Capítulo 24: Elecciones. Parte I.
ROSIE.
Micah no ha asistido a clases durante toda la semana, y admito que extraño tenerle rondando por allí, y sonriéndome de la enloquecedora manera en la que suele hacerlo. Sin tener idea de cuándo o cómo sucedió, su cercanía se había convertido en uno de mis momentos preferidos en el día.
Finalmente, al cabo de milésimas discusiones conseguimos ponernos de acuerdo con respecto a las elecciones de los presidentes del curso estudiantil. ¡Terminé siendo yo quien le rogase para participar junto a mí!
Tal vez podríamos ganar. Tal vez podríamos perder. Tal vez algo más podría suceder sin que lo sepamos justo en este momento.
He metido las fichas de preguntas adentro de mi bolso, y ahora me encuentro camino al edificio de los chicos. Debo preparar a mi compañero para las elecciones en el auditorio, mañana. No negaré que me hallo de los nervios, pero una gota de confianza me impulsa a no salirme del concurso un día antes.
Plantándome en frente de la puerta, inhalo una enorme bocana de aire que me arde en el pecho antes de estampar mis nudillos contra la puerta reiteradas veces. Cuento mentalmente los segundos que transcurren antes de que la puerta pueda abrirse, y esa cautivadora sonrisa me reciba, son apenas quince segundos.
Micah mantiene una expresión somnolienta en el rostro como si hubiese estado durmiendo, y se frota el brazo antes de pedirme que entre en la habitación.
Un incomodo, y exageradamente, desagradable hormigueo me recorre las piernas y asciende hasta mi espalda. Omito encauzar alguna mueca en mi rostro, y me fuerzo a mí misma a colocar una sonrisa en los labios. Su cercanía causa estragos en mi cuerpo.
—Me parece a mí o te he despertado. —alzo una ceja.
Coloco mi mochila sobre el escritorio, y aparto unos cuantos libros que dudo que nos sirvan de algo esta tarde. Procurando ser disimulada, le echo un vistazo al resto de la habitación, y me percato de lo refulgente que ésta se encuentra. No hay rastros de Mikhail o de los gemelos por ningún lado.
Eso significa que estamos… solos.
Trago grueso, y tiro del bordillo de mis mangas.
Micah exhala un bostezo, antes de proceder a lanzarse en medio del sillón, y flexionar sus brazos por detrás de su nuca ocasionando que los músculos de sus formados brazos viriles se tensen, y resulten más notorios. Trato de no quedarme mirándole como una boba, y aparto la mirada hacia mi mochila.
—No mentiré. Estaba durmiendo, pero me hace feliz estar despierto ahora —me sonríe de esa retorcida manera en la que solo Micah Janssen puede hacerlo, y los músculos de mi vientre se contraen.
Solo enfócate en lo importante. He venido a preparar a Micah para los diálogos de mañana, y solo a eso. No me importa que sus músculos se contraigan, y me hagan querer lamerlos como si fuesen unas paletas de helado.
—Mañana es el día —digo. Los nervios arman una telaraña que me recorre entera, y debo tomar un poco de aire para no marearme—. Tenemos que estar preparados para cualquier pregunta que nos hagan. No podemos quedarnos en silencio ante alguna pregunta; es debido a ello que me tomé la molestia de crear estas fichas de estudio. —saco las fichas de mi mochila, y se las acerco.
Una amplia arruga se forma en la frente del castaño, y sus ojos se achican al examinar las fichas superficialmente.
—¿Fichas de estudio? —Micah sacude las fichas frente a su rostro, y regresa su mirada a mí—. Solo será una elección de estudiantes, no un certamen de belleza, Caperucita.
Coloco los ojos en blanco, y le arrebato las fichas de las manos sintiéndome un poco ofendida. Las fichas de estudio son indispensables para poder memorizar buenas respuestas.
—Y debemos estar preparados, Micah —hablo con mal tono, y una leve mueca de disculpa surca su rostro—. Por algo siempre fuiste el segundo de la clase —bromeo, haciéndole rodar los ojos.
Él se levanta del sillón, y me quita las fichas de la mano. Su altura me intimida un poco, y estar compartiendo el mismo oxigeno solo me revuelve el estomago.
—Cierra tus lindos labios, Hamilton. No siempre fui el segundo de la clase, solo lo fui hasta que tú llegaste a arrebatarme el lugar. —se acerca unos cuantos pasos hasta que me encuentro acorralada con el baúl al termino de la cama detrás de mí. Sus verdosas orbes se incrustan sobre las mías, y dejo de respirar por instinto—. Comienzo a creer que te encanta arrebatarme absolutamente todo —pronuncia en casi un susurro tan cerca de mi rostro, que puedo sentir su tibia respiración chocando con la mía.
Sin saber bien a qué se refiere, subo ambas cejas y traigo mis manos al frente para cubrirme el pecho.
—¿Arrebatarte absolutamente todo? —repito, casi convulsionando en mi posición.
Micah pasa su brazo funcional al costado de mi cadera, y el aire abandona mis pulmones cuando nuestras pieles desnudas se rozan.
Él mueve la cabeza, asintiendo.
Inexorablemente, me pierdo en medio de su mirada profunda y cargada de sensaciones que me hacen estremecer, luego repaso el molde de sus delgados labios, y mi corazón salta con fuerza cuando de manera lenta y casi tortuosa sus labios se estiran hasta crear una sonrisa lobuna.