Reckless

CAPÍTULO 3

La mayoría de las carreras tenían una semana de inducción para los estudiantes de nuevo ingreso. Durante una semana, se realizaban actividades dentro del horario escolar para que el proceso de acoplamiento a la nueva escuela fuera más sencillo una vez iniciadas las clases. Gibran estaría con alumnos de todos los grupos, por lo que iba a coincidir con sus nuevos compañeros, pero sin saber quiénes serían hasta la próxima semana, cuando iniciara oficialmente el curso.

Su madre le prepararía lunch para que sobreviviera en las horas libres y no muriera de hambre, pero no se imaginaba consumiendo sus alimentos solo, por lo que estaba decidido a comerse únicamente lo que fuera fácil de disimular. No le agradaba la escena de él solo, sentado comiendo, viendo los pequeños grupos que la gente sociable había logrado armar para pasar los días acompañado. Le hacía sentir terrible porque reflejaba una realidad que probablemente le esperaba en esa etapa: no compartir el inicio de la universidad con alguien en verdad le estaba afectando emocionalmente y eso no le agradaba. Su salud mental no era la mejor en aquellos días, pero había aprendido a sobrellevar sus sentimientos y a controlar sus emociones. Había sido difícil, pero lo había logrado, al menos por un tiempo.

Intentó despejar cualquier cosa negativa de su mente y se concentró nuevamente en lo que tenía regado en la cama: una mochila, en la que llevaría lo esencial para esos días. No eran clases como tal, la mayoría serían conferencias que se darían en el auditorio de la facultad y algunas visitas guiadas para conocer mejor las instalaciones de la escuela, por lo que una mochila pequeña era mejor opción a la que estaba guardando para todos sus materiales escolares.

También había elegido la ropa que usaría al día siguiente: unos jeans de mezclilla azules con una playera blanca de manga larga. Odiaba la manga corta, algo que no era muy evidente en su ropero dado que la mayoría de sus playeras era de manga corta, pero para no exhibir sus delgados brazos solía usar sudaderas. Aunque se muriera de calor, prefería mil veces eso.

No tenía sueño, estaba por llegar la medianoche y la hora de dormir se acercaba. Tomó las cosas de la cama y las dejó encima del escritorio. Antes de acostarse se daría el tiempo de acomodarlo todo.

Fue al baño a cepillarse los dientes. Ya se había bañado, por lo que era lo único que le faltaba de su rutina para que se fuera a descansar, si es que podía. Sentía un hormigueo en el estómago. Estaba nervioso, pero también tenía miedo. Había visto a su hermana sufrir en la carrera de Odontología. Era una vida llena de estrés y materias reprobadas y no quería pasar por lo mismo. Su único consuelo era que no estaría en prácticas hasta segundo año. Durante el primer año, los profesores se limitarían a dar la teoría que aplicarían en un futuro en una sala de simulación antes de pasar con personas reales. Los simuladores tenían bocas fáciles de manejar, dientes sanos plastificados, carecían de terminaciones nerviosas, por lo que no sentían dolor y no podían quejarse. Una persona real comenzaría a quejarse incluso antes de tener algo en la boca.

Regresó a su habitación y mientras abría la cama para acomodarse notó que la pantalla de su celular se iluminaba, algo no tan normal por la hora. Se trataba de una notificación de Instagram, pero la pantalla de bloqueo no incluía el nombre de la cuenta a la que pertenecía el mensaje.

Al desbloquear el celular y deslizar la barra de notificaciones se llevó una sorpresa que provocó que todo a su alrededor diera vueltas. Su cuerpo se tensó como nunca lo había hecho. Se quedó paralizado mientras leía las notificaciones que iba recibiendo, de una persona de la que jamás pensó saber más.

Alejandro había enviado tres mensajes.

El cuarto llegó cuando Gibran dejó salir el aire que estaba conteniendo.

Se sintió mareado, por lo que tuvo que tomar asiento en el borde de la cama. Dejó el celular en el escritorio y no apartó la mirada para nada. Su mente quedó en blanco y su respiración comenzó a agitarse. ¿Qué era lo que quería? ¿Por qué se estaba intentando comunicar con él? ¿No había sido lo suficientemente claro el día que decidió terminar la extraña y tóxica relación que tenía con él? ¿Qué era lo que tenía qué decir y por qué lo estaba haciendo tres meses después de aquel último contacto? Las preguntas azotaban su mente.

Comenzó a temblar por no saber cómo manejar la situación. Alejandro había desaparecido de su vida sin más, sin hacer el mínimo intento por acercarse a él para resolver lo que había roto. Habían coincidido en fiestas por que tenían amigos en común. Alejandro siempre lo ignoraba, Gibran también. No hacían el mínimo intento por hacer contacto visual. Gibran estaba decidió a mantener su palabra y Alejandro sabía perfectamente que cualquier acercamiento sería ignorado.

Cuando la pantalla se apagó y no recibió ninguna otra notificación dejó pasar un tiempo (diez minutos aproximadamente) para tomar el celular y ver los mensajes. Tomó asiento lentamente, mientras leía cada una de las palabras de aquellos cuatro largos mensajes:

 

“Gibran…

Me dijiste que podía mandar un último mensaje.”

 

En ese momento notó que la atención que Alejandro le había puesto a Gibran había sido nula. En su vida se había sentido tan ignorado y le dio la impresión de que Alejandro no lo había tomado en serio por su ligero estado de ebriedad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.