SKYLAR BANNERMAN.
—¿Ahora si ya podemos hablar?
Respingo del susto, conociendo esa voz. Mi piel se pone de gallina y dejo de recargarme en la pared, dejando de abrazar mi bolso. Los nervios se empiezan apoderar de mi ser.
Él se plantea delante de mí, y la luz de la luna ilumina el costado de su rostro. Sus ojos brillan, su cabello negro ya no está ordenado, es como si hubiera estado pasándose las manos una y otra vez hasta dejarlo así, despeinado, cayéndole por su frente.
Lo miro de pies a cabeza, y me doy cuenta de que su camisa tiene los primeros botones desabotonados, dejándome ver la fina cadena dorada alrededor de su cuello. Sus ojos están inyectados en sangre, y quiero preguntarle el porqué, pero al ver el vaso que tiene en su mano ya no es tan necesario.
—En serio necesito hablar contigo, Skylar —pide, su voz suena vulnerable, y eso hace que deje de poner una barrera entre mis sentimientos y él, porque soy capaz de notar su aflicción —. Tú sabrás si quieres seguir conmigo, pero por favor, te necesito conmigo como antes, y si no me quieres de otra forma lo sabré aceptar, pero ya no te alejes más...
La sinceridad en sus ojos azules es tan transparente y hace que no pueda negarme ante esa mirada que me desarma. Así que asiento, decidiendo que es la oportunidad que tenemos de hablar.
—Está bien —susurro, elevando un poco la vista para verlo, había olvidado lo alto que es estando frente a mí —. Hablemos.
Su rostro hace una expresión de sorpresa, porque pensaba que lo iba a rechazar, pero es estúpido, tenerlo frente a mí es como mi mayor debilidad.
Alex es eso a lo que yo siempre voy a estar dispuesta a ceder.
—¿Me lo juras? —inquiere, ladéandome la cabeza, mirándome de pies a cabeza, yo suelto una risita por su incredulidad.
—Sí, Alex.
Él me observa en silencio, y pasa la punta de su lengua por su labio inferior. Quizás le sorprende verme así vestida, tan elegante. O quizás todavía no se la cree.
—Estás hermosa —suelta, y las mariposas aletean dentro de mi vientre, y sonrío inevitablemente. Cualquier persona me puede decir lo mismo, pero cuando Alex me lo dice, se siente diferente.
Y es que no puedo negar que todo lo que siento por él come mis adentros, y es algo que nunca imaginé que podía sentir, es como si fuera más poderoso que yo, algo que no puedo controlar, sobrepasa mis sentidos y en ellos Alex cobra vida propia.
—Gracias...
—Tan hermosa que me enamoras.
Mis mejillas se van tornando rojas, y el bochorno en mi cuerpo lo comienzo a sentir, pero bajo la mirada a mis tacones, sintiendo el cosquilleo por todas partes.
—¡Primo! ¡Pri...mo! —una chica de vestido celeste tropieza con su propio tacón y Alex la agarra antes de que caiga al suelo, sin embargo, la bebida de la chica cae sobre su camisa, estropeándosela toda.
Doy un paso hacia atrás cuando el líquido chapotea y Alex estabiliza a la chica, que inmediatamente se echa a reír.
Su estado de ebriedad me recuerda a que también yo me puse así.
—Uohhh... te mojé pero fue un accidente, primo —ella le toca la camisa y Alex hace una mueca, queriendo dejar su trago en el lugar más cercano, pero no hay lugar más cercano, así que me lo da a mí para que lo sostenga.
—Estás demasiado borracha, Anya, y yo no puedo cuidarte —le regaña Alex, tomándola con fuerza para que ella no se caiga. No puede mantenerse de pie ella misma.
—Peeero ya me voy primito, ya vi que estás demasiado ocupado con la que te gusta, eh... primero estabas tome y tome en el cuarto con el celular y ahora aquí...
—¡Anya! ¡Siempre es lo mismo contigo! —un muchacho de pelo rojizo se acerca rápidamente a Alex y a la chica para ayudarlo —. Ya me la voy a llevar, mírala cómo está, disculpa que te interrumpió.
Alex le asiente sin ningún problema y la suelta, el chico la carga como un costal de papas y se la lleva, dejándonos de nuevo a él y a mí solos.
—Mierda... —murmura, y trago saliva, su camisa está con una mancha morada y él trata por arreglarlo, pero solo logra mancharse las manos.
—Tengo que cambiarme esta camisa.
Frunzo mis cejas, esperando saber cómo lo hará aquí en medio del evento. —¿Y luego?
—Acompáñame.
—¿A dónde?
—A mi casa.
Entreabro mis labios, pensándolo.
—Mira, me tomé unos tragos, pero se me está bajando, solo iré por una camisa limpia y te traeré de vuelta, si eso es lo que quieres.
Es que yo no quiero.
Skylar cálmate por favor.
—Pero rápido, antes de que se haga más tarde —asiente y me quita el trago que él tenía, sus dedos rozan con los míos en el proceso y una corriente corre por mi cuerpo.
—Por acá está mi carro, ven —me tiende una mano y me mira, esperando a que la tome, por unos segundos la mantiene en el aire hasta que el entendimiento golpea sus facciones y la baja, comenzando a caminar.
Yo lo sigo con pasos cuidadosos y lentos, y la música se escucha como en un murmullo conforme más nos alejamos. Camino detrás de Alex y miro los músculos de su espalda, con cada flexión o movimiento que hace se tensan sus hombros. Analizo sus movimientos y él bebe del resto de su trago y arroja el vaso al césped, lejos de nosotros, el estruendoso sonido del cristal rompiéndose ocasiona que deje de analizarlo.
—¿No te regañan por eso? —pregunto, a la par de sus pasos.
Él sonríe torcidamente, y sus dedos van desabotonando el resto de los botones de su camisa, hasta dejarla abierta, mostrando su pecho y abdomen.
Hola hormonas, soy yo de nuevo...
—No, a mis padres no los hará ni menos ricos ni más pobres un simple vaso —contesta, y elevo mis cejas pero ya no menciono nada más.
Llegamos hasta donde está su auto estacionado y se detiene a lado de la puerta de copiloto, la abre para mí y espera a que me siente. Una vez que estoy dentro rodea el auto y sube, encendiendo el motor.
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Editado: 29.05.2023