Capítulo 23: Brazo Roto.
ROSIE.
Tenemos más de una hora en el hospital sin muchas noticias sobre Micah. Me miro las uñas para comprobar de que me he mordido las uñas de ambas manos. Solo suelo morderme las uñas cuando me hallo desesperadamente nerviosa. No mentiré, ardo de los nervios.
Después de armar un completo espectáculo, mamá ha tomado su vuelo hacia los Estados Unidos. Ella no perdería ese avión ni que se lo pidiese el príncipe de Inglaterra. Un alivio, para ser honesta. No creo poder soportar más líos a causa de sus reclamos.
Mecha se mantiene a mi lado como una garrapata. Mantiene su cabeza apoyada sobre la palma de su mano, y no ha parado de chasquear la lengua a cada segundo en lo que va de hora. Su gesto me abruma, pero soy incapaz de soltar algún comentario sobre ello.
—Si no apruebo mi examen de mañana por culpa de tu irresistible novio, te mataré, Rosie Hamilton. —advierte la castaña a mi lado deteniendo su tic nervioso con la lengua.
Enarco ambas cejas en su dirección, y un ligero incendio nace en mis mejillas. Extraño, Rosie.
—Si sigues diciendo que es mi novio la única que terminará muerta serás tú, Mercedes Marcus —contraataco alzando ambas cejas.
Ella rueda los ojos en dirección al cielo, y retoma su gesto de chasquear la lengua como si el funcionamiento del mundo dependiese de ello.
—No podrás asesinarme si te encuentras ocupadita haciendo el rol de enfermera para cuidar de tu guapetón novio —saca la lengua burlona, y termina pintando una picarona sonrisa en el rostro.
Emito un resoplido, y concentro mi mirada encima del mostrador en medio de la sala de espera. Le echo una rápida miradita a mi reloj, y compruebo que ya vamos en camino a tener dos horas en el hospital del campus. Mikhail ha entrado a otro cubículo desde hace media hora, y mi pie no para de golpetear el suelo como respuesta.
¿Por qué me siento tan preocupada?
El nudo se aprieta en mi garganta cuando le recuerdo en el suelo, con los ojos cerrados, y su cuerpo temblado y aferrándose a mi cuerpo como si pudiese devolverle el aliento de alguna manera.
—Quiero un burrito —se queja Mecha a mi lado resoplando los labios. Luego me sacude el brazo para llamar mi atención, y noto que señala hacia el frente.
Mikhail ha regresado a la sala, pero alguien más viene con él.
El corazón se me aprieta contra el pecho, y debo recordarme cómo respirar. Micah tiene el brazo enyesado, y unos ligeros moretones adornan su perfilado rostro. Ellos avanzan hasta nosotras, y nos ponemos de pie enseguida.
Nuestras miradas colisionan durante una fracción de segundo, y mis entrañas bailan tango adentro de mi cuerpo. Solo respira. Sí, respirar. No suena mal respirar, ¿eh?
Se me resulta impresionante atestiguar la siniestra forma en la que incluso con moretones en la cara, los labios resecos y un yeso en el brazo, luce como un miembro de alguna revista de moda masculina. Micah estira los labios en una pequeña sonrisa que me causa un intrigante cosquilleo en el estomago… ¿mariposas en el estomago?
Oh, por lo sagrado, Rosie. Tú no eres chica de mariposas en el estomago. ¿Recuerdas?
—Hola… —siseo cuando estamos frente a frente. Mikhail curva los labios destilando un contundente ápice de burla, y Mecha sopla sus labios—. ¿Cómo te sientes? —pregunto.
El castaño sacude la cabeza ligeramente, y señala su brazo enyesado como si no fuese evidente lo que acabo de preguntar.
—He tenido días mejores —replica con sinceridad.
Uno mis labios imitando a un pez, y solo consigo asentir con la cabeza. ¿Se acordará de lo último que hablamos antes de que perdiera la consciencia en la ambulancia? Se me llenan las mejillas de calor debido a la vergüenza, y quisiera abrir un hueco debajo de mis pies.
No puedo creer que le pedí que siguiera demostrándome sus estúpidas razones. ¡¿Por qué demonios hice eso?! ¿En qué estaba pensando?
Solo dejé que la desesperación del momento me venciera.
Sí, solo debieron ser los nervios.
—Bueno, par de tortolos, ¿podrían dejar de coquetear descaradamente e irnos ahora? —Mecha se aclara la garganta—, me urge hacer pis.
Como si fuese posible cobrar más color en la cara, lo hago. Su comentario le hace gracia a Micah, porque una linda sonrisa surca sus labios. ¡Ya basta! ¡No puedo ser un alma despiadada sin sentimientos cuando me sonríe de esa maldita manera!
Mikhail nos pide que le acompañemos hasta su edificio, y para ser sincera conmigo misma, muero de los nervios. Nunca antes había pisado el edificio de los chicos, y el simple hecho de plantearme que estaremos en una misma habitación me pone, por alguna extraña razón, los pelos de punta.
Todo estará bien, Rosie. Trato de mentalizarme.
Su edificio luce por el exterior más ancho, y largo que el edificio de las chicas a casi medio kilometro de distancia. Si bien no es mucha, y por ello, la cantidad de chicas que salen del edificio cuando entramos no me sorprende.