Me encontraba sentada en una roca al lado de un acantilado, en una playa solitaria, vestía un bikini de una sola pieza color rosa, con estampado de estrellas y lunas blancas. De pronto unos brazos rodearon mi cuello, extrañamente no me sentí en peligro, todo lo contrario; en un susurro la voz grave de un hombre habló en mi oído.
«Vamos a otro lado, quiero que nos divirtamos un rato.»
Tomé su mano y entramos en una cabaña muy acogedora, puso una manta sobre mis hombros, se puso delante de mí, y nos besamos. Agarró mi cintura y nos dirigimos al cuarto más cercano. Continuó besándome en el cuello, nunca me lo hubiera imaginado, sentía como me aferraba fuerte en sus brazos, sentía que mis sentidos no respondían a ninguno de mi impulsos. Él apartó la ropa de mi cuerpo, su ritmo era delicado, pero cada vez se hacía más salvaje.
De un momento a otro cada una de las sensaciones en mi cuerpo se fue desvaneciendo.
Abrí los ojos lentamente, por la poca luz de la ventana me percaté de que había estado dormida varias horas.
-¡Maldita sea! Claro que no fue real.
Mi cara denotaba sueño y algo de disgusto, miré la hora, eran casi las dos y el día estaba muy oscuro. Bajé las escaleras y encontré en la mesa a Melania que acababa de servir un rico plato de comida para mí.
-Come y arréglate que tenemos que ir a una reunión.
-¿De qué? -pregunté luego de dar un sorbo a la sopa.
-No sé, Misael me llamó ahora, dijo que era urgente.
-¿A qué hora?
-A las 3:00
-¡Ni siquiera me he bañado!
Comí lo que había en el plato rápidamente, agarré mi toalla y me metí en la ducha. Al llegar al cuarto vi sobre mi cama una pieza de joyería muy linda, fue solo hasta que me vestí que salí para preguntarle a Meli si lo había puesto ella, con solo mirar su mano lo supe.
-Como a ti te gusta el morado, ese es el tuyo. -dijo señalando mi cama. -este azul es mío, son brazaletes que nos dará el apoyo que cada una necesita de la otra cuando no estamos juntas.
Me acerqué a mi cama y pude apreciar mejor los detalles. Las cuentas eran de tonos distintos de morado, en los extremos lila y en el centro un violeta brillante, y en toda la mitad una media luna color dorado, precioso.
No dije nada, solo la abracé y ella un poco sorprendida por mi reacción, también lo hizo.
Melania siempre había sido una chica muy detallista, en cada fecha importante nos sorprendía con regalos muy bonitos que siempre eran una enorme sorpresa.
Ya íbamos de camino a la Academia en el auto de papá, estaba lloviendo bastante y pensamos que no íbamos a llegar a tiempo. Durante el trayecto, como de costumbre, Meli conducía y yo iba de copiloto mirando por la ventanilla, mientras esperábamos en un semáforo, vi salir un hombre muy bien vestido y supremamente guapo de un restaurante, se paró en la acera y unos instantes después llega un carro negro Mazda muy elegante, él se sube en la parte de atrás y se va en dirección opuesta a la nuestra. Me percato de que se le ha caído algo y sin pensarlo salgo del coche para recogerlo. Era su móvil. Avizoré si el auto aún estaba por ahí, pero fue en vano. Al volver al auto, varias personas atrás no paraban de tocar sus bocinas, pues el semáforo ya había cambiado.
-¿Qué es eso? -preguntó curiosa retornando nuestro rumbo.
-El celular de un hombre. -respondí de manera tranquila.
-¿Qué? Déjame ver.
Lo sequé un poco con mi suéter y lo encendí, en la pantalla no había foto, solo un fondo cualquiera de formas geométricas en tonos rojos. Nos encontramos con el hecho de que tenía contraseña, no pudimos hacer nada más, además habíamos llegado unos minutos tarde a nuestro compromiso.
-Como ya todos ustedes sabrán, -Habló alegremente nuestra profesora y fundadora de la academia, Amelie. -varios de ustedes estuvieron de sorpresa en un compromiso durante su última presentación en Londres, el dueño los felicita por tan exquisito acto, y tengo la grata noticia de que pronto celebrará una fiesta de compromiso oficial.
-Excelente, tiene mucho dinero y creo que su dama merece una mejor pedida de mano. -expresó Misael. -Pero no veo que eso sea algo por lo cual reunirnos.
-Claro que no, sin embargo, me ha dado el honor de decirles que… ¡todos están invitados!
Una gran ola de gritos y silbidos de emoción retumbaron en el auditorio.