Entramos en mi departamento, el cual no tiene nada lujoso, mas es decente.
—Gracias por todo. Deberías volver a la oficina. Parece que trabajaré desde aquí. Luego lidiaré con Edwards.
Observa mi departamento ignorándome.
No es la gran cosa mi casa, apenas tiene un amplio comedor y sala, una cocina pequeña y dos habitaciones de tamaño considerable. Lo bueno es que tiene un pequeño jardín con plantas que se mueren de sed porque suelo olvidarme de echarles agua.
—Lindo departamento.
—Gracias. Seguro tú vives en un lujoso piso en un gran edificio de Manhattan.
—Edwards lo eligió por mí.
—Claro—dejo las llaves sobre la barra que separa la cocina de la sala y miro a Rachel—. Tu habitación aún no está lista. No pensaba tener invitados. Podemos acomodarla juntas. ¿Te parece bien?
Ella asiente.
—¿Tu gato? Me dijiste que tenías un gato.
—Oh sí, debe estar en el jardín tomando sol. ¡Jerry!
—¿Tu gato se llama Jerry? —pregunta Tom y ahí rescato la serie animada Tom y Jerry.
No puedo evitar reír, al momento que Jerry entra por la ventana de la puerta del jardín ronroneando y buscando atención. Rachel se agacha para acariciarlo y mi gato lo disfruta demasiado. Ama que lo mimen.
—Tom, te presento a Jerry—miro al gato—. Jerry, este es Tom. No es un gato malo como el de la televisión.
—Muy graciosa.
—¿Qué culpa tengo yo que te llames Tom? Jerry apareció primero en mi vida.
Él pone los ojos en blanco y se agacha a acariciar al gato, Rachel se aleja poniendo cara de pánico y la tranquilizo arrimándome a ella.
Tom le dice que no debe temer de él que no le hará nada. Rachel asiente manteniéndose apartada.
Para ella todos los hombres son malos. No ha conocido otra cosa. Lo único que me consuela es que Madeleine dijo que Rachel es fuerte y no ha sufrido tantos traumas como otros niños. Con buena terapia y amor saldrá adelante.
—Cuidado, puede dejar pelos en tu traje.
—¿Por qué piensas mal de mí? Que mis padres sean snobs ingleses que viven para el dinero no significa que yo lo sea.
—No hice el comentario con mala intención. A todas las personas que vienen a mi casa y se acercan a Jerry reciben el mismo comentario. Le dije a mi madre que fuera con cuidadosa con Jerry o le dejaría pelos es su hermoso vestido, dijo que no era para tanto y luego casi lo acogota. Por suerte, lo perdonó y logró entenderse con él.
—Está bien. Advertencia recibida.
Se incorpora.
Jerry toma dirección a mi habitación, Rachel sale corriendo detrás de él.
—¿Puedes cubrirme en el trabajo? O podemos trabajar a distancia.
—Me parece una buena idea—toma asiento en mi sofá—. Llamaré a Ben, le diré que envíe nuestras computadoras y las carpetas que debo revisar contigo. Podemos trabajar aquí para que puedas vigilar a la niña.
Enarco una ceja y me cruzo de brazos.
—No, no refería a eso. Tú en la oficina y yo desde aquí en videoconferencia.
—Ya estoy aquí y es más fácil en persona. ¿Acaso tienes miedo que terminemos en tu cama? Hay una niña que pasó por un trauma. Yo tengo mis límites.
—Y dale con eso. ¿Los hombres no piensan en otras cosas que no sean mujeres, trabajo, sexo y comida?
Tom se pone en modo pensativo.
—Otros hombres no sé. Yo también pienso en vacaciones y en dormir. No soy un obsesivo del trabajo, tampoco ando desesperado buscando atención femenina y puedo pasar bastante tiempo sin sexo, en lo único que sí pienso siempre es en la comida, no puedo saltearme una comida y me gusta disfrutarla—saca su celular—. ¿Necesitas que Ben te traiga algo más aparte de tu laptop?
—No necesito mi laptop, la tengo aquí. La que está en la oficina es de la oficina, nada más subo los archivos a la nube y los tengo en cualquier lado.
—Inteligente.
—Como ya sabes, no llevo casos únicamente de la firma.
—¿Cómo comenzaste con el refugio? Supongo que siguiendo los pasos de tu madre. Leí varios artículos viejos de ella y deja claro que era una mujer impresionante.
Dejo de estar a la defensiva y me siento frente a él. No a su lado. Admito que me pone un poco nerviosa su presencia. Es guapo, no voy a mentir en eso, y su ayuda me hizo verlo con otros ojos. También que se muestre simpático y con sentido del humor.
Gana un par de puntos y no quiere decir que vaya a acostarme con él. Respeto mucho mi cuerpo y no me ando acostando con cualquiera que se me cruza por el camino y tengo una regla de cinco cintas antes de llegar lejos. Si bien con la vida que llevo no tengo muchas citas. Ni recuerdo cuando fue la última vez.
—Lo sigue siendo—aclaro—. Cuando tenía cinco años papá y yo viajamos con ella a Nueva York, fuimos al refugio y el lugar me marcó mucho. Después de eso, cada vez que mamá venía a Nueva York, trataba de venir con ella, eso cuando no tenía escuela o papá me dejaba faltar. Desde que tomé consciencia de esa realidad, supe que quería ser abogada y ayudar a las mujeres y a los niños.