Mis padres tenían una buena relación cuando yo era muy pequeña, bueno, obviamente se amaban, por eso es que decidieron casarse a los dos años de conocerse, y claro, formar una familia teniendo a su única hija a la cual decidieron llamar Renata. Sí, ese es mi nombre, fuerte como el amor que ellos se tenían en ese entonces, eso es lo que ellos dicen, pero bueno esos son detalles que sobran en esta historia.
Recuerdo que ellos empezaron a tener problemas cuando yo tenía casi 10 años. Jamás lo olvidaré porque todo explotó durante los preparativos para mi fiesta de cumpleaños. Una fiesta con mis amigos, pizzas, refrescos, pastel y regalos, lo que había soñado durante todo el año.
Una noche cuando mi mamá y yo hacíamos las invitaciones, ella recibió un mensaje el cual la hizo alterar, se levantó de la mesa y empezó a guardar todo lo que había en ella. Me mandó rápidamente a dormir, no dio más explicación. Dijo buenas noches y cerró la puerta de mi cuarto.
La verdad esa noche me quedé muy intranquila y sobre todo confundida. No entendía qué era lo que pasaba, me costó mucho poder conciliar el sueño. Cuando por fin mis ojos habían logrado cerrarse, unas voces me despertaron. Al instante reconocí que eran mis padres discutiendo. Me levanté de la cama y me eche al piso para escuchar la discusión por debajo de la puerta.
Ambos hablaban en un tono muy bajo, por lo cual se me dificultaba escuchar cada palabra. Mi mamá repetía constantemente la palabra “engaño”, mi papá en varias ocasiones negaba los argumentos de mi madre y otras no decía nada. A esa edad no entendía qué ocurría, pero ahora a mis 20 años entiendo la situación.
Desde entonces las cosas en mi casa empeoraron, pasaban largos ratos de silencio cuando nos encontrábamos los tres juntos. Dejamos a un lado los paseos en domingo y las peleas nunca faltaban en mi casa.
Pasaron los años y conforme yo iba creciendo, el amor y la tranquilidad en mi casa iban decayendo. Las peleas entre mis padres crecían y como toda adolescente de 16 años, me uní a esas discusiones con ellos. Me volví una chica reservada y algo insegura. Deje de poner como prioridad los sentimientos en general. ¿Cómo creer en sentimientos buenos, viviendo así tantos años?
En fin. Un 15 de abril, mis padres firmaron el divorcio. Tenía 20 años y esa fue la decisión que cambió lo que creía inamovible en mi vida.