Miraba tranquilamente la luz de la luna, intentando de alguna forma frenar mi locura, la cura era mi propia mentalidad, pero mantenerme firme representaba que ya no quedaba la propia esperanza que a mi me cegaba. Con la mente fría, y la sangre caliente, observaba con los ojos de un demente, la muerte era lo único que me quedaba, el solo propósito por el que rezaba, es el momento en que todo se acaba, pero mi mente ya no aguantaba, la noche me tranquilizaba, y necesitaba ausencia de ruido para pensar con mayor claridad, la cálida tranquilidad aumentaba mi habilidad, para buscar movimiento en la oscuridad, victimas, presas, de cualquier manera, todos mueren cuando menos lo esperan, sus gritos de dolor, me causan sordera, pero no hay forma de escapar, cuando ataco hasta matar, su sangre por mi cuchillo se va a deslizar.
Todo quedaba en relatos de terror, pero solo yo sentía el ardor, aumentaba el calor, aunque matar no era mi intención, ya que calmarme era mi maldición, la calma me hacía entrar en acción. La mente humana es indescifrable, y lo que para mi es arte, para ellos es un descarte… de vidas, pero ya no tengo salida, mi jodida mente esta podrida, cae la noche y mi cerebro se oxida cuando voy con pensamiento suicida… Y mi trauma es mi arma cuando mi alma entra en calma, ya no aguanto, adoro matar, ver sangre caer y a mis victimas intentandose levantar. Yo se que no estoy loco, pero me auto provoco heridas, cuando me equivoco siendo un homicida, no odio mi vida, me odio a mi mismo, pero amo la sangre…
Invoco esta última línea… después de morir destrocen mi cadaver, que lo coman la aves, con todo eso acaben, no tenga piedad porque yo no la tuve, jugando con su dolor me entretuve, pero eso ya aburre, mi locura hasta el final la mantuve, y después de todo esto es lo que obtuve…
—Las últimas memorias de un psicópata