No podía dormir, de repente me sentía preocupada por la hora, no había cerca algún reloj de mesa y tampoco tenía mi teléfono. Probablemente lo había perdido en la corrida por el bosque. Destapé mi rostro y miré hacia el techo, sentía esta gran necesidad por ver a Nic y cerciorarme de que ya estaba dormido, no para escapar si no para sentirme más tranquila.
Eso es contradictorio, Grace, me dije, pero ya ni sabía lo que era real o no, poco me importaba ese momento.
Muy sutilmente giré mi rostro hacia la zona en la que Nic tenía permitido estar. Cuando vi que sus ojos estaban cerrados consideré que su respiración era aplacada y tranquila decidí que se había dormido. Rodé por completo sobre la cama con cuidado y me quedé viéndolo en silencio.
«Me gustas, quizá demasiado», recordé sus palabras. Me sonrojé de nuevo, la vergüenza volvió a mí. No podía creerle tan fácilmente, las personas no se enamoraban en tan poco tiempo. Y estaba segura de que mi atracción hacia Nic se debía a que él era realmente guapo y, ¿a qué chica no le gustaría que un chico tan atractivo como Nic la pretenda? Sin embargo yo no me consideraba la más adecuada para él, estábamos a años luz de ser una pareja normal.
Aun así me quedé mirándolo un buen rato y me permití fantasear sobre un universo adverso en el que él y yo pudiéramos ser compatibles, en el que no le tuviera miedo y él no fuera un personaje de ficción.
Porque, sí le tengo miedo, ¿verdad? Porque ni por un segundo me ha pasado por la mente que Nic también me gusta, que estoy enamorada Nic, ¡cielos no!
La luz del opaco sol de Telluride se filtró por las ventanas abiertas de la habitación. Entonces sentí el colchón hundirse a mi lado. Cuando creí que se trataba de Nic no quise ni moverme para que no se diera cuenta de que ya había despertado, pero todavía no decía nada, así que destapé lentamente mi cara para encontrarme con Apolo, tan pronto comprendió que estaba despierta saltó sobre mí y comenzó a lamerme la cara y el cuello.
—A-Apolo ya deten…detente.
Apolo se echó para atrás y se sentó sobre la cama a observarme calmadamente mientras jadeaba. Me levanté de la cama y me metí al baño para lavarme la cara. Cuando salí casi tropiezo con Apolo porque me esperó frente a la puerta del baño.
—También te quiero, pero debes comportarte cuando estés a mí alrededor. Soy pequeña y torpe, ¿comprendes?
Apolo ladeó su cabeza y parpadeó una vez. Ese gesto me pareció lo suficientemente tierno como para olvidar todas sus malcriadeces caninas. Me incliné para hacerle mimos atrás de las orejas. Me pregunté si él también se convertiría en un guapo chico cuando menos me lo esperara, pero la comprensión llegó a mi mente cuando recordé que aquellos lobos quizá eran cinco veces más grandes que Apolo.
—¿Grace?
La voz de Nic me puso alerta. Me levanté del piso y me giré hacia la puerta de la habitación, él estaba ahí, de pie observándome. Cada vez que Nic me miraba sentía un extraño tipo de cohibición, la profundidad de su mirada me hacía sentir como si me desnudara sin necesidad de tocarme, y a la vez su franqueza me descolocaba.
Nic entró a la habitación.
—Te he hecho el desayuno—avisó—. También traje tu ropa, así que ya puedes cambiarte.
Nic señaló hacia mi enorme maleta negra que yacía acostada junto a su almario. Quería reclamarle de nuevo el hecho de que me estaba secuestrando, pero en su lugar no dije nada, su tierna sonrisa reprimió cualquiera de mis disgustos; por lo que recordé que anoche no me había tocado ni un pelo y eso debía agradecérselo.
—Estaré abajo.
Entonces salió del cuarto.
Me metí al baño y me quedé ahí durante unos 20 minutos. Cuando me asomé por el espejo del lavabo vi lo único que tenía de valor conmigo desde que era una bebé. Un collar de oro que, según mi abuela, una hermosa doctora me había regalado al nacer. No era usual que hicieran regalos tan caros a niños extraños, pero mi abuela decía que causé bastante conmoción positiva en el personal médico del hospital a causa de mi heterocromía.
Siempre lo mantuve en secreto, jamás permitía que el collar se notara por lo que siempre lo llevaba por debajo de la ropa. Así que cuando me vestí procuré ocultarlo tan bien como siempre.
Bajé a la primera planta en silencio. Nic estaba fregando los platos, se veía bastante cómico con ese delantal azul cielo que llevaba puerto. Él era realmente alto y fornido, era un contraste bastante marcado. No había ni una sola parte de Nic que no se viera masculino y…sexy.
Fuera impulso lujurioso. Aquellos indecentes pensamientos me rondaban más seguido desde que comencé a estar más cerca de Nic. Me los reprochaba, ya no era una adolescente, yo tenía mis estándares, incluso para lo que era correcto pensar.
De pronto Nic se volvió hacia mí.
—¿Tomas café? —preguntó—. Necesitarás energía para hoy.
Fruncí el ceño. ¿Ya se querían deshacer de mí? ¿Tan rápido?
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Tendremos eso a lo que los humanos llaman cita—aclaró. Su solemne expresión esperanzada me causó cierta gracia—. Dijiste ayer que las cosas entre nosotros debían hacerse bien.
—E-espera un momento, eso fue antes de descubrir que eres…que eres…un tipo de enorme lobo feroz. Y con hacer las cosas bien no me refería a que teniendo una cita nuestros problemas se van a arreglar, ahora hay muchos más problemas.
Nic enarcó ambas cejas, pero no se veía enfadado, al contrario.
—¿Eres racista conmigo?
Parpadeé estupefacta. Siempre había odiado que mis compañeros de clase y las personas me trataran diferente por mi heterocromía, pero la situación de Nic era muy diferente a la mía. Él intentaba jugar conmigo.
—¡Claro que no! Es decir, eso no es a lo que me refería.
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Editado: 20.01.2022