La actitud de ambas amigas despertó la suspicacia de Facho quien comenzó a observarlas con atención, notando ciertas casualidades en el juego que parecían estar directamente relacionadas con Santiago.
—¿Estás señalando a tu amiga que pierda, hermanita?
—¿Yo?, ¡no! —fingió inocencia absoluta.
—No me mientas, porque podría apostar que tú estás detrás de todo esto —y reconoció su actitud sospechosa—, te he estado observando con tu pulgar arriba que casualmente hace a tu amiga perder su tiro.
—¡Pff!, estás viendo cosas inexistentes.
—Así que ahora resultaste ser tú, la Emperatriz —hizo la alusión cuando Pitu apodó a Santiago como Emperador.
—No digas tonterías.
—¿Acaso piensas dejarlo en ropa interior a Santiago?
—No lo tengo decidido…aun.
—¡Hermanita! —exclamó asombrado porque no la hubiera creído capaz de ejecutar algo así.
—Mira, si yo te hubiera querido dejar en ropa interior, lo hubiera hecho.
—¿Qué tengo que ver yo?, estamos hablando de mi mejor amigo.
—Me estas sugiriendo cosas —lo interrumpió.
—Entonces, asumes que eres la Emperatriz del juego, hermanita.
—No asumo nada, solo que en este juego soy la segunda mejor en comparación a ellas —y lanzó una carcajada que para él se escuchó maquiavélicamente adorable.
—¡Detente!, pero ¿tú perdiste conmigo?
—Perdí porque te vi complicado y me apiadé de ti —sonrió satisfecha.
Al final, ella había cumplido su palabra de no dejarlo en ridículo considerando que él estaba complicado con que Pitu tuviera el control del juego, ahora, ¿tendría ella la misma consideración con Santiago?
—Gracias —y cargó su mentón sobre la cabeza de Pitu—, ¿quién es la mejor de ustedes?
—Romi.
—Santiago está condenado.
—Sí, solo a que diferencia de ti, él parece estar divertido con el juego.
—No lo dejes en ropa interior, hermanita.
—Tú siempre me dices que no te hago caso.
—Solo no lo hagas, sé que él se merece tu venganza, pero…
—No es venganza —le aclaró Pitu.
Lisy fue literalmente vitoreada cuando falló su turno y dejó a Gael sin su camiseta deportiva.
¡Wow!, Gael se notaba que era deportista o al menos se debe ejercitar de forma regular, y Romi no ocultó su mirada en él.
—Esto no es para tu horario, hermanita —y le cubrió los ojos con su mano.
—¡Facho!
—Hombres semi desnudos…
—¡Te vi a ti! —reclamó fastidiada.
—Pero, yo soy tu hermanito, además me dijiste…
—¡Si sé que dije!, pero necesito ver para saber si cambio de opinión con respecto a ti.
—Es la respuesta más ridícula que me has dicho hasta ahora, hermanita —y le retiró las manos y lanzó una risotada—, ¡admítelo!, solo quieres ver a Gael, por si interesa saber nos juntamos de vez en cuando a jugar fútbol y a él lo hace sin camiseta deportiva.
Aprovechando que Facho siguió hablando sobre el fútbol que jugaba con sus amigos, Pitu indicó a Romi que la observaba de forma atenta y se percató del pulgar pulgar hacia arriba de au mejor amiga que indicaba las intenciones de dejar con el torso desnudo a Santiago considerando que era posible que se cohibiera de alguna forma, y esa sonrisa se borrara de sus labios.
Pero, no contó con la reacción de Santiago quien le pareció hasta divertido, aunque algo nervioso se la quitó dejando a Pitu impactada.
Un OMG casi se le escapó sin siquiera pensar ni cuestionarse de que estaba casi hipnotizada contemplando ese trabajado cuerpo, y sintiendo como si el tiempo se hubiera detenido de un momento a otro. Se negó a sí misma que fuera el mismo chico fastidioso al que conoció en el voluntariado de la UESTA, quien la tenía embargada de sentimientos contradictorios, la mayoría del tiempo podía pasar perfectamente de la tristeza a la rabia en un segundo y viceversa, por lo que no comprendía ¿cómo el ogro de Santiago podía tener ese cuerpo tan escultural y ella haberlo pasado por alto?
¡Ya, sé!, exclamó en su interior, él era suficientemente odioso como para que ella no le prestara ninguna atención.
Cuando una mano cubrió los ojos de Pitu, automáticamente la despertó de ese paréntesis que pareció haber quedado cuando observó a Santiago casi con la quijada desencajada, y ahora forcejeaba con Facho porque algo la inducía a seguir mirando a Santiago de forma directa.
—¡Suéltame, Facho! —lo reprendió.
—Pero ¿qué quiere ver, hermanita? —se lo impidió o eso al menos trató de hacerlo riendo.