenía una tonalidad gris, o al menos esa era la forma en la que Oscar la veía al sentirla carente de vida. No es qué su casa no fuera hermosa, tenía un diseño y arquitecturas muy llamativo. Solo que le faltaba ese toque de vida, movimiento tenia, los robots de limpieza y seguridad podrían encontrarse en casi cualquier lado. Sin contar a las plantas lo único orgánico sería el propio chico, pero ni así mismo se contaba como algo que le sumara vida al lugar.
En el amplió sillón de la sala se encontraba sentado, en frente una gigantesca pantalla plana reproducía una película que salió hace pocas semanas. El reloj digital de la pared marcaba las 03:00 PM, hace una hora que se había desocupado de su solitario almuerzo y todavía le quedaba otra hora más antes de tener que salir <Creo que me falta un poco de emoción, esta película no me está generando tanta emoción como antes>. Aunque eso también podía deberse a que ya llevaba viéndola más de cinco veces.
Oscar observó a un costado suyo donde el robot sirviente lo acompañaba, esa era la mayor compañía a la que podía aspirar en estos días, no como hace un par de meses. –¿Qué te parece la película?
El robot se giró sobre su propio eje para que la cámara y pantalla digital con su rostro observaran al chico. –La película “La Niña Elegida por las Estrellas” es una muy buena película, obtuvo una calificación de 4,3 estrellas y algunos de los mejores críticos la definen como…
–No –interrumpió a la máquina–. Me refería a personalmente a ti, que te parece.
–Lo siento, solo soy un robot de servicio y compañía. No estoy programado para desarrollar juicios propios.
–Ashhhhh. –Oscar se llevó las manos a la cabeza para enredarse los dedos en su rulado cabello rubio, seguido procedió a tirar de ellos–. No tiene sentido. –Levantó sus pies del suelo para llevarse las rodillas a la altura del pecho y abrazarse las piernas–. Sin él ya no es lo mismo, volvió a ser todo como antes.
–Alerta, realizar esa acción puede generar perdida del cabello. –El robot se acercó un poco más a él–. Estoy detectando bajos niveles de progesterona y cortisol. Se recomiendan fármacos.
Levantando su mano Oscar alejó al robot de su lado del sillón–. Ya no quiero antidepresivos, me dan mucho sueño. –Volvió a ocultar su cabeza debajo de las piernas.
Entonces un recuerdo llegó a su mente, de hace ya un par de meses. Antes tenía una excusa para poder salir a ver películas al cine con alguien:
Los dos no paraban de reírse y es que la persona que lo acompañaba soltaba muchas ocurrencias que a Oscar les parecían divertidas, ambos bajaban las escaleras del cine hacia un pasillo lleno de comercios y con un enorme patio de comidas a un lado, que es hacia donde ellos se dirigían.
Oscar se aseguró de sacarle una captura al ticket digital de sus entradas para guardarla como un recuerdo. –Quizás sea por la emoción pero ya quiero que salga la tercera parte así también podemos ir a verla.
Los ojos marrones oscuro de la persona que lo acompañaban bajaron al suelo por un momento, parecían un poco apenados. –¿No lo sabes? –preguntó con un tono algo preocupado que llamó la atención de Oscar.
–¿Qué? No ¿A qué te refieres? –Quiso saber mientras buscaban una mesa vacía para sentarse.
–Un huracán radiactivo azotó la zona de filmación, así que toda la producción se detuvo.
El joven seguía sin entender cuál era el problema. –Pero bueno entonces que vayan a grabar a otro lado y listo.
–No, no es solo eso Oscar. –Escuchar su nombre dicho por esa voz le generó un placentero escalofrió que bajó por su espalda–. Muchos familiares de los actores resultaron muy heridos, así que ellos estaban acompañando ese momento de crisis. –La persona que lo acompañaba puso una mueca incomoda–. Además, los comentarios del director sobre la situación de Medio Oriente si perjudicaron un poco la película. A estas alturas ya no sé si van a cancelarla o no.
Los dos encontraron una buena mesa así que se instalaron allí. –Eh ¿entonces por eso esta película no alcanzó ni las cuatro estrellas como la primera parte? Te juro que pensé que era porque mis teorías, con muchos fundamentos por cierto, no se habían cumplido.
–Jajajaja vives en una burbuja. Y tus teorías no eran muy buenas que digamos.
–¡¿Cómo qué no?! –Oscar cruzó sus brazos y fingió enojarse–. Mis argumentos eran mucho mejores para justificar la muerte de esos personajes, y mi interpretación de la profecía de las estrellas también.
–Si claro, si defiendes la muerte de bebes ahogándose y genocidios –le contestaron con un tono burlón.
Oscar notó que las mejillas le dolían de tanto sonreír, pero ignoró eso para desarmar sus brazos y empujar a la otra persona. –¡Eso no es lo que dije!
–Eso fue lo que me diste a entender jajajajaja.
–Mentira jajajaja.
-----O-----
La limosina de tamaño familiar quedaba muy grande cuando solo la ocupaba una persona, perdía su propósito. Moviéndose por la avenida del Bicentenario de la Batalla de Salta el vehículo se detuvo con la luz roja de un semáforo, en una búsqueda de estar cerca de alguien Oscar estaba sentado cerca de la cabina del chofer, aunque no hablaban ya que el chico perdía su mirada por el cielo gris de la ventana.
Fue entonces que algo le sorprendió, un sonido pequeño pero contundente. Una gota de agua cristalina (sin su clásico brillo verde) cayó sobre la ventana, el joven no tuvo tiempo de analizarla porque rápidamente empezaron a caer más y más hasta formar un tamborileo sobre el auto, la calle y los demás autos.
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Editado: 20.03.2024