Cerró los ojos cuando el aire golpeaba su rostro, la noche era cálida, el cielo despejado en su totalidad, dejando ver las estrellas tan brillantes como ella se lo había imaginado.
Se sentía viva, había enfrentado a su madre, se había ido de aquella cena sin importarle que ella lo desaprobara.
—¿En qué piensas?.— le dijo Alejo sin lograr despegar sus ojos de ella.
—En que quisiera ser siempre así, enfrentar a mi madre, salir por un helado o tirarme al piso a ver las estrellas.— sonrió mientras giró su rostro para al fin mirarlo. —¿Por qué no me dijiste que eres nieto del rey?.— su pregunta no le provocó sorpresa al castaño, de hecho él esperaba aquella pregunta hace un tiempo, sobretodo al saber que sus padres tenían negocios juntos.
—No es algo que me guste ir diciendo, de hecho no me interesa ser nieto del rey o tener sangre real como suelen decir.— la rubia lo observaba y podía notar la sinceridad en sus palabras.
—Quizás tengamos más cosas en común de lo que imaginamos.— Alejo sonrió y extendió su brazo, para luego apartar un mechón de cabello que caía sobre el rostro con sus dedos.
—Los dos intentamos ocultar el nombre que nos da ser hijos de, pero estoy muy seguro de que somos muy distintos.— se acercó un poco más a ella, dejando una escasa distancia. — Tú no tienes maldad en tu mirada, pero yo si, yo no soy una buena persona.— el castaño recordaba todo lo que había hecho en un pasado y recordando aquella apuesta idiota.
—No creo que seas una mala persona, conmigo eres especial.— Emilia sentía su corazón en su garganta, su vientre se sentía extraño, aquellas cosquillas que jamás había sentido la hacían estar en un estado nervioso inevitable.
—Quizás solo tú logres que sea diferente. — dijo mientras se acercó por completo, rozando su nariz con la de ella. —Esas pequeñas pecas que adornan tu nariz se me hacen preciosas.— susurró tan cerca de los labios de la rubia y aquello la hizo temblar.
—A mi no me gustan.— dijo con su voz temblorosa, recordando como aquel chico que la dañó había mencionado sus pecas.
—Parecen pequeñas constelaciones sobre tu rostro, siempre que las miro algo nuevo encuentro en ti.— la enorme mano de Alejo acarició la mejilla, provocando con aquel tacto que la sangre circulara con más prisa por las venas de Emilia.
—Nunca me habían dicho algo así.— los movimientos de sus labios al hablar hacían que se rozaran entre ellos.
—¿Nunca te han dicho algo bonito?, ¿Nunca te han hecho sentir especial Emilia?.— ella se mordió su labio inferior y negó con su cabeza. Alejo sin poder contener más aquellas ganas de besarla, le tomó el rostro con sus dos manos y la besó, primero solo con sus labios sellados, sintiendo el calor que emanaban de ellos y con algo de torpeza por parte de Emilia hicieron que aquel beso fuese algo único, sintiendo que todo a su alrededor desaparecía, sus corazones latían en la misma sintonía, sus labios se unieron para hacerlos sentir aquel inicio de ese amor que tanto anhelamos encontrar, aquel primer contacto que nos hacen soñar e imaginar que esa persona será tu amor eterno. Las mariposas revoloteaban en ambos, el arcoíris pintaba aquellos sueños y la primavera comenzaba a llegar en aquellas almas.
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𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐀𝐥𝐞𝐣𝐨:
Termino de beber mi jugo de naranja, mientras le envío un mensaje a Emilia. Hoy iremos juntos, anoche la besé y me sentí como nunca antes, he besado a muchas chicas, pero ella… Ella es única, sus labios sabían a chocolate o quizás fue una idea mía.
—Hola campeón.— la voz de mi padre me saca de mis recuerdos, lo observo y por más que lo intento me cuesta tratarlo con normalidad.
—Hola papá, ya estaba de salida.— le digo con calma, intentando llevar la fiesta en paz.
—¿Sales con la hija de Abel?.— lo miro por breves segundos.
—Si, estoy con ella y te advierto que no seguiré ninguna de tus órdenes.— mi padre perdió mucho después de la muerte de mi madre, mi abuelo lo expulsó y solo le permitió quedarse con sus negocios por compasión de Rocío y por mi.
—No te pediré nada, solo ten cuidado. Agustín dice que ella es la culpable de lo que pasó con Nahuel.— tomo mi chaqueta y camino hasta la salida, dándole la espalda suelto lo que pienso.
—Agustín solo utiliza aquello para descargar su culpa o quizás Nahuel no fue tan inocente.— conozco a mi familia, la única persona que vale la pena en esta familia es mi tía Amelia, mis abuelos y Rocío. Los demás son una lacra, que por ser de la familia real se creen con grandes derechos. Espero que mi abuelo jamás les de el poder.
Me subo a mi auto y lo saco del garaje, saliendo lentamente para esperarla, parqueo el auto dejándolo en marcha para irnos en cuanto ella salga.
Me pongo mis lentes de sol y tomo el chocolate que tenía en la gaveta, giro en dirección a la casa de Emilia y la veo caminar hasta mi, un pantalón corto de color rosa y camisa de color negro con un nudo, permitiéndome ver un poco de la piel de su vientre, mis ojos van a su ombligo recordando que ella quería un arete justo ahí.
—Hola.— saluda algo nerviosa y aquello me saca una sonrisa.
—Sube palomita.— con sus mejillas rojas se sube al auto y sin darle tiempo le doy un beso en sus labios.
—Para ti.— le extiendo el chocolate que con prisa lo toma.
—Que delicia, muchas gracias.— pongo en marcha el auto con una sonrisa idiota, ella no puede ser la culpable de todo aquello, su mirada resplandece de bondad.
—¿Estás seguro de llegar conmigo?, ellos van a decir cosas de ti por mi culpa.— paró el motor del auto una vez que parqueo en mi estacionamiento y me giro en su dirección.
—No me interesa lo que digan, tampoco espero la aprobación de nadie.— tomo una de sus manos, intentando convencerla de que es real lo que digo, que confíe en mí y así poder decirle la idiotez que hice con Agustín.
—Si me gustaría que dejes de permitir tantos abusos contra ti, sigue sacando la verdadera Emilia.— una sonrisa enorme se dibuja en sus labios, mientras su mano acaricia mi antebrazo.
—Eres increíble Alejo. Gracias por hacerme sentir tan bien.— tomo mi mochila junto con su bolso y bajamos del auto, lo rodeó con prisa para llegar hasta ella, rodeó sus hombros con mi brazo y caminamos hasta el interior del edificio, sintiendo las miradas de todos los estudiantes sobre nosotros.
—Todos nos miran.— susurra mientras llegamos a su casillero.
—Pura envidia, déjalos. Solo mírame a mi.— le guiño un ojo y me siento satisfecho cuando sus mejillas se vuelven a poner rojas, sus ojos verdes brillan y una sonrisa enorme vuelve a aparecer en sus labios.
—¿ Intentas acabar con todos los hombres de la familia Bardón?.— la voz chillona de Ivette interrumpe el momento y logra que ella deje de sonreír. Me giro para encontrarme a mi primo con la castaña que vive pegada a él.
—Que pena que no tomarás nuestro consejo primo, pero no te preocupes en cuanto te vemos perdido vendremos a ayudarte.— tomo la mano de Emilia y aquello a la castaña frente a mi no le agrada.
—Ojala y lleguemos a tiempo baby.— mira con desprecio a mi compañera y aquello me hace enfurecer, pero él apretón de mano que Emilia me da me detiene.
—Es mejor ir a clases, ellos jamás van a pensar con coherencia.— Agustín al fin la mira y lo que veo en sus ojos no me gusta, por lo que sin agregar algo más nos vamos.
Voy a descubrir todo lo que Agustín tiene contra Emilia y también lograr que ella cuente su versión.
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Editado: 03.11.2024