_Te casarás y no se hable más del asunto - sentenció mi padre golpeando la mesa.
_Claro que no. - contraataque - no decidirás mi vida, yo no quiero casarme aún y menos con un desconocido.
_No te he preguntado, te estoy avisando que eso es lo que pasará. - se puso de pie y salió hacia su despacho. Corri de trás de él tratando de revelarme ante su tiranía.
Yo no me casaría, no sería un animal de cambio para obtener ganancias a base de mi sufrimiento.
_Pues no lo acepto, no me casaré - seguí hablando - no puedes obligarme ya soy mayor de edad.
_ Si no te casas vivirás en la calle porque en mi casa no te quedas y me encargaré personalmente que nadie te de trabajo - amenazó - ni siquiera de mesera podrás trabajar así que tú decides.
_La herencia de la abuela...
_La recibirás cuando cumplas los 25 años y aún faltan 2 años para eso - sonrió victorioso y me cerró la puerta en la cara.
Esto no podía ser cierto. Quería llorar y romper todo pero no le daría ese gusto a Vincent Montés, respire hondo tratando de hallar la calma que no tenia, debía pensar en como evitar esa boda. Yo no quería casarme, quería salir de esta casa y poner una agencia de decoración de interiores, ese era mi sueño. Yo quería invertir la herencia de mi abuela en eso y ahora ya no me queda nada. Estoy atada de manos por dos años más.
Estoy segura que mi padre cumplirá su amenaza y con tal de tenerme en sus manos, seré su marioneta para lograr sus objetivos, pero está mal si cree que una vez yo me case seguirá controlando mi vida. ¿Y quién demonios acepta casarse sin conocer a la novia? Maldito imbécil de mierda.
No te conozco y ya te odio.
Volví al comedor hecho una furia y mi madre seguía ahí viendo un punto fijo en algún rincón de la casa. Cómo siempre en silencio y aceptando cada palabra de lo que su "santo" marido dictaba y si algo tenía claro era que yo no sería ese tipo de esposa JAMÁS.
_No deberías discutir con padre - por fin dirigió su mirada hacia mí. - él solo quiere el bienestar de la empresa y Erick Pimentel es un buen partido para ti y para expandir la agencia al extranjero.
_Si. Y a mi que me parta un rayo. - ironice - si no vas a decir nada bueno deberías cerrar la boca ya que no sabes decir nada productivo Sonia, tal vez deberías casarte tu con él.
_La agencia será tuya en el futuro - hablo calmada tratando de persuadirme - y él es un buen hombre, solo debes hacerlo bien y no enojarlo, a los hombres no les gusta...
_Y ser un adorno como tú - afirmé molesta - no gracias, odiaria tener que repetir tu vida tan vacía, corriendo de trás de un hombre que nunca me ha respetado. Yo no tendré esa vida Sonia y no dejaré de ser madre para ser solo mujer.
Salí de esa casa ante su mirada dolida, pero hace mucho tiempo había dejado de decirle mamá para llamarla por su nombre. Nunca tuve su apoyo, ella estaba a favor de lo que decía mi padre y jamás lo contradecía ni siquiera para defenderme y está vez no iba a ser la excepción. Estaba sola frente al mundo con un apellido glamoroso, Eliana Montés Del Prado, una joven rica y heredera, única hija del más grande publicista del país, pero nadie sabía de la dictadura que se vivía dentro de nuestra lujosa jaula. Ahí dentro yo no tenía libertad de pensamiento ni decisiones. Era una herramienta más que el "Gran" Vincent Montés podría usar para engrandecer su empresa, era un moneda de cambio que será usada en un matrimonio por conveniencia y no la mía si no de mi padre.
En la mañana todo estaba tranquilo, mi padre estaba más cordial que de costumbre y eso debió ser una alarma de alerta para mi, pero pensé que solo se trataba de un milagro. ¡Ja! Vaya día milagroso que fue.
Llamé a Emeth en cuanto salí de casa, necesitaba un amigo ahora mismo y el era uno realmente leal.
Llegué al pequeño y acogedor restaurante donde era nuestro punto de encuentro favorito, la comida era deliciosa y el lugar era tranquilo. En cuanto cruce la puerta ví a Emeth sentado en nuestra mesa de siempre, el más apartado del lugar. Mi amigo era un moreno de 1.85 m con un hermoso cabello rizado negro, cejas pobladas y ojos marrones, tenía los labios carnosos y parecían delineados, yo envidiaba esos labios porque los míos sin labial ni se notaban.
Maldita genética la mía.
En cuanto me vió me regaló su brillante sonrisa, yo amaba esa sonrisa. Él era el único amigo real y verdadero con quien contaba, sus padres son fotógrafos profesionales muy famosos y aman a su hijos, muy diferente de los míos que viven de las apariencias fingiendo ser lo que no son.