Al inicio Mariana quedó helada. No podía creer lo que acababa de ocurrir. Sorlac, su amado, acababa de morir frente a sus ojos. El único hombre que la amó y le fue fiel hasta el final, moría de una forma cobarde y ruin por culpa del rey de los científicos, al cual no le importaba nada con tal de saciar su sed de poder.
Las lágrimas comenzaron a brotarle de los ojos y, sin pensarlo, se acercó a Rombit dispuesta a hacerlo pedazos.
Se arrepintió de esas palabras.
El golpe que Mariana le brindó fue tan intenso, que logró separar por unos instantes sus pies del suelo. Si no fuese por la armadura, seguro le habría roto algún hueso.
Los cristales comenzaron a agrietarse. Todos se protegieron la cabeza con ambas manos y, los cofres que contenían a las personas, comenzaron a desmoronarse.
Un ser vivo murió. Y el Sistema de Asthar lo registró como “descartable”. Asthar, al percatarse de eso, activó el control e intentó restaurar el gran transmisor, en vano.
Mariana no podía ver nada más que a Rombit, a quien no dejaba de golpear. El científico no sabía de dónde sacó tanta fuerza, solo sabía que debía detenerla cuanto antes.
Por suerte, Hiro, Gerda y Gustavo se encargaron de detenerla.
Poco a poco, la joven se calmó. Sus músculos se relajaron y sus rodillas chocaron fuertemente por el suelo. Se llevó ambas manos por la cara y sus hombros comenzaron a temblar.
Disparó. Hiro se colocó delante y bloqueó el disparo con los guanteletes. Gustavo protegió a Mariana con su abrazo, diciéndole:
Gerda se acercó a Rombit y le dio una patada en la cara. Él quiso dispararla, pero ella le arrebató el arma con otra patada. Intentó activar los misiles, pero ella comenzó a disparar cada zona de la armadura en el cual detectó alguna hendidura o punto débil. Así el científico recibió los disparos y cayó al suelo.
Hiro, Gerda y Gustavo dieron paso a Mariana, quien se acercó a Rombit. Aún seguía llorando en silencio y tenía una mirada perdida. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le tocó la frente y, sin mencionar a Asthar, lo envió a su mundo original.
El grito de Asthar los alertó y vieron cómo grandes bloques de cristales caían sobre ellos. El gran transmisor se estaba desmoronando y no sabían qué hacer al respecto.
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Mariana abrió los ojos. Se encontró en un lugar oscuro y silencioso. Cerca de ella estaban Hiro y Gerda. Ambos inconscientes. Se acercó a ambos y les sacudió los hombros, despertándolos.
Buscaron al resto. No los hallaron. Ni a Gustavo, Sorlac, Jaun, Asmot, Sergio, Ahtma, Esjo y Edfe. Ni siquiera a las personas atrapadas en los bloques de cristales. Era como si la destrucción los hubiese desintegrado por completo, definitivamente.
Hiro sacó su transmisor del bolsillo, el cual se desintegró en su mano convirtiéndose en cenizas. A Gerda también le pasó lo mismo. Asthar tenía razón: la conexión se rompió. Y se quedaron atrapados en la “Puerta dimensional” para siempre.
Mariana y Hiro la miraron, asustados. Pero luego solo sintieron apatía e indiferencia.
Disparó, pero el tiro no acertó ni a Hiro ni a Mariana. Ambos vieron que el brazo de Gerda comenzó a temblar. Su cara expresaba espanto y angustia. Enseguida arrojó el arma a un costado y gritó:
En el sitio donde arrojó el arma, vieron un punto brilloso. Se acercaron a él y descubrieron una pequeña piedra rosada. En ella escucharon la débil voz de Asthar.
Entonces recordaron que, todo ese tiempo, pudieron hablar perfectamente el mismo idioma, incluso cuando se encontraban en su mundo original. Era como si el poder de los transmisores les codificara la mente y los volviese a todos políglotas.
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Editado: 31.03.2023