Rayo De Sol

Treinta y cinco

--¡Abuela!-- dejaste salir un tono melodioso.

En el otro lado de la puerta yacía una señora que ya cruzaba por la tercera edad, ésta plasmaba una gran sonrisa que podía a cualquier persona contagiarse de ella.

--Pasen chicos-- su voz era tan suave, casi tanto como la tuya.

Ambos ingresamos a la casa, el recibidor era muy acogedor y agraciado, varios cuadros decoraban las paredes al igual uno que otro espejo. Todo esto era lo contrario a donde vivía, donde solamente el color blanco y la frialdad se establecía.

Nos presentaste a cada uno, después de eso la mujer me tenía estrechado entre sus brazos. ¿Esto es a lo que llaman amor maternal?

--Mucho gusto en conocerla, señora Hernández-- pronuncié ya separándome de ella.

--Llámame María. Para mí también es un gusto en conocerte, no sabes cuanto ha hablado de ti mi...

--Abuela, ¿pusiste una tarta?

La mujer no tardó en salir corriendo del lugar, puesto que percibí un leve aroma a quemado. Tomamos asiento en el pequeño sofá anaranjado, conectando nuestras miradas por un corto lapso de tiempo.

--Creo que tardará un poquito en venir-- comentaste.

Mis labios se acercaron a los tuyos para después presionarlos con suavidad, duramos así por unos breves segundos.

--Chicos, mi abuela pregunta si quieren tarta...-- una joven entró a la sala y en ese instante nos separamos, ella nos miró avergonzada y salió como alma que lleva el diablo.

Estábamos perplejos, pero después de unos minutos reímos por nuestra pequeña travesura.
 



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En el texto hay: romace, historiacorta, amor

Editado: 23.02.2020

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