Purgatorio "La búsqueda del espíritu"

EL GRAN ESCAPE

Durante el primer día de mi larga y agotadora jornada tratando de salir de aquel lugar me concentre sobre las bisagras de la puerta, tratando hacer un agujero el la puerta para que de esta forma se pudiera retirar la puerta de un solo empujón. Esta labor me llevó todo el día y cuando al final de jornada el sueño me atacó, no había logrado sino socavar la pintura de aquella fría puerta que impedía mi libertad. Cuando no pude más busqué una hendidura donde poder guardar mi herramienta de trabajo y caí dormido. Al despertar Mauricio se encontraba de pie junto a mí con un plato de sopa. 

  • “Buenos días”,  murmuró Mauricio  sin mucha impaciencia por mi respuesta.
  • ¿Cuándo volveré a ver al doctor? Pregunté solo por el hecho de responder algo.
  • Nunca, de mi cuenta corre eso, ya te lo he dicho esta es la mejor solución para él y para ti.
  • Y yo que comenzaba a creer en tus palabras, donde quedo aquello de no intervenir con el destino, donde quedo aquello de que nadie puede cambiar el destino de nadie, como me lo imaginaba solo fueron palabras.
  • Te equivocas, en realidad la orden la dio directamente el doctor, yo solo me limito a acatar órdenes, como vez nadie salvo ustedes dos estan labrando sus propios destinos, uno desea salvarse, el otro desea destruirse llevándose todo a su paso. Cada uno debe estar donde esta uno como medico y el otro como un loco, un paciente que requiere atención y supervisión constante. Ya te lo dije a un si quisiera no interferiría con sus destinos, todo esto es muy divertido. Por ahora disfruta de tus alimentos, y comienza a pensar que vas a hacer con la eternidad que te queda por delante en una habitación de 4 por 4 toda acolchada para su propia seguridad, ni siquiera la muerte te salva de este destino.

Me recosté en forma fetal tratando que Mauricio me pudiera observar muy bien, ya que siempre es conveniente que el enemigo este más confiado de lo que debe. Mauricio salió de la habitación dejando el plato de comida en el suelo a mi lado. Una vez estuvo lo bastante lejos me levanté y comencé a trabajar nuevamente.

Más o menos dos horas después  coloque mi herramienta en su  escondite y me acerque al plato de alimentos, definitivamente Mauricio era un ser maquiavélico, mis dulces alimentos consistían de una ración de engrudo mezclado con trozos de pan blanco, claro sin ninguna clase de cubierto que pudieran facilitar mi escape, y sin duda ese “delicioso” bocadillo tenia como su ingrediente principal, un fuerte tranquilizante para  caballos, no toque nada. Pero de algo me sirvió, ese y los demás alimentos que día tras día trajo a mi celda, ya que en ellos colocaba todos los desechos de mi excavación en una puerta que ya había consumido la mitad de mi herramienta de trabajo y que no tenía la menor intención de ceder ante mis constantes ataques a su integridad.

No fue sino a la tercera semana de excavación que Mauricio se percató nuevamente de mi existencia, cuando me pregunto por que no comía nada de lo que él me servia, rápidamente le respondí que no me gustaban los sueños forzados, ni mucho menos las excursiones en sillas de ruedas guiadas. 

  • Tranquilízate, ya te dije que el doctor perdió totalmente el interés en ti, por lo tanto ya no necesito dormirte para nada, no tengo la menor intención de sacarte de tu celda. Pero si te niegas a comer entonces ya no es necesario que te traiga más alimentos.
  • Por el contrario, disfruto mucho de tus recorridos, y a un que ya no hables con migo siempre me gusta verte pasar y si para eso tengo que comer el delicioso “engrudo” que fabricas, bueno despreocupante que de ahora en adelante lo are  con el mayor de los gustos.

Mauricio sonrió, retiro el plato de alimento de mi celda y se alejó hacia las profundidades de aquellos pasillos en los cuales solo el silencio reina. Poco después reanude mis labores como “termita” humana. Al siguiente día no podía esperar que Mauricio pasara por mi celda para garantizar la continuidad del servicio de recolección de desechos. Es día Mauricio se tardó en pasar por mi sector, pero igual que todos los días anteriores y posteriores siempre pasó y se llevaba en mi plato de comida restos de puerta y roca. Debo confesar que de echo el “engrudo” que me servían todos los días llegó a ser bastante agradable, claro una vez te acostumbras a comerlo, de lo único  que aun reniego de aquel servicio es de la falta de cubiertos, y no solo por la utilidad para mi tarea sino por el hecho que eso me hubiera evitado tener que untar mis dedos con el “pan francés” cosa que me dolía en el alma no solo por el hecho de ser  mala educación sino por que a estas alturas del partido mis pobres dedos se encontraban totalmente destruidos a causa del continuo horadar  sobre la puerta, mis dedos tenían un aspecto rojizo a causa de las continuas cortadas que sufrían en su diaria labor, y el hecho de sumergirlos en el tazón de “engrudo” para retirar los delicados trozos de pan no ayudaban en su recuperación, inclusive en varias ocasiones tuve que tomar el “engrudo” con un delicado sabor a sangre. 




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