Capítulo 11
En casa las cosas parecían mejorar, trataba de no pasar tantas horas ensayando, y de llegar a tiempo para la cena. Me gustaba ver como papá le enseñaba a los gemelos a tocar guitarra. Mamá estaba empezando a llevársela mejor conmigo. No discutíamos tanto. La selección de las bailarinas que actuarían en la presentación de fin de año llegaría por correo y estaba casi segura de que no había quedado, ya todos tenían sus correos y él mío no había llegado.
El ballet había dado una semana de descanso y decidí emplearlo en estudiar y ayudar a mi madre con los deberes del hogar. Mientras las dos limpiábamos escuchábamos música, era divertido. Me sentía más unida con mi madre.
Mientras limpiaba el estante, se cayó un libro y del salió un sobre. Lo tomé y vi que tenía el sello del ballet, lo abrí. Comencé a leerlo. Ese era el correo que debió haberme llegado hace más de quince días. El que contenía la respuesta por la cual había llorado en mi habitación durante horas. Aquel sobre decía que había obtenido el papel principal en la presentación de fin de año. Enojada fui hasta la cocina y me planté frente a mi madre.
— ¡¿Por qué no me la habías entregado?! ¡Sabias lo que esto significaba para mí!—reclamé gritándole.
—No es lo que parece Zoé—defendió ella tratando de calmarme.
—Y ¿que parece madre?—sentía un gran enojo— ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué siempre te empeñas en alejarme del ballet? Tú, mi madre. La persona que más admiro… me quieres apartar de lo que más amo en el mundo.
—Tengo mis razones, conozco el ballet mejor que tú.
— ¡¿Y por qué no me lo enseñas?! Tú me llevaste a él y ahora quieres alejarme. Sabes lo que esta presentación significa para mí. ¿Qué pasa mamá? ¿Temes que sea mejor que tú?
Ella me miró algo decepcionada, no había notado lo fría que me escuche en aquel instante. Nunca le había hablado de esa manera.
—Si mi propia hija cree que estoy celosa por eso, qué puedo esperar del resto… creo que actué demasiado tarde en ti.
Dejó el pañuelo que tenía en su mano, junto a la mesa y se volteó para irse dejándome hablando sola, segundos después me miró fijamente.
—Un día entenderás y te darás cuenta que precisamente lo que amas, es lo que acaba contigo.
En aquel momento mi enojo no me dejó ver que mi madre tenía razón.
No me permitió ver lo bueno de aquel momento.
Ella estaba sacrificando mucho por mí, más de lo que quería, y de lo que podía dar.
¿Por qué fui tan tonta y no vi eso? Aquella increíble mujer estaba luchando por mí.