La comida tailandesa que ordenó madame Marie Claire tiene un sabor insípido. Aunque, claro, ¿cómo puedo pensar que algo es delicioso cuando sé que ella está preocupada por algo? Después de todos estos años, madame Marie Claire y yo tenemos un vínculo que nos une como si fuésemos madre e hija. Al menos, así me gusta pensar que es nuestro vínculo. Me pregunto si la situación sería distinta si mi madre estuviera… Pero, ¿en qué estoy pensando? ¡Nuestra tienda de artesanías está financiada por madame Marie Claire! ¿Acaso también nos afecta a nosotras? En un momento así, me parece que mi plan para recuperar a Jacques es un asunto demasiado infantil.
—No juegues con la comida, Apoline.
Me sobresalto cuando escucho la voz de madame Marie Claire.
—Lo lamento —le digo con voz débil.
—¿Pasa algo, cielo?
—No tengo mucha hambre.
—¿Qué tal estuvo tu día con Jacques?
Claudine, como siempre, parece querer permanecer ajena a nuestra conversación. No creo que sea el momento de contarle todo lo que supe hoy a madame Marie Claire. Eso sólo la angustiaría más. ¿Qué puedo rescatar de todo lo ocurrido hoy?
—Jacques me ha invitado a un baile de beneficencia… Será en casa de su padre. Dijo que me enviaría todos los datos después.
—¿Irás?
Sé lo que insinúa, y a mí me preocupa lo mismo que ella debe estar pensando. Ahora no estoy tan convencida de que sea buena idea pasar tiempo bajo el mismo techo que el hombre que me quiere mantener lejos de su hijo.
—Le dije que iría.
No hay vuelta atrás. Lo he dicho, y lo cumpliré. Tan sólo espero que no se repita el episodio del charco de agua sucia.
—Antoine irá contigo —dice madame Marie Claire—. Le pediré que espere fuera y tú podrás llamarlo.
Era de esperarse y, en realidad, lo agradezco. Si cualquier cosa ocurre, sé que puedo echar a correr y pedirle a Antoine que me traiga de vuelta al apartamento antes de que Etoile vaya a buscar el balde de estiércol.
—¿Cómo va la situación con Jacques? —me pregunta.
—De maravilla.
Mis mejillas se sonrojan cuando recuerdo aquél beso que Jacques me dio en el auto. Tuve sus labios tan cerca de los míos que… Que… Me sobresalta la alerta de un nuevo mensaje de texto en mi teléfono. Es de parte de Jacques. ¿De quién más podría ser?
Lamento no haber escrito antes. ¿Me extrañaste?
Sí, y no sabes cuánto.
—¿Vas a comerte eso? —me pregunta Claudine, señalando mi porción con su tenedor.
—Tómalo, es todo tuyo —le respondo.
Me agradece con una sonrisa y yo la devuelvo mientras escribo la respuesta para Jacques.
¿Extrañarte? ¿Bebería?
Adjunto un emoticón sonriente y lo envío.
Espero que no esté justo ahora con Etoile.
—¿Vas a prestarme algo de lo que compraste? —dice Claudine.
Alberta ya trae el postre. Gelatina de frutas.
—¿Qué les parece si tomamos el postre en la habitación? —Sugiere madame Marie Claire—. Así podemos ver las compras de Apoline, y buscaremos un vestido precioso para el baile de beneficencia.
—¡Suena de maravilla! —Responde Claudine—. Ya quiero ver a Apoline luciendo ese vestido que no ha soltado en ningún momento.
—¿Cree que luciría lo suficientemente elegante para un evento como el baile? —le pregunto a madame Marie Claire.
En comparación con lo que seguramente usará Etoile, sé que me vería bastante bien. La respuesta de Jacques me hace saltar en mi sitio. Claudine y madame Marie Claire sueltan una carcajada.
Llevaré mañana temprano las entradas para el baile. Tengo una agenda muy ocupada hasta entonces… ¿Te parece bien si nos vemos ahí?
Por agenda muy ocupada, entiendo que Etoile no lo dejará ni un momento sin supervisión. Un segundo mensaje de texto llega.
Por cierto, disfruté mucho besarte en el auto. La próxima vez quisiera repetirlo…
También yo quisiera repetirlo. Daría lo que fuera con tal de conectar mis labios con los suyos, pero… No puedo hacerlo así. No quiero besarlo mientras él aún esté unido a Etoile. Antoine tiene razón. Debo asegurarme de que ellos dos se separen si quiero volver a estar con Jacques. La única pregunta que ahora me atormenta es: ¿Qué somos? Sé que no somos sólo amigos. Si así fuera, él no tendría tantas atenciones, ni se acercaría tanto a mis labios a la hora de darme un simple beso en la mejilla. Y si somos amantes… No quiero serlo. Quiero ser la única mujer de su vida.