Purgatorio "La búsqueda del espíritu"

LA CAIDA DE SANT REME

El rostro de Julián quedo marcado en su pómulo izquierdo y el dolor de aquel látigo le recordó la herida que hacia demasiado tiempo ya, se había inflingido con aquella hacha maldita. Sin embargo lo volvería a hacer una y otra vez con tal que Mery no sufriera ningún tormento. 

Juan se quedo inmóvil por un largo periodo tratando de descifrar el comportamiento de este ser que había venido a romper algo mas que la mas sagrada tradición en Sant Reme, era obvio que este ser no se quedaría quieto ante esto y que haría mucho mas que llevarse a Mery, El comprendió que el final de Sant Reme como lo conocía había llegado, en aquel momento sintió odio tal como lo había experimentado al perder su paraíso. 

Aun tenía las marcas en su espalda producto de la primera vez que se vio enfrentado al castigo por olvidar sus culpas y sin embargo siempre estaba dispuesto a pasar y ser juzgado por sus congéneres de pecado. El castigo era la única forma de vida que Juan conocía desde hacia mucho tiempo y ahora Julián estaba aquí, de pie junto a él para asegurarse que esto no pasara nuevamente. Juan tan solo pudo lanzar nuevamente el látigo con el dolor y la frustración de su alma pero esta vez la mano de Julián le impidió siquiera llevar el látigo por encima de su cabeza, este le golpeo fuertemente la palma de la mano obligándolo a dejarlo caer sobre los ojos de una multitud asombrada que aun no comprendía bien lo que estaba pasando. 

Julián se apresuro a desatar a Mery mientras esta entre sollozos y  temblando de pánico aún no daba crédito a sus ojos. Él había regresado para salvarla no una sino dos veces, en verdad esta era una muestra de amistad que ella nunca había encontrado en los siglos de desdicha desde que había llegado al infierno. 

Mery no se atrevía a separarse de Julián, el solo sentimiento de perderlo la hacia estremecer del miedo, ahora podía ver en el suelo el instrumento con el cual pensaban castigarla por sus múltiples crímenes. El poste donde la habían atado parecía que jamás se hubiese retirado de aquel lugar, en eses momento pensó que  nunca se detuvo a analizar todos los detalles de aquel poblado, en el fondo por primera vez comprendió a Julián, como jamás se daba por vencido pero siempre mantenía sus ojos vigilantes sobre cualquier problema que pudiera encontrar en su camino, y sin importar que tan grave  pudiera parecer sus males siempre lograba sacar lo mejor de cualquier situación. 

Los pensamientos de Mery fueron rotos por el grito inconfundible de Juan reclamando el comportamiento de Julián, de cómo no había permitido el hacer cumplir la ley, era claro por el tono en que decía esto que en realidad se encontraba histérico por lo que estaba pasando en aquel momento, a lo lejos Cesar le reclamaba prudencia y que debía dejar las  cosas así, pero él no parecía escuchar a nadie mas que a él mismo, pronto muchas otras voces se escucharon desde la plaza, nada lógico, nada coherente, solo el murmullo de toda aquella gente atónita, sin comprender muy bien que estaba pasando, tan solo  sabían que algo iba a cambiar en Sant Reme para siempre. Juan  podía comprender lo que estaba pasando, la autoridad del concejo se estaba desboronando en pedazos y él debía hacer algo para remediar la situación.  

¡Silencio¡ gritaba Juan, ¡Silencio¡ gritaban los demás  miembros del concejo de la ciudad que no salían de su asombro, solo alguien en las bambalinas de la torre clamaba por que el concejo dejara ir a los dos forasteros, “no se acogen a nuestras leyes, no son de los nuestros”, Cesar intentaba calmar los ánimos, salir de aquella situación con el menor daño posible. Pero Juan no pensaba permitir que ese fuere el resultado final de aquella batalla, en el fondo sabia que de permitirlo todo aquello de lo cual  vivía tan orgulloso moriría irremediablemente. 

Juan los tomo por los hombros y los condujo en medio de la plaza central, atropellando a cuanto poblador tenía bien interponerse. Estaba furioso cuando llego al poso de agua  se detuvo, miro al pueblo que lo contemplaba incrédulo, luego con voz segura y firme les dijo que aquellos extranjeros  habían roto las leyes de Sant Reme, habían traicionado la confianza y hospitalidad que les habían proferido y se habían revelado contra la mas vieja y fuerte tradición de este lugar, que debían pagar. Los ojos de Juan no podían esperar otra cosa que el odio del resto de los habitantes de Sant Reme, era obvio para él que tan solo con aquellas palabras el pueblo comprendería lo serio de su pecado y se unirían a el para castigarlos por sus crímenes.   

“¿y pagar por que? Juan” el rostro de Julián lucia tranquilo y sereno mientras pronunciaba estas palabras, Mery no podía dar crédito a sus ojos, mientras ella estaba petrificada del miedo, Julián parecía  estar  en estado de trance, como si en aquella situación no estuviera en riesgo sus vidas (mas o menos) este hombre lucia tranquilo, en paz consigo mismo y con lo que pudiera pasar, en aquel momento Mery envidio la tranquilidad que su compañero tenía en aquellos momentos.

  • ya hemos pagado demasiado tiempo por nuestras faltas, y créeme Juan cuando te digo que nadie aquí olvidara nunca el por que llego a este lugar, pero eso no implica que tratemos cada día de existir lo mejor que podamos. Al fin y al cabo  eso es lo único que no nos fue arrebatado. 
  • Si la posibilidad de destruirnos nuevamente.
  • No el libre albedrío para buscar ser mejores. 
  • Pero también se puede ser peores con nosotros mismos y con los demás, de esos se trata el castigo de recordarle a todo el pueblo que pecamos, que fallamos y que fuimos condenados para siempre, aquí no hay esperanza ni fe. Y tu no puedes llegar a decirles que puede haber algo mejor que Sant Reme, eso nos es verdad y tienes que pagar por eso. 
  • Te aseguro que ya hemos pagado por crímenes más serios y no creo justo que debamos pagar ahora por crímenes que están tan solo en la mente de un concejo que pasa sus días condenando nuevamente a estas personas por crímenes por los cuales ya recibieron el peor de los castigos. 
  • Váyanse, yo los condeno al destierro.
  • Y nos iremos, pero antes déjeme decirles al pueblo que existe otra forma de afrontar la eternidad, algo más que la continúa reticencia sobre sus pecados. Y talvez sea hora de que el pueblo lo sepa. 




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