Química Irresistible ©

Capítulo 46

 

Capítulo 46: Cena En Familia. Parte I. 

 

MICAH.

—¿Te veremos pronto? —le pregunto a Ian. Él se encuentra de pie junto a la puerta de la entrada con su valija a su lado.

Después de alrededor de un mes ha decidido marcharse de casa para continuar con su vida. Por lo que puedo notar ha hecho las pases con Mikhail, y debo admitir que me pone contento que después de todas sus diferencias hayan podido llegar a aceptarse.

Supongo que le echaré de menos. Me había acostumbrado a verle rondando a la madrugada por la casa, o a sus discusiones con Mikhail. Incluso Mickey parecía haberle agarrado cariño.

Ian me mira con sus enormes luceros grises que no comparten mucha similitud con los de papá.

Me coloca una mano sobre el hombro, y da un ligero apretón. Ajusta una sonrisa de afecto en sus labios.

—Volverán a verme, hermanos. —se despide una vez más de cada uno, dándonos un par de palmadas en la espalda, y es momento de despedirnos por completo cuando un vehículo arriba en el estacionamiento en su búsqueda.

Junto a Mickey a mi lado, y Mikhail a mis espaldas, le vemos mientras se marcha. Nos dirige una última ojeada, y todos percibimos la sonrisa de nostalgia que se abre espacio entre sus labios.

Me giro hacia Mikhail, y advierto su mirada perdida en la lejanía del estacionamiento mientras llueve a cántaros en el exterior. Las gruesas gotas de lluvia empapan la entrada, y forman pequeños riachuelos a los costados de la calzada.

—Era un cabrón de mierda, pero le echaré de menos —murmura el rubio, antes de desplazar una sonrisa divertida en los labios.

Ladeo los labios.

—Todos lo haremos. Pero regresará, espero.

Mikhail asiente con lentitud, y se dispone a cerrar la puerta de la entrada. Mickey se ha ataviado con un traje anti lluvia de color amarillo, y sostiene un paraguas entre sus delgadas manos. Sus ojos azules se quedan quietos sobre la puerta, inclusive, cuando Mikhail termina de cerrarla.

Me pongo de cuclillas, y noto la tristeza filtrándose en medio de sus ojos azules. Sus cachetes inflados siempre están rosados, y se me hace imposible no dirigirle una sonrisa dulce.

—Hey, compañero. ¿Te encuentras bien? —interpelo con cautela.

Mickey me mira, y tuerce los labios.

—¿Por qué todos se van, Micah?

Su respuesta me hace fruncir el ceño. Sus ojos siguen mirándome con demasiados sentimientos que salen a la superficie.

Mikhail, se agacha junto a mí, y agita el cabello del pequeño frente a nosotros.

—No es verdad eso. Mira, nosotros seguimos aquí —musita el rubio, sonriéndole con extrema dulzura.

Mickey niega con la cabeza, y se muerde el labio con demasiada fuerza. De pronto, se halla al borde de las lágrimas. Sus manos hechas un par de puños, y sus nudillos blancos.

—No me mientan. Estás mintiendo. ¡Si se irán! ¡Y me dejarán solo otra vez! —chilla. Sus ojos haciéndose agua a medida que su voz tiembla. El pecho se me hunde, y Mikhail suspira sin apartar sus manos de los hombros de Mickey—. Siempre lo hacen. Todos lo hacen... Supongo que me tendré que acostumbrar a que todas las personas que amo se alejen de mí. —Él sacude la cabeza, y sale corriendo escaleras arriba.

Mikhail aplana sus labios, y parece haber quedado afectado por las palabras del menor de los Janssen.

Toco su brazo, pero Mikhail no se inmuta. Permanece aturdido en medio de sus pensamientos.

—Él tiene razón.

Exhalo con profundidad, y relamo mis labios. Mikhail tiene razón. Mickey tiene razón. No podemos seguir mintiendo. No a él.

Sabíamos que iba a suceder. Mamá nunca está en casa, y lo que más temía estaba sucediendo. Al marcharnos a Inglaterra otra vez, él volvería a quedar a la deriva, solo. Y es tan injusto...

Mikhail me mira de soslayo, aún con los labios comprimidos.

—No estaremos para él cuando más nos necesite. —Mikhail se levanta del suelo, y se atusa la ropa—. Y algo me dice que lo lamentaremos. —dice antes de coger un abrigo del perchero, ajustarlo sobre sus hombros y salir de casa.

Me quedo meditando sus palabras, y tratando de pensar en alguna solución... Solo que es la verdad. Mikhail siempre contó conmigo. Y yo siempre conté con él, pero Mickey... Él debía aprender a ser fuerte. Más fuerte que cualquiera de nosotros dos.

Mejor que nosotros dos.

(...)

El sábado a una semana antes de regresar a Inglaterra llegó más rápido de lo que imaginaba. Pensar en volver a Inglaterra me hace sentir de muchas maneras. Digo... Tal vez esté esforzándome demasiado por lograr mis metas realizadas, pero estar en casa no tenía precio alguno.

Odio la forma en la que me siento cuando pienso en que tendremos que dejar a Mickey solo. Otra vez. Él nos necesita a ambos. Necesita a mamá. Necesita a papá. Necesita a alguien que esté más al pendiente de él.

Mientras me baño, los recuerdos de los últimos seis meses me atormentan. Muchas cosas pueden pasar en un lapso de seis meses. Muchos nuevos sentimientos, y nuevas memorias. Personas que antes solían no formar parte de mi vida, y ahora son todo para mí.




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