Bien, mal, blanco, negro. ¿Es realmente así la vida? ¿Si no es bueno, es malo? ¿Si no es malo, es bueno? En la oscuridad de la noche me pregunté esto y más. ¿Soy buena? ¿Soy mala? ¿Depende de mis acciones o de quién realmente soy? Pensé en lo que aprendí con ellos, las diferentes formas de ver la vida. Ellos dijeron que no todo era blanco y negro, sino que existía una infinidad de gamas de gris, que cada persona tenía su forma de ver el bien y el mal, que todos tienen su propio juicio sobre los demás y sobre sí mismos.
Que la vida no es tan simple como todos dicen que es.
Estaba desnuda, rodeada por una gruesa manta gris, sentada en una sala de interrogación. Vi mi reflejo por el espejo/ventana de la pared, tenía sangre en el rostro y el cabello enmarañado, volví la mirada hacia la puerta, ya que sentí ruido del otro lado. Ésta se abrió y una mujer de traje entró, era de baja estatura, tenía el cabello rubio hasta los hombros, se veía pulcra, a diferencia de mí. Se sentó, enfrentándome, con la mesa entre nosotras, me observó con una falsa sonrisa y dejó unos papeles sobre la dicha mesa.
—Eres una jovencita muy hermosa ¿te lo han dicho?
Esperó una respuesta de mi parte, pero esto no pasó, aun así, sostuvo su fachada y se inclinó a leer un formulario que dejó abierto ante ella.
—En tu antigua declaración afirmaste ser Raven Brooks y tener dieciséis años ¿estoy en lo cierto?
Asentí.
—Tal vez no debería decir esto —dijo cerrando el formulario—pero soy amiga de los Brooks, que aparecieras después de tantos años y de esta forma...
Fue interrumpida bruscamente al abrirse la puerta de par en par, una pareja entró llorando y con desesperación en sus rostros, rastrearon la sala hasta verme, corrieron hacia mi dirección y me abrazaron. No respondí a su abrazo, simplemente me quedé quieta, mirando a la detective, y esperé a que me soltaran, lo cual hicieron. Ambos tenían el cabello negro, como yo, el hombre era alto y de fuerte complexión, la mujer era pequeña y delicada, los dos estaban muy bien vestidos, abrigados por la nieve, supuse. El hombre, al verme desnuda cubierta solo por una manta, corrió rápidamente la mirada hacia otro lado y comenzó a quitarse el largo abrigo verde musgo que traía puesto.
—¡Por Dios Santo! ¡Está completamente desnuda! ¿Por qué nadie le dio algo de ropa? —exclamó la mujer mientras tomaba el abrigo que el hombre le dio—. Ten mi amor, ponte esto.
Lo tomé y me lo coloqué, todos se giraron para no verme, y cerré el cierre, me quedaba como un vestido, me llegaba hasta la rodilla. Me estiré y moví mi cabello hacia atrás.
La mujer volteó y se horrorizó al darle una buena mirada a mi rostro, ocultó sus labios abiertos con la mano. Se acercó a mí y acunó mi rostro entre sus manos.
—¿¡Por qué estás cubierta de sangre?! —gritó aún con lágrimas en sus ojos.
—De eso quería hablarles, si me acompañan a mi oficina les explicaré dónde la encontramos y en qué circunstancias, además aún debemos investigar si esta jovencita es realmente quien dice ser.
—¿Pero qué dices Lynda? Es obvio que es nuestra hija, luce exactamente igual a mi madre —dijo el hombre.
—Lo sé Elliot, pero debemos asegurarnos. Vayamos a mi oficina y lo hablaremos mejor.
La mujer, quien supuse era mi madre, me abrazó con su brazo derecho, y con el izquierdo sostuvo mi hombro izquierdo.
—Raven viene con nosotros, no pienso volver a dejarla sola —dijo llorando.
Lynda asintió y se puso de pie, la seguimos y pasamos por las oficinas de entrada, la mujer no me soltó así que tuve que caminar con ella abrazándome. En el camino, vi cómo llevaban esposado a un muchacho alto, de cabello oscuro y ojos negros, tenía puesto un abrigo negro y jeans de ese color, era muy atractivo, él me miró a los ojos y su rostro mostró sorpresa, nos miramos fijamente hasta que nos alejamos demasiado y ya no podía girar más el cuello para verlo.
Entramos a la supuesta oficina, me senté en una de las sillas alejadas al escritorio, Lynda se sentó en frente de ellos, apoyando sus hombros en el vidrio del escritorio, y ellos sentados juntos, sosteniéndose de las manos.
—Elliot, Elizabeth, debo advertirles que deben prepararse para lo que voy a decir con respecto a su hija, es algo muy fuera de lo común.
La detective Lynda, quien parecía ser una vieja amiga de ellos, les explicó cómo y dónde me encontraron. Básicamente, recibieron una llamada mía desde un bosque cercano, al llegar la patrulla y la ambulancia me encontraron junto a una fogata, desnuda, cubierta de sangre, rodeada de diez personas con batas rojas, muertas.
—Como ven no ha hablado prácticamente nada, sólo dijo su locación en la llamada a emergencias, su nombre y edad. Creemos que es por el trauma ya que todo apunta a que esas personas muertas eran... una secta.
Se horrorizaron y se abrazaron, ella comenzó a llorar desconsoladamente y él trataba de consolarla.
—Recuerda lo que prometimos Liz, que seríamos fuertes para ella —le dijo Elliot.
Liz, como la llamaba su marido, asintió, tratando de calmarse.
—¿Cómo procedemos Lynda?