Sale de la ducha con mejor ánimo. Era todo lo que necesitaba. Peina su largo cabello con los dedos. Entra de nuevo al cuarto de Rylan, es su zona segura, se siente expuesta en el resto de la casa. No recuerda el nombre de la chica, y tampoco sabe cómo llamarla. Quisiera saber que hora es, ya que su celular esta descargado, y le estresa no saber nada sobre Ana. Se sienta en la cama a esperar que aparezca Hamel. Juega con sus manos, mientras suspira de aburrimiento. Las vuelve un puño, las entrelaza y repite. Suspira y se levanta, puede sentir la ansiedad invadir su cuerpo. Se mira al espejo. Hunde los dedos en las mejillas. Palpa los párpados, recordando la crisis de la mañana, se masajea un poco para bajar la hinchazón. Tenía más de un año sin llorar tanto. No pudo evitar reabrir viejas heridas al leer las letras del cuaderno de Rylan. Revisa las gavetas por mera curiosidad. Necesita alguna distracción que la ayude a reducir la ansiedad, la cual no deja de crecer con cada minuto que pasa encerrada. Encuentra fotos sueltas. Rylan con Hamel y la abuela, de paseo como una familia. Sonríe con ternura, le trae recuerdos con su mamá. Debajo de todas esas fotos familiares, encuentra una, rota en varios pedazos. Es de una mujer, pero no logra dar sentido a la imagen.
Hamel pasea de un lado a otro en la sala. Quiere hablar con Alicia, pero no sabe de qué. Trata de pensar en algún tema de conversación, una idea o algún diálogo con lo que pueda acercarse. Pero ninguno le convence. Necesita una excusa para entrar al cuarto. Voltea hacia la cocina. Mira pensativa el arco que separa ambas salas. Recuerda que ya pasó el mediodía, y de seguro Alicia tiene hambre. Sirve con cuidado algo que pueda gustarle. Los videos de su dieta se le vienen a la cabeza, sabe que es una chica que se cuida, y un sentimiento de vergüenza crece en Hamel. Odia la idea de romper la ilusión y encontrarse con una realidad distinta.
Se detiene delante de la puerta y suspira nerviosa. Si no le ofrece comida a la no invitada, Rylan se molestará. La educación en esta casa siempre será lo primero.
—Te traje algo de comer, debes tener mucha hambre. —Entra al cuarto con un plato de arroz,pollo y arvejas. Le emociona tenerla cerca, pero no quiere incomodarla.
—Gracias. —Alicia guarda las fotos y recibe el plato. Se recrimina en silencio el que la hayan encontrado hurgando.
—Entonces, te dejo para que comas —se despide Hamel, apenada por pensar que puede ser un estorbo.
—No, quédate, o al menos dime que hora es.
—Son las cuatro de la tarde.
Alicia levanta las cejas en señal de sorpresa. Casi todo el día estuvo encerrada en el cuarto. Su respiración se acelera.
—¿Dónde está Rylan?
—No debe tardar en llegar, le tocaba ir al mercado luego del trabajo.
—Me hubiera gustado ir —lamenta. La idea de caminar por los pasillos junto a él se le hace agradable. Prueba un bocado, no tiene hambre, pero no rechazará la comida.
—Rylan y tú… ¿son cercanos? —pregunta Hamel, temerosa. Se sienta en un extremo de la cama. Alicia mastica pensativa, no está segura de qué tanto podría contarle, toma mucho en cuenta la reacción de Rylan.
—¿No te ha contado nada? —Decide hacerse la sorprendida.
—Solo me comentó del día en que te conoció, en la fiesta de las máscaras.
—Es que debe tener la cabeza en todos lados menos en la tierra —dice en tono burlón.
—Sería raro que no fuera así. —Hamel ríe con timidez, le agrada tener el mismo pensamiento—. Es que tampoco hemos tenido tiempo para hablar, en estos días va de un lado a otro, sin dormir —agrega insegura.
—No sé cómo puede dormir tan poco, pero no podrá seguir con los dos trabajos —dice, antes de tomar otro bocado.
—¿Por la banda? ¿De verdad es necesario hacerle publicidad? —Alicia se da cuenta de la preocupación.
—Eso… —Termina de masticar—. Podrías contarme ese tema… ¿tan delicado?
—¿Qué tema?
—Rylan y la música.
—Ah… Bueno. —Hamel suspira—. La mamá de Rylan, era profesora de música. Ella abandonó a su familia, por una aventura con un cantante famoso.
—Entiendo. —Piensa en los videos que encontró sobre Rylan, de seguro fueron grabados por su mamá.
—Entonces, su papá tuvo discusiones con la abuela porque su hija es una… ya sabes. Rylan quedó en medio de toda esa disputa, y temen que siga los pasos de su mamá.
—¿Ni su papá, ni la abuela saben que él toca?
—No, así como tampoco saben que todavía conservamos la guitarra de su mamá.
—Supongo que si se enteran, ¿sería un caos? —pregunta Alicia, mientras intenta comprender todos los escenarios posibles.
—Para su papá sería una decepción, aunque él solo quiere que Rylan siga sus pasos, viviendo en la ciudad, lejos de aquí. Y para la abuela, sería triste revivir el dolor que su hija le causó. Yo tengo miedo al enfrentamiento que podría desatarse entre ellos dos.
—Entonces, si la banda tiene éxito, irremediablemente a Rylan se le vendrá su mundo abajo —concluye Alicia.
—Exacto, tendrá que asumir las consecuencias.
—¿Que chismosean ustedes dos aquí? —pregunta Rylan desde la puerta.
Alicia sonríe al verlo y se levanta, dejando el plato en la cama.
—Al fin vuelves. —Se acerca a él— Por favor, llévame. —Junta sus dos manos, rogándole, como plegaria.
—¿Te sentó mal el encierro? —le pregunta sarcástico. Ella asiente, y acompaña su súplica con ojos llorosos.
Hamel siente un cosquilleo que logra ponerle los pelos de punta. Lucen como una pareja ante sus ojos.
—Hamel, ¿me ayudas con el mercado? —pide Rylan sin apartar la mirada al rostro de Alicia.
—Si. —Entiende que, por el tono de su voz, le pide dejarlos solos.
Rylan cierra la puerta. Le molesta la imprudencia por parte de Hamel en dejar la puerta abierta, no deja de pensar que podría haber sido la abuela quien entrara antes que él.
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Editado: 30.07.2024