—¡Nilon, atrápame!
Megan corría por el patio del colegio, gritando escandalizada por mi persecución. Apenas teníamos siete años, y su voz era muy aguda.
—Deja de gritar. — yo por mi parte no era tan tolerante con los demás. No soportaba estar rodeado de tanta gente. Por eso alejaba a todos los que me hablaban.
La rubia dejó de correr con sus ojos medios aguados, y me di cuenta que le había gritado: lo que menos le gustaba.
Ella era muy sensible. Por cualquier cosa lloraba.
—Lo siento Megan — me acerqué a ella con pasos cautelosos—. Yo... no te quise gritar. En serio lo siento.
Era mi única amiga, y a la que más soportaba. Perderla no encabezaba mi lista de opciones.
Limpió sus mejillas, y trató de sonreírme, fracasando en el intento.
—Está bien Nilon, ya sé que algunas veces eres así.
Luego de eso se escuchó su risita, disminuída en bastantes tonos. Estaba triste, y por mi culpa.
Tomé su mano, y se me ocurrió una idea.
—¿Te parece si tomamos juntos el té?
Para mí eso no era una preferencia, pero quería compensarla. Disculparme realmente.
Megan sonrió completamente, y asintió efusiva.
Íbamos caminando cuando la profesora asomó la cabeza por la puerta que daba al patio, en donde estábamos.
—Niños, sus madres han llegado.
Mi madre jamás se tardaba en llegar a recogerme al colegio, pero hoy se le ocurrió pasar en deshora.
—Nilon, mi amor, disculpa la demora. He sacado un turno al médico, por eso he llegado tarde. — mi mamá me tomó la mano fuertemente, arrastrándome a duras penas hacia el auto.
Me ponía colérico que desacomode mis horarios, y sin antes consultarme. Tenía los días medios organizados, y desordenarlo así como así en el momento no me agradó.
—¡No quiero!
Crucé mis brazos sobre mi pecho, poniendo resistencia. Mi mamá rodó los ojos, cansada.
Estaba acostumbrada a mis berrinches, pero yo no me acostumbraba a sus cambios tan repentinos.
—Vamos Nil, tendríamos que haber llegado hace cinco minutos. Coopera.
Estaba perdiendo la paciencia, me estaba molestando, y eso no me gustaba.
—¡No quiero, no quiero!
Sabía que me comportaba como un maleducado, y eso me molestó más.
Mamá tironeó de mi brazo, mientras yo ponía resistencia.
—Nilon, vamos. No seas así.
—¡No quiero, no quiero, no quiero! — volví a repetir.
Mis gritos iban en aumento. Las cabezas de los que pasaban por allí se daban vuelta observando el escándalo, y mi madre se sonrojaba.
Me tomó por los hombros y me cargó en sus brazos. Comencé a patalear, ignorando el echo de que podía lastimarla.
—Basta Nilon, ¡cálmate!
Por alguna razón grité lo más fuerte que pude. No podía controlarme, y me era completamente inevitable no hacerlo.
Mamá me metió en el auto, en donde golpeaba la puerta sin importarme nada. Le dejé una pequeña abulladura en el lado del acompañante.
—Basta, hijo. Mira lo que has hecho — señaló la puerta, y la observé otra vez. Estaba siendo irracional, testarudo—. Cálmate. — cerré mis manos en dos puños apretados.
Mamá siempre dejaba pasar las cosas, sabía que cuando me retaba yo empeoraba.
»Bueno Pichoncito, tranquilo. Todo está bien. — peinó mi cabello hasta que me calmé.
Una vez con el cinturón puesto, reposé la cabeza, para quedarme profundamente dormido.
— ♣ —
Desperté cuando estacionó el auto en la acera.
Mis ojos todavía no se acostumbraban a estar abiertos, así que los cerré nuevamente.
Mamá me cargó hasta llegar a la recepción, en donde habló con voz ronca y me depositó sobre el suelo.
—Buenos días, para el doctor Smith.
Le indicaron un pasillo determinando y caminamos hacia él con las indicaciones de la recepcionista, quien me sonrió con desgano.
—Ma, la recepcionista me ha mirado mal.
Se giró hacia ella, observándola con cuidado de no ser descubierta. La mujer seguía con su sonrisa forzada, y mamá no llegaba a darse cuenta.
—No Nilon, te está sonriendo — se acuclilló a mi altura—. Anda, salúdale con la manito. Así. — movió su mano en dirección a la recepcionista, quien nos miró atentamente.
Todavía llevaba esa sonrisa de superioridad adherida en la cara.
La saludé por insistencia de mamá, sino no lo hubiera hecho. Sus ojos daban terror, y sus uñas más.
Golpeé la puerta, y el ruido pareció no afectarle a nadie, sin embargo hacía un ruido infernal.
—Anda niño, pasa.
Un doctor, de la edad más o menos de mis padres me hizo ingresar junto a mamá.
—Lo siento señora, pero deberá esperar fuera un rato. Quiero hablar a solas con el pequeño...