¿ Quien Mato a Helena ?

Capítulo 1: Duerme sobre escarcha

    

Rose creía que a veces la gente no merecía morir, la gente de buen corazón no debía morir de maneras tan crueles; debían vivir hasta tener doscientos años.
Pero los deseos de la chica no se cumplían, desde la muerte de su mejor amiga en Julio ya no creía que la gente debiese vivir doscientos años, ya no creía en esas cosas desde ese día donde sucedió la tragedia.
Su hermana gemela Melisa permanecía sentada al lado de ella, ambas se tomaban las manos como cuando eran apenas unas niñas que pedían deseos en su patio. Pero esta vez lloraban la muerte de un querida amiga que había partido hace menos de dos meses.
-¿Crees que ella sepa que la extraño?-se aventuró Rose mirando a su hermana a los ojos, las mangas de la camisa se deslizaban debajo de sus enormes ojos cafés. Melisa se lleva la mano de su gemela a los labios y le besa el dorso con una sonrisa-La extraño... Sé que no debería hacerlo, pero la extraño.
-Todos la extrañamos.
-Creen que fue culpa mía, que por mi culpa se suicidó en Julio, luego del festival.
-Nadie a tenido la culpa.
-¿Y si tienen razón? ¿Y si yo he provocado su muerte?
-Ella decidió hacerse eso...
Rose se acostó en la cama haciéndole lugar a su gemela, que se acostó con gusto a su lado apoyando la cabeza sobre el hombro de Rose.
Cuando oyeron la puerta llamar ambas chicas se limpiaron los ojos y las mejillas, Rose se colocó lentes de sol para ocultar los ojos hinchados por llorar tanto. En cambio, Melisa solamente se arregló el cabello y se incorporó en la cama apoyando la espalda sobre la pared.
Su padre había entrado a la habitación junto a la madre de las chicas, ambos se sentaron en el suelo para poder hablar con sus hijas. Los pies de Rose estaban inquietos sobre el colchón de plumas, sus manos estaban debajo de su nuca agarrando levemente los cabellos castaños que estaban cerca de sus dedos.
Melisa estaba jugando con los botes de la camisa color esmeralda que llevaba puesta, sus dedos abrochaban y desabrochaban el botón del medio. Su cabello rosa estaba recogido en dos trenzas que llegaban hasta abajo de los hombros.
Las gemelas siempre habían sido siempre como el agua y el aceite, sus gustos eran completamente opuestos al igual que sus estilos. El de Melisa era un estilo más punk rock mientras que el de Rose era una estilo más vintage goth; siempre a las personas se les había hecho bien diferenciar a las dos chicas, aunque siempre había alguien que las confundía con facilidad.
El padre de las chicas comenzaba a jugar con sus dedos (que jamás es buena señal) y luego su madre intentaba buscar las palabras correctas para esos momentos de locura familia.
-Lamento lo de Helena, no pensamos que vivirían estas cosas a una temprana edad-lamento el padre de las chicas.
-Los padres de Helena agradecen todo el apoyo que le han dado en el funeral-susurro la madre mientras que manos delgadas alizaban la falda de estampado hindú y luego sus pulseras comenzaron a hacer un suave ruido como de pequeñas campanitas-Dice que esperan que Helena permanezca siempre en sus corazones.
Las lágrimas caían por debajo de los lentes de sol de Rose, cada una empapando más las mejillas de aquella chica risueña y sus sollozos eran la melodía más triste que podía oír la familia. En cambio Melisa, permanecía en silencio mirando sus manos, ocultando el verdadero dolor que llevaba por perder una amiga de verdad; tal vez de las pocas que había tenido desde que comenzó el prescolar.
Las tres mosqueteras, siempre unidas! Les decía Helena desde que eran apenas unas niñas que soñaban con ser princesas o cocineras. Pero una del gran equipo de tres se había marchado y no volvería a luchar junto a sus amigas, a veces pensaban en que habría sido la vida si Helena siguiera viva; pero no encontraban absolutamente nada.
-Dejen esa terapia barata para que nos comencemos a sentir mejor-soltó Rose con amargura en la voz mientras lanzaba las gafas lejos y cubría su rostro con la sabana-¡Déjenme sola!
Los padres intercambiaron miradas y luego miraron a Melisa que asentía con la cabeza, los mechones rosas rosaban sus orejas y sus ojos estaban salpicados por el rimel que se había puesto. Sus pocos recuerdos de Helena eran las que le hacía recordar cual era su pasado, el de ella y el de Rose. Siempre estaban unidas, más como una buenas amigas que como hermanas.
Rose permaneció escondida debajo de las sabanas de tela fina hasta que oyó que la puerta se cerró y en esos momentos se destapó para observar el rostro inespresivo de su hermana.
Ambas se tomaron la mano y durmieron esa noche abrazadas intentando ser el soporte de la otra, ser una por una vez en mucho tiempo.
-No me odies nunca, Rose-le dijo Melisa antes que su gemela caiga dormida.
-Nunca lo haría, siempre unidas, más que cualquier cosa en el mundo.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.
-¿Los juras por todos tus libros de la reina roja?
-Lo juro por todos los libros que tenga en la biblioteca...¿Te parece bien ese juramento, Melisa?
-Si, me parece bien.
-Tal vez no lo cumpla, solo para molestarte.
-¡Rose!
-¡Melisa!
-¡Eres muy mala persona, Rose Johnson!
-¡Así!-dijo tomando la almohada estampandola sobre el rostro de Melisa, Rose soltó una fuerte carcajada mientras oía las maldiciones de su melliza-¡Soy el peor de los villanos!
Eso género una guerra de almohadas que duró apenas unos minutos.




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