Capítulo 15: Idóneos.
ROSIE.
No sucede nada.
No sucede nada, Rosie.
Escuchar a Micah diciéndole a Kiara que no siente absolutamente nada por mí, se siente… se siente como si me clavaran puñales calientes en el pecho. Me ha dolido, más que todo porque me había animado a confesarle que aquellos besos que habíamos compartido se sentían como un todo para mí.
Solo son exageraciones mías. Sí. Solo son exageraciones de una chica descuidada que había caído en los brazos del chico equivocado.
No es como si de verdad me hubiese enamorado por solo un simple beso. ¿No es así?
Sacudo la cabeza, y noto la presión que ejercen mis dedos cuando se aferran a las solapas del cuadernillo que sostengo entre las manos. Me dirijo a una de las mesas en medio de la silenciosa sala de lectura, y me siento en el primer banquillo que encuentro disponible. El silencio es abrumador pero, sin duda alguna, es lo que necesito en estos momentos para distraerme.
Sé que la biblioteca cerrará dentro de… ¿una hora, tal vez? No lo sé. Solo quiero sentarme, abrir el libro que mantengo aferrado a mi pecho y olvidarme de lo que mis oídos acaban de escuchar.
Es complicado asimilarlo pero no entiendo porqué debería afectarme tan bruscamente. Yo no estaba enamorada de Micah Janssen. Eso es un hecho. Solo me parece sexy; pero no es como si no pudiese sobrevivir sin sus besos… o sin él.
Los segundos transcurren sin que pueda darme cuenta de lo que sucede. Mis ojos repasan el molde de cada letra transcrita en el libro. Delicadas, aparentemente frágiles. No paro de leer incluso cuando me fijo en que ni siquiera sé sobre qué demonios me hallo leyendo.
El ruidillo de la puerta abriéndose me hace girar el cuello de ipso facto. Mis células inducidas obsequiando una respuesta biológica. Lo último que alcanzo a ver es la maraña oscura que le pertenece a Kiara saliendo a través de las puertecillas. Asumo que Micah ha salido antes que ella puesto a que no le veo salir.
Y siendo sincera, prefiero que así sea.
Tropezarme con algún Janssen es lo que último que deseo en este preciso instante.
Entonces, como si pensar en ello pudiese modificar de algún extraño y sobrenatural modo las leyes físicas y químicas del universo, una profunda voz resuena en mis tímpanos de pronto.
—¿La biografía de Dante? —señala mi libro con uno de sus dedos, y debo recuperar la compostura después del enorme e inesperado susto que me ha causado.
Casi podría blasfemar en su rostro pero las palabras amenazadoras de mi madre me acuden enseguida.
—Cultura general. —ni siquiera intento explicarme. Lo cierto es que no tengo una explicación clara para eso. No sé ni porqué he tomado este libro en primer lugar.
Micah ladea los labios, formándose una sonrisa.
—El creador de infierno. Me obligaron a leerlo en segundo de preparatoria. Creo que lo recuerdas, hice una buena paráfrasis sobre su obra. —me guiña un ojo. Sí. Lo recuerdo.
Fue el mismo día en el que me di cuenta de lo cerca que estaba de arrebatarme mi puesto como la primera de la clase. Su paráfrasis fue espectacular, y su analogía nos arrebató el aliento a cada uno de los que mirábamos un poco más allá de nuestras narices.
No obstante, me hago la amnésica.
—No, ni idea de qué me hablas. —comienzo a guardar las cosas de regreso al oscuro interior de mi mochila para disponerme a marcharme cuando él continúa hablando.
—Podría refrescarte la memoria, si quieres. —alza la esquina de sus labios en una mueca derrochadora de picardía.
¿Cómo puede sonreírme de esa manera después de decir que no le importo?
Hombres. Con H de Hipócritas.
Termino de introducir mis libros adentro de la mochila. Lo guindo sobre uno de mis hombros e intento ponerme de pie para irme.
—Preferiría que no lo hicieras. —cuadro la mandíbula con solemnidad.
Él me copia, poniéndose sobre su tenis deportivos y acercándose unos cuantos pasos hasta que su pecho se halla demasiado cerca del mío.
—¿Segura de eso, caperucita?
Su mirada se encuentra con la mía. Me pierdo en el intenso color verdoso que le caracteriza y cientos de recuerdos me vienen a la cabeza. Sobre todo las veces en las que nos hemos besado.
Tomando una profunda bocanada de aire para llenarme de toda la valentía y el autocontrol acumulado en el interior de mi citoesqueleto, presiono el libro contra mi pecho y me obligo a mí misma a sostenerle la mirada. Él no va a amedrentarme si eso es lo que pretende.
No, Micah. Te has metido con la nerd equivocada.
—¿Podrías irte de una buena vez, Micah? —le miro arrugando las cejas. Sé que he sonado amarga, y por la expresión que adquiere su rostro puedo asumir que le he desorientado—. No sé qué opinas tú pero creo que es tiempo de cortar la situación de raíz. Esto… no es… no somos compatibles; lo pillo. Tú tienes a Kiara, y sí, bien, la hemos pasado bien juntos pero Kiara es tu novia. Le debes un poco de respeto por el simple hecho de ser tu novia, ¿no lo has pensado?