SKYLAR BANNERMAN
Resoplo frustrada, y con la punta del borrador de mi lápiz rasco mi frente.
Por más que intente entenderle al maldito problema de matemáticas no lo logro. Solamente se me quedó memorizada la mitad de cómo se resuelve.
Observo a cinco de mis compañeros hacer fila para que él profesor les revise el cuaderno. Entre ellos se encuentra mi amor frustrado, a él es el que él profesor le revisa el problema. El profesor termina de revisarle el cuaderno a Alex, luego levanta la vista y la enfoca en mí, dándome una mirada de que me ponga a hacer ya el problema.
—Los que ya terminaron monitoreen a sus demás compañeros, es el último problema que les pondré — Muerdo mi labio inferior y bajo la vista hacia mi cuaderno lleno de números y borrones.
—¿No le entiendes? — Levanto de nuevo la vista, justo a tiempo cuando Alex se sienta en la butaca vacía a lado mío.
Hoy es lunes.
Han pasado dos días desde la fiesta que se organizó después del partido. Y claramente yo no fui la qué lanzó el comentario de: "Ella es una perra, ya mándala a la mierda Alex. ¿Cómo puedes soportarla tanto? Hay más chicas que ella." Ése fue Daniel, que llegó a nosotros sin hacer el más mínimo ruido. Y esta vez Alex no se puso furioso, al contrario, los tres comenzaron a reírse a carcajadas y yo ahí, sin entender cuál era la puta gracia.
Trago grueso y lamo mi labios por instinto. —Uhm..., no.
Alex arrastra la butaca más cerca de mí y toma mi cuaderno, echándole un vistazo. Yo muerdo mi lápiz, es pura tentación tenerlo cerca de mí, aparte de que su camiseta blanca le queda genial.
El blanco se le mira perfecto.
Y el negro.
Y el azul.
Y recuerdo que un día lo vi con una camisa roja.
Se miraba hermoso.
—Skylar.
El rubor sube de mi cuello hasta mis cachetes. —Eh... ¿qué?
—Qué esto — Me muestra las multiplicaciones que realicé, pero su dedo índice señala el número 2389 —, no se multiplica.
Frunzo el ceño y evito mirarlo a los ojos.—¿Por qué?
Alex me da una mirada divertido, queriendo sonreír.—Por qué es el resultado de la raíz cuadrada.
Mi entrecejo se frunce aún más y miro de nuevo las operaciones que hice. Para mí están bien, aunque no las haya terminado.—Pensé que iba bien.
—Bueno, pues pensaste mal — Él me quita el lápiz de la mano y con el borrador se pone a borrar las operaciones de mi cuaderno. Termina de borrar los números y da una rápida mirada a donde se encuentra el profesor revisando cuadernos, Alex rápidamente empieza a escribir números, resolver las multiplicaciones, divisiones, raíz cuadrada y escribir el resultado en la parte superior de la hoja. Y yo solo lo observo con las emociones a flor de piel, su mano se mueve de forma rápida encima de la hoja, sus hermosos ojos con la vista fija en los problemas y su labio inferior atrapado por sus dientes.
¿Cuánto autocontrol he de tener para no lanzarme a sus brazos y besarlo desesperadamente? A veces yo misma me admiro.
—Ten — Me entrega el cuaderno con la operación resulta, Alex ha sacado el resultado de todos los problemas en un santiamén y no dudo que estén equivocados. Es Alex, sé que su inteligencia no tiene limites,y esa es una de las miles razones por la qué me gusta tanto —. Ve a que el profesor te revise.
—Con una explicada me bastaba — Su boca forma una sonrisa torcida —. No tenías que hacerlos, Alex.
—Un gracias me vendría mejor — Guiña un ojo y sonrío.
—Te iba a agradecer pero no me dejaste terminar — Me levanto de la butaca y Alex mira todos mis movimientos —. Gracias Alex.
Él profesor revisa las operaciones y me entrega el cuaderno completamente revisado. Alex resolvió los problemas correctamente. Y ahora tengo mil y una razones más.
Vuelvo a mi asiento con pasos ligeros, viendo que Alex sigue en la butaca a lado mio. —¿Sacaste diez?
Le sonrío y me devuelve la sonrisa. —Sí. ¿Por qué no traes tu arete? — Pregunto señalando su oreja, para sacarle plática.
—Me lo quité anoche — Responde, jugando con su reloj color amarillo.
Es un amarillo que a todos nos gusta.
Oro.
—Me iba a poner otro pero se me olvidó — Continúa.
Asiento y tamborileo mis dedos en la paleta de la butaca.—¿Te dolió?
Frunce el ceño.—¿Qué?
Haberte caído del cielo.
Ah no, mentira, mentira, mentira.
Repasada esa.
—Cuando te perforaste — Murmuro.
El entendimiento llega a sus ojos.—No, me perforaron con anestesia.
—Ah — Pesco mi labio inferior con la paleta delantera de mis dientes —.¿Y no se te infectó? Cuando yo me perfore por segunda vez el lóbulo se me infectó — ubico las cortinas de cabello detras de mis orejas, dejando a la vista la hilera de aretes que están en ella.
—Sí pero no fue nada — Alex estira su mano hacia mí, y sus dedos hacen contacto con mi oreja.
Mi oreja.
Mi oreja.
Mi–Oreja.
¡Él está tocando mi oreja!
Sentir su mano en el lóbulo me hace estremecer y creó que él lo nota ya que ríe aún sin dejar de tocar mi oreja.
—Tienes muchos aretes — Acerca más su cara al costado de la mía, y luego toca cada uno de mis aretes.
Dios. Sentir su mano hace que me sienta de una manera extraña, tan extraña pero placentera. Cómo si él me estuviera propinando una caricia.
—Son seis nada más — Consigo decir sin que mi voz falle.
—¿Y para ti cuántos son muchos? — Retira su mano de mi oreja, con un atisbo de sonrisa.
Abro la boca y después la vuelvo a cerrar.—No sé, mhm..., tal vez unos diez.
Alex levanta las cejas burlón. —¿Puedes tener diez perforaciones en una oreja?
Ruedo los ojos, divertida. —¿Por qué no lo compruebas?
Él parece querer responderme pero luego se queda en silencio, mirándome indeciso. Ladeo la cabeza confundida, toda burla y diversión se va de su expresión y se mantiene inexpresivo.
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Editado: 29.05.2023