Segunda parte: Nuestro Adiós

Diez años después, presente 

La sensación de unos dedos acariciando mi piel me fueron despertando, una sonrisa soñolienta tiro de mis labios mientras soltaba un suave suspiro cuando mi esposo me dio un dulce beso en el hombro.

—Buenos días. —dijo Sylvain levantando la tela de la camisa para poder ir dejando un rastro de besos por la piel desnuda de mí espalda, corriendo con su mano mi largo cabello rubio. 

Gire el rostro, aún con rastro del sueño presente, las marcas de la almohada en la mejilla. Lo miré, apenas abriendo los ojos, medio cuerpo de él apoyado en su antebrazo mientras que con el otro rodeaba mi cintura, sus labios aún pegados sobre mi piel.

—Buen día. —dije con la voz ronca y siento su risa.

—Te ves cansada mi amor, ¿Alguien no te dejó dormir mucho anoche? 

—Tuve una mosca dando vueltas. 

—Fue muy cargoso por lo visto. —sonrió y se acercó, colocando un mechón de mi cabello tras la oreja y besando mis labios. 

—Lo fue. —susurré sobre sus labios cerrando los ojos, sintiendo como me daba vuelta para quedar boca arriba y como se posiciona sobre mi, repartiendo besos por mi mandíbula y sintiendo sus manos colarse bajo la camisa. 

—¡Mami! ¡Mami! —Un par de golpes en la puerta de la habitación me sacaron una carcajada. Sylvain sonrió de lado y se levantó sin antes darme otro beso en los labios. 

Se acercó a la puerta para abrirla dejando ver a un mini Sylvain de cinco años, con el mismo cabello castaño de su padre, tan despeinado y sosteniendo a su peluche favorito. 

—Buen día, campeón. —Sylvain lo alzó y lo trajo a la cama conmigo, poniendo a nuestro hijo en el medio. 

Nuestro pequeño estiró sus manos hacia mí y gateó hasta quedar acurrucado contra mi pecho. 

—¡Mami! —grito con emoción.

—Aquí estoy, Glyn. —besé su frente y su risa infantil llenó la habitación. 

—¡Papi! —señalo a Sylvain que se había vuelto a recostar. 

—Papi está aquí. —dijo mi esposo atrayendonos para envolvernos en un fuerte abrazo.