Capítulo 17: Oh Lá Lá.
ROSIE.
Micah me ha enviado un mensaje esta mañana. Solo despertarme y mirar que he recibido un mensaje de él me hace sentir extraña. ¿Cuándo cambió todo tanto? ¿Cuándo pasamos de ser los peores adversarios a enviarnos mensajes tan pronto despertamos? ¡Es una locura!
Si mamá supiera que un chico me envía mensajes a la primera hora de la mañana, primero se aseguraría de que no me ha tocado un pelo para luego mandarme en una caja a Madagascar.
No he hablado con mis padres en días pero siempre leo los mensajes que envían al grupo de la familia Hamilton en el Whatsapp. El otro día, toda la familia ovacionaba a Grace, mi prima de Cleveland solo porque había aprobado una asignatura con uno de los mayores puntajes. ¿Hola? ¿No ven que siempre apruebo todas mis asignaturas con el mejor puntaje?
Trato de no pensar en ello. No vale la pena. Grace siempre será el orgullo de mi madre por mucho que me esmere en demostrarle lo perfecta que puedo llegar a ser.
Termino de ordenar mis libretillas adentro de la mochila cuando la clase de ‹‹economía›› culmina. Ha sido la clase más aburrida de la historia pero aun así me he concentrado en lo absoluto en cada palabra que se ha mencionado durante clases.
Cuelgo la mochila en un hombro, y me dispongo a salir del aula cuando Kevin me intercepta. Tenía más de una semana sin saber sobre él; aunque Mecha me había contado que ahora comparten una clase juntos. Ella está totalmente perdida por ese par de musculitos con sonrisa de ensueño.
¿Cómo podría culparle?
Kevin Collins es, incuestionablemente, atractivo. Y me fijaría en él si no fuera igual al resto de los chicos de los que suelo huir…
—¡Rosie! —me saluda. Tiene esa encantadora sonrisa que le caracteriza en los labios—. Te he estado buscando. Inclusive, le pregunté a tu amiga la de las gafitas con camisitas de puntitos sobre ti pero… —se pasa una mano por el cabello, y me mira de reojo—. ¿Cómo has estado?
Frunzo levemente el ceño cuando le escucho referirse a Mecha como ‹‹la chica de las gafitas con camisitas de puntitos››.
Imbécil.
—Todo en orden, Kevs. —me río con suavidad, y doblo en la esquina del pasillo para dirigirme hacia la habitación. Mecha debe seguir en clases, así que no me detengo a esperarle. Me vuelvo a mirarle por educación—. ¿Cómo te ha ido a ti?
Kevin me sigue de cerca. Caminamos codo a codo a pesar de que él me saca más de una cabeza de altura.
—Muchas noches sin dormir. Necesito distraerme; tanta presión me asfixia. —comenta. Nos detenemos frente a la entrada de mi edificio porque sencillamente no quiero que pase a la habitación. En realidad, Kevin es un chico amable y entretenido pero justo ahora no puedo dejar de pensar en el mensaje que me ha enviado Micah esta mañana. ¡Deja de aparecer en mis pensamientos, lobo! —. Salgamos el sábado, Rosie. No acepto un ‹‹NO›› como respuesta. —me aborda de pronto con demasiada soltura.
¿Salir con un Collins?
Por más tentador que suene la respuesta siempre será la misma. NO.
Un rotundo ‹‹NO››. En mayúsculas, inclusive.
Sin embargo, Kevin se ha portado lindo conmigo desde que le conocí. No pretendo hacerle sentir tan fuerte mi rechazo hacia su salida. No tengo nada en contra de que seamos amigos pero ya salí con él una vez y terminé besándome con Micah Janssen y siendo la victima de un salvaje zorrillo.
—¿El sábado? —repito buscando en mi cabeza alguna excusa que pueda justificarme. ¡Piensa en algo, Rosie!—. Uh, el sábado iré a… hacer servicio comunitario. Ya sabes… a contribuir con la sociedad. —es lo único que se me ocurre al instante. Oh, Dios mío. ¿Cuándo aprenderé a mentir y que parezca creíble?
Aun así, Kevin se limita a arrugar la frente sin decir nada al respecto. ¿Qué? ¿Es demasiado extraño que una chica de diecinueve años realice servicio comunitario?
¿Ya los chicos de esta generación no contribuimos para que nuestro planeta sea un mejor planeta?
Por supuesto que no, Rosie.
—¿Y el domingo?
—Debo estudiar. —postulo una inocente sonrisa en mis labios.
No es mi intención ser tan complicada las 24/7. Solo está presente en mis genes. Los mismos genes que le pertenecen a mi estricta madre.
Kevin se pasa una mano por la nuca, un tanto desconcertado.
—Por supuesto, debes estudiar. Será cuando puedas, supongo —ladea su cuello hacia ambos lados dándose cuenta de en donde se encuentra. Hasta lo que entiendo Kevin no vive en el campus de estudiantes, sino que tiene su propio departamento en la ciudad. Se centra en mí, y me dedica una sonrisa tenue—. Nos vemos luego —se inclina para depositar un cálido beso sobre mi mejilla—. ¿Me texteas?
—Claro que sí, amigo. —sigue esperándolo, muñequito.