¿Te dan miedo los monstruos con cicatrices que actúan por su dolor o los que están sanos, pero que aun así hieren?
A s t r i d
—Así que eres Phoenix —coloca sus libros sobre nuestra mesa en cierto orden, luego busca sus demás útiles dentro de la gaveta debajo de la butaca.
Observo cada uno de sus movimientos como si fueran realmente importantes, como si él estuviera haciendo algo que valía la pena atender. Me percato de que tenía libros que yo no, apenas y portaba un cuaderno para esta clase y el hecho de que mi compañero tuviera uno era reconfortante.
—¿Algún problema con eso? —cuestiono sin molestarme en sonar borde, él deja de arreglar sus cosas para mirarme.
Busco mi amada barra de chocolate dentro mi cartera, siempre lo hacía, amo el chocolate y aunque es certero que termine tomando laxantes desparasitantes para matar los bichos en mi estómago, valía la pena.
—No lo creo —responde con el mismo tono borde que yo, ese echo me molestó lo suficiente como para alzar una ceja —, aunque Derek dijo algo como "Levi, ya tendrás competencia" y no sé si debería preocuparme.
—¿Por qué crees que deberías preocuparte? —pongo uno de mis codos sobre la mesa y muerdo un trozo de mi chocolate al tomarme la molestia de mirarlo más detenidamente.
«Joder, sus pestañas, lo hacen ver bien... si tan solo pudiera tocarlas y luego...»
—¿Por qué respondes con más preguntas? ¿Y por qué comes eso tan temprano?
Entreabrí los labios queriendo responder, pero no había mucho que decir. Nos quedamos en silencio, las únicas voces que se escuchaban eran las de los alumnos, principalmente el de algunas chicas delante de nosotros, parecía que admiraban demasiado al fastidio que tenía a mi lado.
—Lev se ve más guapo hoy.
—Deja de mirarlo, Sharpy te cortará la legua y luego sacará los ojos.
Una risa seca se me escapa. Con mi lápiz comienzo a hacer rayones en mi cuaderno, el maestro aún no llegaba y tener a mi lado a ese chico me hacía sentir enojada y no tengo idea de por qué.
—Que fastidio —pienso en voz alta.
—¿Me hablabas?
—¿Por qué lo haría? —contra pregunto.
—¿Podrías dejar de hacer eso? —se remueve sobre su asiento.
—¿Qué cosa? —mi rostro demostraba una confusión que ni siquiera sentía.
«Iluso».
Esa era mi forma más útil de molestar a alguien, sabía lo fastidioso que podría llegar a ser preguntas tras preguntas y sobre todo el tono de voz que utilizaba.
—Buenas tardes alumnos —el maestro al fin llega, era un hombre mayor, casi anciano y tenía aspecto de estar loco —hoy hablaremos de un tema viejo para ustedes, pero lo repasaremos —pone su maletín sobre la mesa y luego se dirige hacia la pantalla portátil con su lápiz y escribe el título
—Deja de comer eso, es para nada saludable —se queja e intenta quitármelo de manos.
—Que te importa, suelta —quito toda la envoltura y como todo de golpe hasta atorarme—, ¡maldito! —chillo mientras intento tragar todo.
—Calla, vas a llamar la atención —dice entre súplicas, tapa mi nariz con su mano y también mi boca, le doy un golpe para que me dejara respirar.
Cuando por fin quito su mano un ataque de tos me invade.
—Estudiante, ¿Está bien? —el profesor se nos acerca y se me queda mirando espantado, seguramente tenía la cara roja.
Hago la expresión más seria y enferma que pude, el profesor se veía preocupado.
—Si, solo tengo un poco de tos —miento con descaro. Cuando el maestro se volteó le sonrió descaradamente a Levi y él solo se limita a negar con la cabeza.
—Espero que mejore... —se detiene — ¿No es usted la que trasladaron? —asiento algo insegura —, lo olvidé por completo, vaya a presentarse.
Las facciones de mi rostro se vuelven totalmente hacia abajo, si hay una cosa que detestaba era presentarme. No es que tuviera pánico escénico, solo detestaba esa parte de ser nueva.
La risa de Levi me hace verlo con una mirada asesina, ruedo los ojos, me pongo de pie y camino con pesadez hasta el frente.
—Me llamo Astrid Phoenix y como dijo el maestro soy de traslado —la indignación me invade en el momento que veo la risa burlona de Levi.
A partir de eso empezó la clase, la cual fue bastante buena dado que siempre me ha gustado Historia, más aún si el maestro es tan energético y dedicado como el señor Federick. Para otros no parecía ir demasiado bien, Levi no paró de quejarse de lo aburrida que era y que prefería hacer una exposición de mil hojas a tener que prestar atención.
La pregunta que rondaba en mi cabeza ahora era: ¿Cómo puede ese idiota ser parte de la famosa NSU si era tan perezoso?
Todas mis clases terminaron, ahora esperaba a que mi chófer pasará a buscarme, ya pasaron cinco minutos desde que salí de mi última clase y comenzaba a desesperarme el hecho de tener que quedarme a esperar más tiempo. Esa era una de las razones por las que prefería la ciudad, allá podía ir y venir deliberadamente, aquí siquiera pasaba un taxi ni había un metro.
«Maldita mancomunidad, maldito Expril, maldito Nashville ¡Malditos pueblos! ¿A quién se lo ocurre situar una escuela importante en un lugar como este? ¡Aggg, que fastidio!»
Cambio la posición de mis pies continuamente, cruzándolos de un lado a otro mientras resoplaba de molestia.
—Detesto la gente que no es puntual —me miro las uñas y de inmediato comienzo a morderlas sin importar que luego comenzaran a agrietarse.
Durante la espera comienzo a impacientarme, me muevo de ese lugar para dar una que otra inspección a la escuela, aun había personas rondado por los pasillos y eso que ya pasó un buen rato desde que las clases acabaron. Mientras caminaba sin rumbo alguno, escucho el sonido de un violín que logra llamar toda mi atención, la melodía suave y armónica del instrumento era genial y me daba una sensación de ebriedad que podría convertirse fácilmente en una adicción.
Voy hasta el lugar donde proviene el sonido, estaba justo detrás de una puerta con una pequeña abertura de cristal en el centro, aunque la puerta estaba ligeramente abierta no me atreví a entrar. Miro a través de la ventanilla y ahí estaba Rawson, aquel chico pelirrojo parte de la NSU, invadiendo mis tímpanos con esa canción electrizante. Conocía muy bien ese sonido, era amante de todas las composiciones de Niccolò Paganini principalmente la que estaba tocando Rawson; Capricho n.° 5, una pieza con una tonalidad única y una velocidad impactante la cual lo hacían ser perfecta. Quedé maravillada por como lo hacía, era demasiado bueno; la forma en la que movía sus manos, su postura y el sentimiento que dejaba era increíble.