Química Irresistible ©

Capítulo 9

 

Capítulo 9: Catarsis.

 

ROSIE.

 

 

Micah no demora en estrechar sus labios contra los míos. Se sienten tan suaves como si fuese la mismísima seda en sus labios. Sus manos se posicionan sobre los pómulos de mi rostro. El corazón me pita en los oídos y siento que feneceré en cualquier micra de segundo. ¡Oh por Dios! ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Qué demonios estamos haciendo?

En el preciso instante en el que siento su lengua rozar la mía con avidez, decido apartar el rostro. Siento el calor llenándome la cara, más allá del beso, sé que se debe en parte a la vergüenza que me atenaza en estos momentos. Él se aparta de mí llevándose una mano al cabello. Pasea su mirada por el exterior de la terraza. Tiene los labios hinchados y me coloro aun más por el hecho de pensar que he de verme de la misma manera que él. ¡Santa madre de Calcuta! ¡Acabo de besar a Micah Janssen! ¡Y me ha gustado!

Sin mencionar que es la segunda vez que pruebo esos deliciosos labios. Bien, Rosie. Paraliza esas hormonas. Inhalo una profunda bocanada de oxigeno. Él me mira de refilón pero no dice nada. Absolutamente nada sale de sus labios y eso me frustra. ¿Habré tenido mal aliento? Con disimulo, trato de oler mi propio aliento. Y noto que estira la comisura de los labios en dirección al cielo.

¡No más sonrisas así de sexys! ¡Ahg!

—¿Qué demonios haces, Rosie? —indaga con una divertida sonrisa en los labios. La cara vuelve a arderme debido al calor. Nunca había sido una chica de sonrojarse. No entiendo qué le sucede a mi rostro—. Eso fue lindo. —murmura al cabo de unos segundos. ¿Lindo? ¿Se refiere al beso? ¿Le ha parecido lindo?

Trato de mostrarme indolente.

—Sí pero no debió suceder. Es más, no creo que vuelva a suceder nunca más. —asevero. Y, oh por Dios, qué mentirosa. Eso ha sido más que lindo pero Micah no tiene porqué saberlo. ¿No?

Él cuadra una mueca pero se limita a asentir con la cabeza. Se nota el esfuerzo que aplica para no sonreír. De pronto, nos encontramos en un silencio que me altera el estado normal de mis pensamientos. He besado a Micah Janssen por segunda vez. Ha sido mi segundo beso en la vida. ¡Y ha sucedido con la misma persona! ¡Con Micah! ¡Con mi enemigo! ¡Con mi contrincante! ¡Con mi…primer beso! Esto se me está escabullendo de las manos.

No puedo seguir jugando a este juego. No puedo seguir acercándome a él. No quiero seguir involucrándome con un chico que solo puede alterar la paz mundial. ¡La paz de mi mundo!

—¿Te arrepientes de haberme besado? —inquiere tras lacónicos segundos de un filoso silencio. El resquemor se arraiga a mis entrañas.

Y las palabras se atoran en la punta de mi lengua. ¿Qué debería responder a eso? ¿Decirle que me arrepiento de haber dado mi segundo beso con el mismo chico de mi primer beso? O ¿tal vez decirle que me tiene plenariamente fuera de razón?

Estamos hablando de un Janssen, Rosarie. ¡Un Janssen!

Presiono los labios para evitar mordérmelos. No quiero que piense que tiene algún poder sobre mí y mucho menos que me hace jadear de la forma en que lo hace. Demonios, Rosie. ¡Ya basta de pensar de esta manera!

—No. Solo… no debió suceder —respondo. Él me mira escrutándome con sus cetrinos orbes intensos—. Mira, ambos sabemos que ese beso solo fue un error. Sí, un error. No podemos olvidar que después de esta noche todo seguirá siendo como siempre ha sido: tú estarás con Kiara, odiándome como siempre y yo estaré ocupándome de ser yo misma. —no sé qué demonios intento decirle solo sé que las palabras brotan autóctonas a través de mis cuerdas vocales.

Él emite un suspiro amargo y frunce el entrecejo.

—¿Odiándote, Rosie? —ironiza como si no pudiese estar más en desacuerdo conmigo—. ¡Yo no te odio! ¡No odio a nadie! ¡Eso es ridículo! —exclama alterándose un poco.

Aguardo en silencio mirándole detenidamente. ¿No me odia? Pero sí… menea la cabeza para mirarme. Sus brillantes ojos verdes centelleando de… ¿decepción? ¿Está decepcionado? ¿Por qué habría razones para estar decepcionado?

Estás quedándote sin argumentos, Rosie. Se te agota el tiempo.

—Yo creía que tú me…

Él me interrumpe bruscamente. —¿Creías que te odiaba? ¿Por qué demonios creías que te odiaba?

Y una vez más, me he quedado estancada. Desearía poder irme al campus pero sé que Kevin no va a querer llevarme devuelta. Así que no me queda más remedio que regresar andando. Y puede que sea fanática de la lectura pero detesto con mi alma las conversaciones extensas. Y sí que había sido extensa esta conversación, incluso, hubo besos de por medio.

La cabeza comienza a palpitarme. Reconsidero la tentadora idea de regresar al salón y pedirle a Kevin que me lleve a casa pero cuando echo un vistazo a mis  espaldas, distingo la cadencia de sus risas resonando a través del espacio. Me vuelvo hacia Micah. Él lindo chico que se sitúa frente a mí.




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