C A P Í T U LO 47
SKYLAR BANNERMAN
COMPETENCIA ESTATAL DE PORRISTAS 2017
Miro con atención el grande arco publicitario del estadio y me agacho un poco para poder ver con mayor claridad. Tiene colores llamativos, como rojo, blanco y azul. Y también hay muchas pancartas y anuncios pegados por cualquier pared.
Respiro aire con profundidad y mi celular vibra en mi mano, mis labios inmediatamente se estiran en una impredecible sonrisa, sabiendo que se trata de Alex.
«¿Vendrás a verme?»
Me muerdo el labio inferior, leyendo su respuesta a mi mensaje.
Alex <3
«Aunque fuera el fin de mundo, yo siempre iría a verte».
Una bola de nervios se acentúa en mi vientre y suelto un suspiro. No sé qué me tiene más nerviosa, el que podamos perder o el que Alex estará mirándome bailar.
Creo que la segunda.
«Te estaré esperando <3».
Le envío el mensaje, mordiéndome el labio inferior y es cuando escucho a mi padre carraspear.
Ah, sí, estoy con mi padre en el auto. Lo había olvidado.
Guardo mi celular y borro mi sonrisa, volteándolo a ver.
La Competencia empieza a las seis de la tarde, sin embargo, nosotras tenemos que estar dos horas antes para poder ensayar y coordinarnos bien en el lugar. Así que por esa razón mi padre se ha encargado de venirme a dejar.
—Alex llegará a las seis exactas, ¿verdad?
—inquiere, bajando la nivelación del aire acondicionado. Ni siquiera sé porqué lo trae encendido, si el día está nublado.
Asiento con la cabeza, colgándome la correa de mi maleta al hombro. —Sí... a esa hora empezarán a llegar la mayoría de la gente.
Aplana sus labios, algo tenso.
—¿Pueden venir Charlotte y Stacy a verte?
Sería la primera vez que vendrían más personas a verme a una competencia, antes solo era papá o a veces mi tía, pero ahora...
Bueno, prefiero no pensarlo mucho.
—Sí, no hay problema —acepto, y parece que se relaja con mi contestación.
—Qué bueno, estaremos aquí a las seis entonces —le doy una sonrisa y me acerco a él para darle un beso de despedida —. Oye, Skylar.
Abro la puerta para salir del auto y me detengo para mirarlo. —Dime.
—¿Siempre si vas a querer estudiar enfermería? —cuestiona.
Ni siquiera lo pienso mucho, ya sé la respuesta. —Sí, pa, estoy segura. ¿Por qué?
Se encoge de hombros. —Solo quería saberlo.
Echo una leve risita y le muevo la mano diciéndole adiós. Bajo del auto y me encargo de cerrar la puerta y observar a un montón de chicas bajarse de sus respectivos autobuses, en total hay cuatro autobuses que apenas han llegado, y todas las chicas se bajan con su maleta, vestidas con tops y con shorts deportivos para ensayar.
Camino bajo el arco y me adentro por el pasillo del estadio. Es un estadio muy grande, y hay demasiada gente que desconozco dentro, desde entrenadoras y entrenadores hasta directores de preparatorias.
Camino por el pasillo que da directo a los vestidores y en el transcurso me encuentro con muchas chicas que se atreven a mirarme de arriba a abajo, las ignoro hasta que llego a la puerta de metal color negra con una hoja pegada que dice Panteras.
Empujo la puerta sin mucho preámbulo y el olor a perfumes dulces mezclados inunda mi nariz.
—¡Skylar! —la entrenadora me sonríe en cuanto me ve entrar. Ella anota algo rápidamente en su libreta y la deja sobre una mesita vacía —. Qué bueno que llegas, solo faltabas tú.
Le brindo una sonrisa y saludo a todas, quienes me devuelven el saludo y que no tardan en abordarme para hacerme preguntas acerca de la coreografía.
Hemos estado ensayado los siete días de la semana durante tres horas antes del receso, las dos horas eran para practicar la coreografía, y la hora restante para las volteretas y los saltos de fuerza. Mucha presión, moretones por doquier y cansancio, sin embargo, es algo de lo que ya estamos acostumbradas, no es la primera vez que nos presentamos a una competencia.
Mientras respondo a las preguntas que me lanzan dejo mi maleta en la barra metálica y me amarro el cabello en una coleta alta. Karen a mi lado se revisa con una mueca su oreja en el espejo, ya la tiene reconstruida y tiene un mejor aspecto, pero aún tiene los puntos.
—¿Crees que este año logremos ganar? —pregunta, dejando de mirarse su oreja para mirarme a mí.
—No lo sé, esperemos que sí, el año pasado no estuvimos mal y quedamos en tercer lugar —me encojo de hombros y me acerco a pasarle un brazo por los hombros, mirando con interés la pantalla de su celular donde mensajea con Daniel.
—Tienes razón... —levanto mis cejas cuando recibe una foto de Daniel y me quito con rapidez, no queriendo ver otra cosa —. Ah, se me está por acabar la batería.
—¿En serio? Yo sí tengo bat... —pero dejo la palabra en el aire al darme cuenta que a mí también me queda el veinte por ciento —. Solo me queda el veinte.
—Muy bien, chicas, ya estoy viendo que muchas están de distraídas con el celular, así que... —la entrenadora saca la famosa canasta rosada, donde siempre nos pide que guardemos nuestros celulares —. Apaguen sus teléfonos y póngalos aquí, al final de la competencia se los entregaré.
Suelto un resoplido, y presiono el botón de apagar, no obstante, mientras espero que aparezca la opción, un nuevo mensaje de Alex me llega, pero cuando quiero leerlo ya es muy tarde porque la pantalla se oscurece.
Maldigo por lo bajo, y la entrenadora se me acerca para que le entregue mi celular. No me queda más remedio que ponerlo en la canasta junto a los demás.
—Sé que han estado en un ensayo muy pesado durante toda la semana, sé que todas se han estado esforzando, pero quiero decir antes de que ustedes salgan a dar su presentación que no importa si pierden, lo importante es que trabajamos juntas y nuestro desempeño —la entrenadora guarda en un casillero la canasta y le pone un candado, después saca una bolsa grande de plástico y todas nos miramos extrañadas, sin saber qué es —. Yo sé que lo harán bien, y sé que hay muchas posibilidades de ganar, así que les tengo una sorpresa: nuevos uniformes.
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Editado: 29.05.2023