El consultorio estaría en completo silencio de no ser por el reloj de pared que no dejaba de hacer tic tac.
La psicóloga tenía la mano izquierda posada sobre la barbilla y con la otra sujetaba una pluma con la que tenía toda la intención de anotar las observaciones que tuviera de Gibran. Él tenía las manos entrelazadas y metidas entre sus muslos, una posición bastante común en un niño. Pero él ya tenía 18 años y eso solo reflejaba lo vulnerable que estaba en ese momento.
— Estoy familiarizada con las sesiones en donde el paciente prefiere guardar silencio, sin embargo, si me contaras qué es lo que te sucede encontraría la forma de ayudarte —. Gibran plantó la mirada en el borde del escritorio y siguió guardando silencio. Conocía a la doctora, y aún no terminaba de hablar —. No hemos tenido ninguna sesión desde hace un mes y di por hecho que tu situación había mejorado. Me siento contenta cuando dejo de ver a un paciente, no porque ya no quiera atenderlos, simplemente porque pienso que sus vidas han mejorado y sus problemas han dejado de atormentarlos. Pero cuando uno de ellos decide regresar me vuelvo a sentir preocupada, y es lo que me está ocurriendo contigo. En tu última sesión al menos sonreías por timidez, pero hoy no logro ni que me veas a los ojos —. Tal vez me estoy excediendo de mal educado. Gibran la había contactado y pedido una cita urgente en cuanto terminara la semana. ¿De verdad había ido solo para quedarse callado y ver el escritorio? Alzó la cara y decidió corresponder a la mirada de la doctora. Sus comisuras de arrugaron un poco ante la pequeña sonrisa que le dedicó —. Mucho mejor. Ahora, cuéntame, ¿qué es lo que ha pasado?
La postura que había mantenido en los últimos minutos le estaba pasando factura al cuello y la espalda. Estiró un poco el cuerpo para aliviar la molestia y estuvo cerca de volver a la misma posición, pero el tiempo de su consulta estaba corriendo y necesitaba ayuda profesional antes de volverse loco.
Sintió la garganta seca cuando tragó saliva. Las palmas de sus manos comenzaron a sudar y volvió a mover la pierna inconscientemente. Jaló aire y lo retuvo en los pulmones un par de segundos para después exhalar.
Estas aquí porque necesitas ayuda. Tu madre no sabe que estás aquí y será mejor resolverlo todo antes de que ella note que algo va mal.
— Él ha vuelto.