Proyecto Timewarp (serie "Delta 3", nº 6)

Reinicio...

El Cisne Negro se encontraba a punto de atravesar un puente de Einstein-Rosen, un objeto astronómico conocido vulgarmente como agujero de gusano, se trataba de atajo natural en el espacio que lo llevaría a una muy lejana, y temible, zona del universo conocido: los límites del imperio draconiano, una raza de reptiles inteligentes, mucho más avanzados tecnológicamente que los humanos, y asimismo en extremo violentos y dominantes.
—Punto de salto espacial al alcance —informó Spica.
—Adelante, ingresa... «Al mal paso darle prisa» —le autorizó Rigel, quién no estaba nada feliz con este contrato, por considerarlo en extremo peligroso.
—Ya deja de preocuparte, Rigel... Si aparece una nave de los draco te aseguro que la acabo al instante, con las armas que tenemos equipadas no hay nada que temer —dijo Nova, él nada le respondió, apenas si la miró fugazmente de reojo.
Minutos después, emergieron por el otro extremo de aquel pasaje...
—Allí está el agujero negro, y también el planetoide hacia el cual nos dirigimos.
Estableciendo curso...
¡Oh, oh! Un momento, los sensores detectan algo pequeño, está a unos pocos kilómetros a estribor. Haré un acercamiento visual.
De inmediato, apareció en la pantalla principal del puente la imagen de un cuerpo flotando, inmóvil... a la deriva.
—¿Un astronauta? —se preguntó Nova extrañada.
—Eso parece... pero es algo extraño, no detecto naves, ni restos de ninguna estructura, ni nada de nada, en las inmediaciones —especificó Spica.
—Como sea, vamos a recogerlo. Si no está muerto, supongo que podremos ayudarlo —ordenó Rigel.
El cuerpo fue introducido al Cisne Negro y llevado a la enfermería...
—¿Qué clase de traje espacial es este?, no lo reconozco —dijo Nova.
—Ni yo, y mi base de datos es muy completa —refrendó Spica—.
Parece muerto, no hay signos de vida. Va a ser mejor que salgan de la enfermería, la sellaré de manera hermética, para prevenir una posible contaminación, antes de quitarle el casco.
Rigel y Nova salieron, y Spica procedió... y en cuanto lo hizo se quedó estática, solo mirando sorprendida el rostro perteneciente a aquel cuerpo.
—¿Qué pasa, Spica? Nos tapas con tu cuerpo, ¿qué tanto estás viendo? —le preguntó Nova.
—Esto es... ¡imposible! Necesito de un momento para hacer una simple prueba —respondió Spica al tiempo que tomaba una muestra de sangre del cuerpo y la introducía en el secuenciador genético...
—¿Qué? ¡ya dinos! —insistió Rigel.
—Va a ser mejor que lo vean ustedes mismos —les dijo entonces Spica—. Pueden pasar, la zona se encuentra completamente limpia de microorganismos. La causa de la muerte fue una simple asfixia.
Ansiosos y curiosos, Rigel y Nova se apresuraron a ver que era lo que tanto intrigaba a Spica, y cuando lo vieron comprendieron la causa de su confusión: ante ellos estaba el cadáver de Rigel.
—El análisis de ADN indica que eres tú, y según sus marcadores de crecimiento tiene tu misma edad —le dijo Spica a su capitán.
—¿Será un clon? —preguntó Nova.
—Es posible, o tal vez sea una versión de Rigel procedente de otra dimensión... u otro tiempo, de un futuro cercano —sugirió Spica.
—Cualquiera de esas dos últimas posibilidades explicaría lo de este traje desconocido —opinó Rigel.
—Sin embargo, no creo que provenga de otra dimensión —opinó Spica—. Este traje, por más extraño que sea, es compatible con nuestros sistemas y protocolos: tiene una computadora integrada con la que puedo comunicarme —agregó mientras establecía un enlace—...
No hay muchos datos útiles, solo parámetros vitales del piloto, y un mensaje de audio que este dejó grabado —finalizó al tiempo que lo reproducía:
—Déjalas ir, solo así las salvarás... —expresó una agonizante voz, similar a la de Rigel, con su aliento final.
Todos se miraron extrañados, sin comprender el significado de aquel breve mensaje.
—Por lo pronto, almacenaremos el cuerpo en frío... luego veremos que hacer con él —dijo Rigel rompiendo el momento—.
Ahora tenemos que concentrarnos en la misión —concluyó tratando de lucir controlado, ya que, internamente, ahora estaba más preocupado que nunca.
De ese modo, el Cisne Negro se encaminó hacia el planetoide que orbitaba el hueco negro y descendió en la base del GM allí establecida, lugar en donde, nuevamente, se reunieron con el doctor Kaus, quien otra vez los condujo a su laboratorio central para mostrarles su maravillosa creación...
—Este es el Proyecto Timewarp, el primer cronotraje creado por el hombre, una máquina del tiempo.
Ahora por fin estaba clara la procedencia del Rigel muerto y su extraña armadura: ambos eran del futuro... un futuro inminente.
La charla prosiguió con el doctor explicando algunas generalidades sobre el funcionamiento del traje y el viaje en el tiempo.
Rigel lo escuchaba muy atentamente, en su mente sabía que pronto el devenir de acontecimientos lo llevaría a estar vistiendo esa máquina del tiempo, necesitaba saber cuanto antes como operarla.
—¡Usted es un auténtico genio, doctor!, y no lo digo por adularlo, créame, esta creación suya es sencillamente ¡admirable! —enfatizó Rigel acercándose al traje—.
El viaje por el tiempo es algo que me ha fascinado desde que tengo memoria —mintió—... y he aprendido cuanto he podido, pero siempre ha sido de fuentes teóricas, nunca algo real..., algo como esto.
Siento mucha curiosidad por saber más; dígame, por favor, cómo se controla el viaje con el cronotraje. Debe ser algo muy complejo, me imagino.
—Al contrario, es muy sencillo, e intuitivo. Déjeme mostrárselo en este simulador —le dijo Kaus tomando un dispositivo similar a la consola integrada en uno de los antebrazos de su creación—.
Todo se opera desde esta pantalla táctil —agregó encendiéndola—.
Con este deslizador, que va del 100 % al 0 %, el operador hace que el tiempo que rodea al traje se vuelva cada vez más lento, tiempo ralentizado, hasta detenerlo completamente, tiempo nulo.
Esta barra, en la parte superior, indica la reserva de taquiones que aún le queda al traje. Cuanto más se altera el flujo del tiempo más rápido se consume... y cuando se acaba, se vuelve al tiempo normal.
—Usted también dijo que puede hacer saltos hacia atrás, o hacia adelante en la línea temporal, ¿cómo los hace?
—Los saltos dependen de la reserva de taquiones que tenga el traje al momento de suceder el evento; hasta el último taquión remanente es consumido en cada salto, lo único que el piloto puede decidir es si salta hacia adelante, o hacia atrás, y para eso están estos dos botones con las flechas.
Fácil, ¿no le parece?
—Sí, realmente... muy fácil —aceptó Rigel pensativo y nervioso.
En ese momento, sonó la alarma de ataque de la base:
—Nos atacan, doctor. Son los draconianos, y los nuevos sistemas de defensa aún se encuentran fuera de línea —le informó a Kaus uno de los encargados de la seguridad.
—Que las mercenarias se encarguen de protegernos, ¡para eso las contratamos! —le contestó este, visiblemente alterado.
Rigel usó ese breve instante para enfocarse en un enorme indicador numérico, mismo que se encontraba en el centro de aquel laboratorio y que parecía ser una especie de reloj local, y memorizó aquella marca de tiempo.
La batalla se volvía a desatar como antes, y en minutos la invasión a las instalaciones se repitió...
—¿Qué puedes decirme del avance de los lagartos? —le preguntó Rigel al hombre que había informado del ataque.
—No mucho, me temo... Solo sé que vienen de la cara oculta.
—Es una típica táctica de los draco —dijo Nova—. Cuando asaltan objetos estelares de pequeño porte, como pueden ser planetoides, satélites y hasta asteroides grandes, se posicionan en el hemisferio oculto, y allí desembarcan.
Luego lanzan un ataque desde todas las direcciones, mientras sus naves principales quedan a salvo, enviándoles refuerzos constantes, para mantener la presión...
—Estamos siendo desbordadas —le dijo una de las mercenarias que acompañaba al doctor; aquella guerrera era una de las comandantes, y estaba al tanto de la situación en tiempo real, recibía todos y cada uno de los reportes directamente en su cerebro a través de un implante que la unía mentalmente a sus subordinadas.
—Nos largamos, entonces —dijo Rigel—. Vamos hasta el Cisne... Doctor, acompáñenos, usted viene con nosotros.
—Se lo agradezco capitán, solo déme un segundo para empacar el cronotraje, no puedo dejarlo aquí.
—Adelante, ya me imaginaba que diría algo así...
De ese modo, nuevamente, aquel grupo se dirigió al hangar, el cual ya estaba en poder de los reptilianos.
Esta vez se detuvieron en la entrada, donde se cubrieron por un fatal instante en el cual el doctor fue acribillado, y murió en el acto sin poder decir nada.
—Salvaré su invento, doctor... Le doy mi palabra —le dijo Rigel al cuerpo sin vida del científico.
—¡Esas máquinas de allí nos servirán de cobertura! —gritó la comandante andromedana, mientras su hermana se adelantaba para tomar aquella posición...
Pero al llegar, fue alcanzada por los drones enemigos que, otra vez, la destrozaron.
—¡¡¡Hermana!!! —gritó la desconsolada líder amazona entre lágrimas de furia e impotencia.
—No, todo será inútil..., no lo vamos a lograr —dijo Spica—. Aún si pudiéramos llegar hasta la nave, la compuerta externa está cerrada, y no hay nadie en el control para abrirnos —señaló mirando a la cabina desde donde se operaban las funciones del hangar.
En ese instante, Rigel recordó el mensaje que el otro Rigel, con su último aliento, había dejado grabado en su cronotraje: «déjalas ir, solo así las salvarás»; y, creyendo finalmente comprenderlo, supuso que el destinatario era nada menos que él mismo...
—Spica, quiero que te dirijas a la cabina de control y que nos abras la compuerta del hangar en cuanto Nova y yo abordemos el Cisne —le ordenó—; y tú —le indicó a la comandante mercenaria—, irás con ella; la protegerás con tu vida, así tengas que ser su escudo, y evitarás que caiga a toda costa. ¿Entendido?
—Rigel, al abrir el hangar al exterior el lugar desde donde se lo controla quedará sellado hasta que vuelva a ser cerrado —le dijo Nova—. Ninguna de ellas podrá volver.
—Lo sé.
—Esa orden implica que... —Nova no pudo completar la oración, casi no podía creer que Rigel la hubiera dado.
Spica los miró con un dejo de tristeza, aceptando su destino, la guerrera amazona, en cambio, se encontraba tan ciega de furia que la aceptó gustosa.
—Despliéguense cuando estén listas; Nova y yo saldremos un par de segundos después, cuando el fuego de los dracos se concentre sobre ustedes —les indicó finalmente Rigel con absoluta frialdad.
Fue así que Spica salió corriendo hacia la cabina de mando, con la guerrera andromedana por detrás de ella, abriendo fuego constante sobre las posiciones draconianas.
Rigel y Nova aguardaron la respuesta inicial de los reptiles... y entonces corrieron hacia la nave tan rápido como pudieron; y, para cuando sus enemigos advirtieron el ardid, ambos ya habían entrado.
—No puedo creer que estemos abandonando a Spica así. ¡¿Cómo pudiste dar esa orden, Rigel?! —le increpó Nova, no hubo respuesta.
En apenas unos momentos, el hangar quedó al vacío; acto seguido, la compuerta principal se abrió, y la nave comenzó su ascenso entre los disparos de sus enemigos...
Al salir, Rigel estableció el curso de la nave directamente hacia el agujero de gusano para abandonar el sector:
—Nos persiguen —advirtió Nova—. Es una... ¡no!, corrección, dos naves draconianas de guerra, y vienen muy rápido, nos alcanzarán antes de llegar.
—Bien. Entonces, tú disparas y yo conduzco, como en los viejos tiempos, cuando nos conocimos —le dijo Rigel.
En cuanto la primera nave enemiga estuvo dentro del rango de las armas del Cisne Negro, Nova la atacó con todo el arsenal que tenía a bordo... y el objetivo no pudo eludir aquel masivo ataque, la nave draconioana recibió múltiples impactos, y estalló en pedazos.
—Una menos —dijo Nova, y en apenas dicho esto fue sorprendida por uno de aquellos enormes reptiles, que la atacó por la espalda.
Con una rápida reacción, Rigel desenfundó su arma y ejecutó al alienígena en el acto, acribillándolo... De inmediato se apresuró a asistir a Nova, quien había quedado en el suelo, malherida.
—Ese maldito —dijo ella hablando con dificultad.
—Tranquila, no te esfuerces.
—Ya veo... ¿tan grave es?
La respuesta de Rigel fue su silencio, el enemigo había usado una especie de puñal con el que le había hecho a Nova una gran herida por la espalda la cual salía por su abdomen, la pérdida de sangre era grande, enorme, su traje de presión apenas retrasaría su muerte por unos pocos minutos.
—No puedo mover mis piernas, creo que tengo seccionada la médula espinal —dijo ella autoevaluándose.
De ese modo, Nova volvería a morir en aquel punto específico de la línea del tiempo, aunque sería de un modo distinto esta vez.
Rigel estaba muy confundido, hasta ese momento pensaba que el haber abandonado a Spica en la base del planetoide había sido lo correcto para salvarla a ella, que terminaría siendo capturada, y a Nova también, con quien él escaparía en el Cisne Negro; ahora, no sabía en que se había equivocado.
En unos pocos segundos, pensó frenéticamente que debía hacer... «déjalas ir, solo así las salvarás», fue el conciso mensaje dado por su otra versión, ¿dónde estaba la clave? ¿dónde?... si es que la había.
Y ahí se dio cuenta, la clave de todo estaba en él, era él quien debía morir para salvarlas a ellas.
Pero ahora ya era demasiado tarde, al menos para Nova, y solo tenía una opción, debía sacrificar todo con tal de sobrevivir, sobrevivir para volver nuevamente, y esta vez hacerlo bien.
Se dirigió a los controles de la nave y detuvo los motores.
—¿Qué haces, Rigel? Si te detienes los dracos nos atraparán —le preguntó Nova.
—Eso ya no importa... volveré atrás en el tiempo para arreglarlo todo.
—Pero, el Rigel que encontramos había muerto asfixiado.
—Spica estuvo revisando la bitácora de su traje, según me dijo, ese Rigel se lo colocó con una reserva de oxígeno mínima, ella dedujo que lo hizo en el vacío. Esta vez será distinto... —finalizó.
En ese momento, se comenzaron a escuchar ruidos provenientes del exterior de la nave.
—Son los dracos... acaban de sujetar al Cisne con un rayo tractor, pronto desplegarán una manga y cortarán el casco para ingresar —dijo Nova—.
¿Me dirás adiós aunque sea?
—No es tan fácil...
—Sí, sí que lo es, Rigel; y además es tu última oportunidad —concluyó ella, quedando a la espera de lo que él quisiera hacer.
Y así, sus rostros se acercaron, y ambos se dieron el más intenso beso que sus labios pudieron concebir... y el más triste que sus corazones sintieran alguna vez.
—Prométeme algo... —le dijo Nova, y le susurró algo al oído.
—Lo haré, te lo juro —le aseguró Rigel; y, de ese modo, se fue hasta la bodega secundaria de la nave, donde había dejado el cronotraje, y se lo colocó... y, una vez más, saltó en el tiempo.



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En el texto hay: drama, accion, aventura

Editado: 02.07.2022

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