Querida Rosa

U N O

Yo puedo evitarlo, yo puedo cambiar... pero no quiero. ¡No tengo por qué! Y lo sigo creyendo.

El punto de vista de mis padres me la dejaron claro cuando yo era un niño, cuando todavía no tenía la suficiente madurez para entender lo que es el amor, pero ahora, si puedo. 

 

Me duele, y mucho. Es un malestar que tengo presente en el pecho día y noche. Es un fuego que me quema por dentro. Son puñaladas en todo el cuerpo. Es sangre transparente que saben a sal. 

 

Hace 10 años atrás fue el momento en el que todo comenzó a tornarse oscuro.

 

Junto a mi mamá vimos una pareja de dos mujeres besándose en la calle. Fue tal el desagrado de mi madre que me tapó los ojos y les gritó cosas horribles a las chicas. Yo no entendía por qué mi madre decía esas cosas, ella nunca decía malas palabras, pero ese día en especifico, la mujer más importante de mi vida, se me cayó del pedestal. 

 

—¡Perras sucias! ¡Váyanse a hacer sus cochinadas a otro lugar! —gritaba mi madre.

 

Recuerdo ver a los ojos a una de las chicas cuando todavía mi madre no me tapaba los ojos. Pude ver la tristeza, la lástima en sus ojos. Pude ver a través de sus orbes negros el dolor que producían las palabras de mi madre en su alma. 

 

—Mami... deja de gritar. —recuerdo que pedía. 

 

—¡Tú cállate, que esas pecadoras deben aprender! —me gritó. 

 

En ese momento, mi mundo se vino abajo. Susan, o más conocida como mi madre nunca me había gritado, nunca lo había merecido, siempre me portaba bien... pero ella me gritó, y solo porque yo no soportaba más sus palabras. 

 

Pueden encontrar que un grito es algo irrelevante, pero para mi no lo era. Porque para mi ella era todo. Un ejemplo a seguir, que en ese punto, me decepcionó. 

 

Me odio porque la odio. Pero no puedo no amarla. 

 

Es una mujer que aunque no tuvo una vida fácil, me cuidó, me mimó. Me dijo "te amo" y me abrazó en noches de terror, en donde no podía dormir por los monstruos de mi habitación. Lo que no sabía, es que el monstruo era mi padre. 

 

Vivo con miedo, sintiendo una gran desesperación en mi interior, al saber que si algún día mis padres se enteran de lo que siento, me van a odiar para toda mi maldita vida. Que van a desear acabar con mi triste existencia. 

 

A mis 15 años tuve mi primer novio, y fue un romance lleno de ternura, lleno de mimos y dulzura. Mis mejores amigos, Ismael y Martina siempre me apoyaron y me amaron tal y cual soy. Deben saber que el amor que me dan es recíproco.

 

Y mi hermano... Tengo la fortuna de tener a una persona especial en mi vida, una persona que siempre me ha apoyado, en las buenas y en las malas. Que cuando le dije que era gay, no me odió, sino que me amó más, y me agradeció por ser honesto con él y haberle confiado mi "gran secreto". 

 

Tuve que terminar mi relación con mi en ese entonces novio, porque sus padres se enteraron y se mudaron de la ciudad, con la excusa de que irían a un mejor lugar, a uno donde curarían su mal. Lo sigo extrañando, fue mi primer amor, y siempre lo será, nadie podrá quitarle ese puesto, porque fue la persona que me amó con defectos y virtudes. Que al verme triste, me abrazaba y me besaba, diciendo que todo estaría bien.

 

Hoy en día, tengo a otra persona especial en mi vida, a Frank Ursuz. Él es como mi primer novio, pero en una versión más grande y madura. Es un hombre que me hace feliz, es una persona que no deja que me deprima y hace todo lo que esté a su alcance para hacerme sonreír.

 

Tengo 18 años, mi nombre es Gabriel y... Sigo siendo un maldito cobarde que tiene miedo a decirle a sus padres: "Soy gay”.

 

Pero... creo que es mejor que me lo guarde, aunque sea un tiempo más, quizás, solo quizás hasta que la desgracia más terrible, suceda. 

 

Mi madre, la mujer que en su día me decepcionó, está agonizante en una repugnante camilla de hospital. Un cáncer la está consumiendo, la mata lentamente. Me destroza el alma saber que la estoy perdiendo. La vida me está arrancando un pedazo de mi al llevársela. La amo, la amo con todo mi maldito corazón y no puedo dejar de pensar en ella.

 

Leonardo... un nombre que me cuesta pronunciar, es el nombre de mi padre. El nombre de la persona que ha hecho nuestras vidas un maldito infierno. Con su machismo, misoginia, homofobia, entre otras cosas, nos ha privado de infinidad de cosas. Muchas veces intentó casar a mi hermano Francisco con mujeres de padres ricos, pero, él nunca aceptó.

 

Incluso una vez intentó hacerlo conmigo, pero Francisco intervino y me salvó de las garras de ese monstruo. De ese demonio. 

 

—Amor ¿te sientes bien? —pregunta Frank a mi lado. 

 

—Si... solo estaba divagado —sonrío. 

 




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