Leilani
—¿Me veo bien así?
Nancy puso en pausa la novela y se giró para verme.
—Ese vestido va a dejar a más de uno colgadito.
Voltee los ojos y me termine de acomodar el vestido. —No estoy intentando conseguir a alguien. —murmure y me mire en el espejo. El vestido azul corto se ajustaba a mi cuerpo en los lugares correctos, me gusta como envolvía mi cintura y mis muslos rellenos se ven cuando el dobladillo llega al final.
—No, estás intentando conseguir uno en específico. —se burla dándole play para reanuda la novela colombiana que ambas estábamos mirando, Nancy ya está completamente arreglada, un vestido negro un poco más ajustado que el mío, su rostro ya maquillado y sus tacos bajos también negros. Su cabello recogido, sin un solo mechón afuera.
Eso es gracias a mi. Pensé y volví a verme. Estaba nerviosa. Lo cuál era tan normal últimamente.
—No tuve que haberte dicho nada.
—Me lo ibas a terminar diciendo de todas formas. —me mira de reojo. —Pobre Sylvain, no sabe lo que le espera.
—No te agrada. —digo y se encoge de hombros sin mirarme, concentrada en la escena en donde los protagonistas se están peleando por qué él la acusa de ser infiel con el capataz de la hacienda.
—No es eso, es que no quiero que te ilusiones y que al final el idiota solo este jugando contigo. —se levanta y se acerca a mí, dejando de lado el drama de la televisión. —Pero si tiene buenas intenciones no diré nada.
—Es solo un amigo, Nans.
—Sigue diciéndote eso, pero yo sé que él no va con esas intenciones.
—Lion dijo lo mismo.
—Por algo será.
—No ha sido malo conmigo. Ha sido amable, me ha escuchado y cuando estoy con él siento como si volviera a estar un poco más viva, me siento segura y confiada. Tranquila. —levanté la vista y mire a Nancy. —Me hace sentir bien, y un montón de cosas que no he sentido desde que papá estaba vivo.
Me acarició el brazo con mucho cariño. —Entonces quiero confiar en que sabrá cómo cuidar de mi amiga. —suspira. —Leili, yo necesito saber algo.
—¿Qué cosa?
—¿Acaso Sylvain…?
—No. —digo de una. Sin darle tiempo a terminar ni a mi de pensar sobre ello.
—Ni siquiera me dejaste terminar. —murmuró indignada.
—Porque ya se para que lado vas, y es un no, solo es un amigo, nada más.
No puede ser nada más.
Nancy rueda los ojos.
—Está bien, pero en unos meses volveré a preguntarte, no vaya a ser que cambies de opinión. —me habla como si fuera una niña pequeña que aún no sabe lo que quiere, y quizás tenga razón, pensar en Sylvain como algo más de un amigo, aunque me muera de ganas de saber cómo sería, si presionará mis labios sobre los suyos, me dan ganas de vomitar y de correr por la incertidumbre. —Ahora ven y siéntate, te voy a maquillar.
Señaló el puff violeta que hay al lado de mi cama y yo voy rápidamente a sentarme, colocó mi cabello lacio detrás de mis orejas, esperando que Nancy vuelva a aparecer del baño con sus cosméticos.
Comienza a separar todo y se asegura que los productos que vaya a usar en mi sean antialérgicos.
—Con que me hagas el delineado estoy bien.
—Déjame hacerlo, voy a dejarte divina. —dice con emoción, olvidando o ignorando la anterior conversación y comienza a trabajar en mi rostro.
Mientras me pone la base acorde a mi tono de piel y cierro los ojos, intento hablarle sin moverme tanto. —Deberías dedicarte a esto, te encanta.
—Estaba pensando en hacer unos cursos cuando terminemos la escuela, y si me va bien, quién sabe.
—Te va a ir bien.
—Eres muy positiva.
—O ingenua.
—Puede ser. —no lo niega y yo no me ofendo porque sé que esa es la verdad.
Pasaron varios minutos más en los que Nancy trabaja atentamente en mi rostro como yo había hecho antes con su cabello.
Me gustaba nuestra dinámica, nos complementamos.
Jugueteo con mis dedos cuando siento a mi abuelo asomarse por la puerta entreabierta de mi cuarto. Su mirada cariñosa me recorre con orgullo, es mi figura paterna, me ha cuidado y amado con tanta dedicación que hace enternecer mi corazón.
—Niñas, díganme cuando las tenga que llevar, voy a estar tomando un cafecito abajo.
Le sonreímos y seguimos con lo nuestro cuando él se va. Nunca fue un hombre de muchas palabras, solo decía lo que consideraba importante.
Comencé a sumergirme en un limbo de divagación, y como ya varias veces me ha pasado termino recordando la tarde en la que Sylvain estuvo aquí y nuestra charla al otro día en la escuela.
Nos habíamos aislamos en uno de los pasillos, hablando de tantas cosas y chistes absurdos pronunciados por mi que lo hacían estallar en carcajadas y yo temía que alguien más notará lo ansiosa que me sentía por escuchar su risa.
Suspiré, mis hombros cayeron un poco cuando escuché el listo de Nancy, sabiendo que ya había terminado de hacer su magia, le di una cálida sonrisa y me levanté. Intentando recuperar los ánimos.
—Voy por mi chaqueta y nos vamos, ¿si?
—Dale, te espero abajo. —salió del cuarto a avisarle a mi abuelo para que nos llevará. Tome la chaqueta negra y me la puse encima, me detuve unos segundos frente al espejo.
Me veía bien.
Me veía bonita.
Quería que alguien me considerará bonita.
Y aunque me negaba a decir su nombre en este momento porque solo éramos amigos, quería que lo pensará.
Creo que necesitaba un vaso de vodka con jugo para acomodar mis pensamientos. Para acomodar mis sentimientos. Mis dudas y miedos.
Necesitaba estabilidad por unos segundos.
Además, apenas estábamos hablando hacía un mes, muy pronto para desarrollar sentimientos por alguien.
Sigue engañándote, Leili, solo sigue fingiendo.
Me susurro mi conciencia mientras cerraba la puerta de mi cuarto y bajaba las escaleras para ir con Nancy.
Sylvain
Camisa blanca lisa y un pantalón negro.
#12334 en Novela romántica
#1749 en Novela contemporánea
amor humor sentimientos pasion, romance amistad, romance adolescente romance escolar
Editado: 24.02.2024