Un pequeño grupo de agentes lograron escapar de la explosión de su base. Se llevaron consigo a Gerda y optaron por resguardarse en la cueva donde ella se refugió meses atrás.
Aún no podían explicarse cómo una mujer normal podía ocasionar tal catástrofe. Lo único que supieron fue que desapareció de la base, sin dejar rastros, llevándose a Hiro consigo.
Una semana después, en el primer día de noviembre, Gerda despertó de su largo sueño.
Al inicio vieron cómo en su cuerpo salieron unas cicatrices, para ser envuelta por unos vendajes que le cubrían la cara, hasta abrir los ojos.
Al principio retrocedieron, creyendo que haría lo mismo que Mariana. Pero Gerda simplemente los vio, dio un suspiro y dijo:
Uno de los agentes, intentando aparentar calma, le pidió que se explicara. Gerda sacó de su bolsillo el transmisor, se los arrojó al suelo y dijo:
Uno de los agentes se acercó al transmisor, pero no lo tocó. Al final miró fijamente a Gerda, la apuntó con un arma y le dijo:
Gerda siguió pensando. Aún recordaba la explosión que le desfiguró la cara y carcomió sus pechos. A pesar de todo, Gustavo hizo lo posible por curarla. Pero la esfera aumentó de tamaño radicalmente y comenzó a emitir rayos de luz que disparaban al azar. Si alguien era alcanzado por dicha luz, se desintegraba por completo. Eso fue lo que pasó con Betty que, por querer defenderla, ésta la empujó y recibió el impacto de la luz desintegradora. Al presenciar esa escena, se sintió tan mal que prefirió huir. Pero aún seguía ahí Hiro, a quien le sacaron el transmisor. Solo confiaba en que ese fenómeno se hubiese detenido. Y luego de despertar, esos agentes le acababan de revelar lo de Mariana y la destrucción que ocasionó en la base. Algo no cuadraba. ¿Mariana estaba o no realmente dentro del gran transmisor? ¿Qué pasó con ella realmente? ¿Y qué pasó con Asthar? Hace mucho que no escuchaban su voz, por más que todavía seguía funcionando los transmisores.
Volvió a tomar el transmisor y, antes de activarlo, les dijo:
No pasó ni medio minuto cuando volvió a abrir los ojos y les dijo:
Los agentes no tuvieron otra opción que seguirla. Pero por precaución, le confiscaron el transmisor y le colocaron un rastreador GPS en la muñeca. Así sabrían exactamente su ubicación si intentaba escapar de nuevo.
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En la “Puerta dimensional” solo quedaban diez científicos contra veinte aliados de Asthar. Entre los científicos se encontraba Rombit, el rey de los científicos, el cual parecía no importarle la situación. Poseía en sus manos gran parte de los transmisores que les arrebató a las personas a quienes mató o secuestró. Mientras los miraba con vanidad, les dijo:
No fue el único que desertó. Los ocho restantes también lo siguieron.
Los nueve científicos se acercaron al campamento de los aliados de Asthar y, para no ser atacados, arrojaron delante del campamento sus armas y extendieron una tela blanca en señal de rendición.
Asmot, al verlos, se acercó. Sus compañeros pensaron en seguirlo, pero les pidió que se quedaran a una buena distancia. Una vez cerca, les dijo:
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Editado: 31.03.2023