amos a ser rebeldes.
(2)
4 de diciembre de 1954.
5:00 am.
— Corran, es por aquí — Susurro a mi grupo de amigas, mientras nos aventuramos en los pasillos del instituto para llegar a nuestras habitaciones.
— ¡Por Dios, Greta!, nos mandaran a la horca, cuando se entere lo que hicimos — Me responde Camila de la misma manera que lo hice yo, mientras se ríe al recordar la pequeña travesura que acabamos de ejecutar en este instituto de "señoritas bien".
Le sonrió a mi amiga y seguimos corriendo con la vela en la mano, nuestras batolas negras se arrastran por el suelo, cubriendo nuestros cuerpos del frío invierno, al llegar por fin a nuestra habitación (la cual habíamos abandonado media hora atrás), tocamos tres veces, verificando a las otras tres chicas que nos esperan, que somos nosotras.
Cuando abren y comprueban que somos nosotras, suspiran y nos jalan para adentrarnos a la habitación, al estamos ahí, Escarleth prende otro velón para podernos apreciar entre las seis.
— ¿Concretaron la misión? — Pregunta Sofía con una notable preocupación, pero con una chispa de emoción en su voz.
— ¡Obviamente!, mañana o más bien hoy en la mañana, veremos lo que pueden hacer esos nuevos productos que traje del palacio.
— ¿Y si tiene consecuencias más graves que solo ponerle de otro color el cabello de la señorita Carmen, Greta? — Esta vez pregunta Escarleth con las manos en la boca, sin poder disimular la ansiedad que le genera esta travesura.
— Pues, ninguna acarreara con las consecuencias, de todas formas, nadie se va a enterar que hemos sido nosotras — Me encojo de hombro mientras camino a mi baúl donde escondo el pequeño tarro que me dio, el inventor real del palacio. <<Si él supiera el poder que me dio al cumplir mi capricho>>.
— Deberías botarlo, mañana van a buscar al culpable y lo más seguro es que reviven los dormitorios — Me hace ver Camila, posicionada en mi espalda, yo volteo a verla y sonrío ante su sugerencia, porque después de mí, ella es la más consciente de este grupo.
— La verdad, no es importante si se dan cuenta, lo más grave que me podrían hacer es mandarme a lavar los sanitarios o cocinarles y no sería la primera vez que eso pasaría — Me vuelvo a encoger de hombreo despreocupada y voy camino a mi cama para poder dormir tan siquiera una hora de sueño.
Desde que llegué del palacio, luego de pasar una pequeña temporada debido a las vacaciones a la que fui obligada a pasar en "mi hogar" no he dormido nada, pensado en la pequeña travesura a la señorita Carmen, mi institutriz principal.
Camila me va a responder, pero escuchamos pasos en el pasillo y todas corren a sus camas para apagar las dos velas que teníamos encendidas, al minuto sentimos como es abierta nuestra puerta y la señorita Carlota entra con una vela en la mano haciendo la vigilancia en la hora programada, 5:30am, respiro con tranquilidad cuando acerca la vela a mi rostro verificando que en efecto era yo.
Esa misma acción la hace con las otras 5 chicas, que comparto aposentos y cuando verifica que todas estamos en nuestras camas, sigue su recorrido a las otras habitaciones, al percibir como sus pasos se alejan, las 6 nos miramos entre todas, soltamos unas pequeñas sonrisas cómplice.
— ¡Bueno!, ah dormir la medio hora que nos falta, para poder ver nuestra pequeña fechoría — Demandó sonriente mientras las otras chicas asienten y posterior a eso, todas nos recostamos en nuestras camas.
Yo me acuesto con una sonrisa al imaginar la cara de la señorita Carmen al verse mañana el cabello que tanto presume y tanto mantienen sano y fuerte.
(......)
— ¡Ahhhhhhhhh! — Ese es el gritó que hace que abra los ojos y con una sonría malicia, pues ese sonido, significaba que mi pequeña y nada diminuta broma, ya acaba de ser revelada al público.
Levantó mi cuerpo de mi catre de manera rápido y las chicas que me rodena, me miran con un miedo palpable, ante los constantes gritos que se repiten sin cesar proveniente de nuestro pasillo, y no me tienen que decir, para saber que es la señorita Carmen.
Soy la única que sonríe, pero esta se disipa de inmediato cuando a nuestra habitación de manera apresurada y en batola entra la señorita, gritona.
— ¡Tú has sido!,¡Tú lo hiciste!. ¡Estoy segura de ello! — Me grita histérica y me permitió repararla, llevándome una sorpresa real, al observar que el producto era más fuerte de lo que me había imaginado, ante mis ojos el cabello que era dorado y hasta las nalgas, ya no lo es, más, ahora se encuentra de un color escándalo, como los es el rojo y también puedo ver como un lado se está cayendo en pedazos de su cráneo.
¡Oh por dios!, Eugenio me aseguro que solo le pintaría el cabello, no que la dejaría calva, ¡maldito imbécil!, lo que le espera, cuando vaya al palacio, ¡Quería dejarme calva!, le dije que era para mí el tinte. No obstante, aún con mi enojo hacia Eugenio, deseo soltar una carcajada por la cara de perro rabioso que tiene mi institutriz.
— Esas acusaciones son muy graves, señorita Carmen.
— Así es, señorita, cuáles con sus argumentos para acusarme — Pregunto con inocencia y no pasa desapercibido el odio con el que está mujer me observa.
La madre superior de la institución o sea la directora, le vuelve a preguntar cuáles son sus pruebas y ella no sabe que responder, pues solo es su palabra asegurando que fui yo la que realizo la fechoría, pero es su afirmación contra mi negativa y viendo que la que tiene el título de princesa soy yo, es obvio quién ganará la partida.
Aunque si lo lleváramos a la corte suprema, o sea a mi padre, dudo que me crea, pues la reputación que me precede, da fe de que sería capaz de esto y más.