Pareciera que llevamos siglos mirándonos, aunque sólo han transcurrido unos minutos en realidad. Etoile no deja de mirar mis ceñidos pantalones y esboza discretas muecas de disgusto. La veo acomodar sus bucles rubios sobre su escote cuando se percata de que sus implantes son demasiado obvios.
—Bueno, no sabía que tuvieras tan mal gusto…
—Puedo escucharte.
—Es amiga de mi madre —le explica Jacques—. Viene del pueblo donde crecí.
Si Jacques le hubiera dicho que escapé de prisión, seguramente Etoile no me habría dedicado esa mirada tan despectiva.
—Eso explica ese hedor… —dice, arrugando su respingada y operada nariz—. Tu amiga apesta a excremento de vaca.
Emite una risa aguda y cruel, me mira con suficiencia y la veo rodear el convertible para abordar el asiento del conductor. Me siento herida y ofendida, es como si me cayera un balde de agua helada en la espalda. Miro suplicante a Jacques y él parece sentirse como yo. ¿Qué espera para defenderme de esa zorra?
—¡Sube al auto, Jacques! —Ordena Etoile, haciendo sonar la bocina—. ¡Aléjate de ella, antes de que comiences a apestar!
Me acerco al auto y Jacques me toma por los hombros para evitar que le dé una patada al capó. Lo tengo justo frente a mí. Sus ojos aceitunados me tranquilizan.
—Lo lamento —susurra, y besa mi mejilla como despedida.
Se queda estático tras haber tocado mi piel con sus labios. La sorpresa vuelve a brillar fugazmente en sus ojos. Su lenguaje corporal intenta enviarme una señal. Me recuerda. Sé que me recuerda.
Etoile vuelve a tocar la bocina y él la fulmina con la mirada. ¿No puede dejarnos solos por un momento? ¡Estábamos progresando!
Jacques avanza al convertible para abordar su asiento. Etoile pisa a fondo el acelerador y pronto se pierden de vista. Puedo imaginar a Etoile rociando a Jacques con ese apestoso perfume. Me pregunto a dónde han ido. ¿A uno de sus de eventos de caridad? Puedo predecir que monsieur Montalbán nos hará una desagradable visita cuando se entere de nuestro pequeño encuentro. Quiero abofetearlo por sus comentarios de ayer. A él, y a Etoile. Estaré más que encantada de sabotear a monsieur Montalbán. Esa zorra artificial no va a robarme a mi hombre.
Vuelvo sobre mis pasos para entrar de nuevo al complejo de apartamentos. Presiono el botón para poner en marcha el ascensor y miro mi sortija de compromiso mientras espero que se abran las puertas. La acaricio con mi dedo pulgar, suelto un suspiro y recuerdo los comentarios de esa rubia con implantes. Jamás me había enfrentado a semejante discriminación. Me alegra que Jacques no se uniera a sus insultos. Se ha quedado pasmado como si hubiera sentido algo tan grande que sería difícil asimilarlo rápidamente. ¿Qué pudo ser? ¿Sintió de golpe la química que existió entre nosotros?
Escucho la campanilla del ascensor y las puertas se abren frente a mí. Entro en él y vuelvo a ponerlo en marcha. Me dejo caer en el suelo del ascensor mientras siento cómo voy subiendo. Sigo sintiéndome herida tras mi encuentro con Etoile y aún quisiera echarle las manos al cuello. ¿Quién demonios se cree esa zorra como para tratarme de esa forma? ¿Qué tiene de malo usar ropa como la mía? Seguramente lo que más le ha molestado de mi aspecto es mi piel morena. Esa nariz respingada no puede ser natural. Seguramente se ha hecho tantas cirugías plásticas para quedar perfecta, que ya no se parece en nada a lo que fue antes.
¿Es Etoile la misma chica que apareció en esa portada de la revista de medicina? La imagino contoneándose entre las eminencias de la medicina, luciendo vestidos provocativos y bebiendo alcohol sin parar mientras intenta alardear sobre el dinero que ha heredado de sus padres. Quiero suponer que ella es hija de alguien con tanto dinero como monsieur Montalbán. Quizá sus padres también son médicos y por eso intenta acercarse tanto a… ¡Claro! ¿Cómo no lo vi antes
Monsieur Montalbán le ha dicho a madame Marie Claire que se ha esforzado mucho intentando mejorar la vida de Jacques. ¿Cómo es que no me di cuenta? ¡Es él quien ha emparejado a Jacques con Etoile! Llego a mi destino y salgo del ascensor echando a correr velozmente por el pasillo. Casi tropiezo en una ocasión. Llamo desesperadamente a la puerta principal y Alberta abre casi inmediatamente. Ignoro olímpicamente su voz cuando me saluda y me ofrece una bebida.
Avanzo hasta el dormitorio de Pauline. Tengo que averiguar cualquier cosa sobre Etoile. El dormitorio de Pauline es grande. Tiene dos camas matrimoniales, dos armarios… Todo el amueblado está duplicado. Entro a Google y tecleo el nombre de Etoile en el buscador. Al parecer, Etoile es hija del director del Instituto Gustave Roussy, un sitio especializado en oncología. Etoile ha participado en cantidad de eventos de caridad para ayudar a construir más salas de oncología infantil en otros hospitales de toda Francia. En las fotografías aparece ella vestida con su bata blanca de practicante de medicina o con vestidos elegantes. En una imagen aparece estrechando su mano con otros doctores de edad avanzada. Es casi como si estuviera viendo a una Etoile totalmente distinta a la que conocí hace un rato.
Encuentro fotografías de ella posando frente a una mansión gigantesca, tal y como me imaginaba el sitio donde debería vivir madame Marie Claire. La veo sentada junto a arbustos podados con forma de animales, tomando el sol frente a una gigantesca piscina. Todas esas imágenes pertenecen a una sesión fotográfica para la revista Célébrité. Y entonces aparece. Para la revista People Story hay otra sesión fotográfica que anuncia el probable compromiso de Jacques Montalbán y Etoile D’la Croix. Afortunadamente, esa sesión fotográfica ha salido a la luz pública hace dos días y no se ha anunciado ningún compromiso. Aun así, me siento morir. Necesito enamorar a Jacques de vuelta antes de que se case con Etoile.