¿quién eres? - Observación

Capítulo 3.

Ya para el lunes, Romi se sintió con todo el derecho saber cómo había resultado el voluntariado obligado, debido a que Pitu el fin de semana la había tenido con respuestas evasivas que solo aumentaban la intriga, esa fue una razón suficiente para que la hiciera llegar como jamás antes a clases.

 

―Quiero detalles ―exigió Romi quien se sentó con un vaso de café en su mano al lado.

 

Pitu intuía que su amiga no había desayunado por llegar antes a la universidad.

 

― ¿Detalles? ―trató de evitar la pregunta.

― ¡No finjas locura! ―reclamó―. Me tuviste todo el fin de semana a sí y no, eso no es justo, yo te cubría las espaldas, por lo que me debes la historia.

―Ya, sí sé, muchas gracias ―agradeció a su amiga que no está interesada en ellos―. Estoy en el grupo que ayuda en el reforzamiento escolar.

 

Su amiga estalló de la risa.

 

―Y tú te negabas a creer en el karma.

―Sigo no creyendo, además… yo lo veo como que alguien me está castigando, no me sorprendería saber que la señora estuvo detrás de mi inscripción en esa función.

―No entiendo…

―Es que yo solo me inscribí, no reparé en nada más cuando me dieron la noticia que solo quedaba espacio para los viernes, así que lo debo haber dejado en blanco la actividad en específico para ayudar.

―Eso te pasa por no leer con detención, tal como la vez que no te diste cuenta de que la prueba tenía preguntas al reverso de la primera hoja.

―Ni me lo recuerdes.

― ¿Solo vas tú o hay más personas de esta Universidad?

―No, somos un grupo de quince personas que son de diferentes casas de estudios.

 

Su amiga la miró como que ese asunto era irrelevante.

 

―Y en tu primer día ¿te comportaste como la real Pitu o esa que simulas a veces ser?

― ¡Qué dices! ―se quedó pensando―, fui quien tuve que ser bajo esas condiciones, fin del asunto.

― ¡Ajá! ―la indicó como si hubiera acertado―, te comportaste en un principio como la que sueles ser, callada y tranquila, pero después se te salió la verdadera seguramente, la que opina, que tiene voz propia…

―Ya entendí tu punto… no quiero hablar del tema ―dijo algo fastidiada.

―Bien, ya que no hablaremos sobre lo obvio, al menos cuéntame si conociste a alguien, dime que sí, no te creo lo contrario ―dijo Romi calmando sus gritos para poder hablar más tranquila―. ¿Había chicos guapos?

 

Solo bastó que su amiga sonriera para recordar al chico que sonrió con margaritas en sus mejillas que conoció cuando llegó a la UESTA.

 

― ¡Sí! ―levantó sus brazos celebrando―, ya ¿cómo se llama?

―Me vas a matar…

― ¡No te creo! ―dijo Romi haciendo pausa palabra por palabra-, ¿dime que le preguntaste su nombre?

―Antes que me sigas sermoneando, en mi defensa debo decir que estaba un poco traumada con el asunto de mí ser opinante, por lo que me concentré en casi no hablar mucho y pasé por alto el detalle, además él tampoco me lo preguntó.

― ¡No lo puedo creer! ―lanzó una carcajada como acostumbraba a hacer cuando ella olvidaba ese punto― ¡Siempre lo mismo contigo!, primero se saluda y segundo el nombre, ¡el nombre, Pitu!, y ¿ahora, ¿cómo lo llamaremos?

― ¿UESTA?

―Más te vale que para la próxima vez que lo veas le preguntes su nombre y me lo digas, ¿habrá una próxima vez?

―Bueno, no sé, y ¿si lo olvido?

―Soy capaz de rayarte el brazo como un recordatorio, ¡que lo vas a olvidar!, aunque puede que sí, pero el punto es que tengo toda la fe que ese chico te lo pregunte primero y ahí se te ocurra a ti ―bromeó un poco con el asunto―, ¿qué más pasó?, ¿te hiciste de amigas?

―Sí, pero no son como tú ―la abrazó―, la chica que está en el mismo grupo es súper simpática, y conocí a otra que la destinaron al grupo de pintar, que me envió fotografías divertidas.

―Qué bueno, así no te sentirás sola… igual esto de tu voluntariado obligado me hizo meditar el fin de semana, y decidí que te voy a pasar algo que mi papá nos hace cargar a todas en el bolso, se supone que es por nuestra seguridad y como yo el viernes me voy al campo no lo ocuparé. Entonces, te lo paso y así estás cubierta en caso de emergencia, ojalá jamás lo llegues a ocupar.

―¿Qué es Romi?

―Mi papá me pasó un gas pimienta, entonces yo te lo paso y así estás más segura.

―Y ¿si tu papá te pregunta?

―No va a preguntar, y si pregunta me pasará otro. ¿Crees que mi hermana no lo pierde a menudo?, de todas formas, deberías andar con uno al menos para sentirte más segura en la ciudad―la trató de convencer.




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